En sus sueños húmedos de cresta cocainómana Vallisoletano ha matado muchísimas veces al Yori. Lo hace con sus propias manos, a chingazo limpio. Imaginar el crimen lo excita más que sus fallidas damas de compañía que no consiguen ponérsela dura. Acaso matar al Yori le devuelva las erecciones perdidas.
Vallisoletano reconstruye una vez más su fantasía sin reparar en los goterones de sangre que caen sobre la alberca. Sangre caída desde las alturas, como un rocío de madrugada o la meada de un ave nocturna.
Thursday, June 25, 2020
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