De pronto, como no queriendo la cosa, la primera mitad del año más extraño y bizarro de nuestras vidas se nos ha ido como un puño de arena entre los dedos. Sería fácil creer que el 2020 camina y no corre, que las horas transcurren lentas y estáticas, pero lo cierto es que aún en el encierro la vida pisa el acelerador y va con prisa hacia alguna parte. ¿A dónde? No lo sabemos. La única certidumbre, es que aterra la facilidad con la que más de cien días enmascarados se transforman de la nada en ráfaga de viento. Lo circular es la terquedad del insomnio en la densa madrugada, los alucinantes sueños vespertinos, las lecturas dispersas e inconexas, los exabruptos narrativos naufragando en vías muertas mientras las señales del exterior llegan a través de la pantalla como una pesadilla surrealista.
Comienza julio, el segundo tiempo de un año desquiciante y por primera vez no me atrevo siquiera a aventurar un pronóstico sobre lo que estaremos haciendo cuando llegue el otoño. A estas alturas, un temblor, un meteorito, un tsunami, un golpe de estado o una plaga de langostas tendrían cara de ritual de lo habitual.
Tuesday, June 30, 2020
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