Y de pronto, sin darnos cuenta, el horror se transformó en inventario. Leemos noticias y contamos muertos con la misma lejana indiferencia con que nos enteramos de un tsunami en Indonesia, pero sucede que el infierno es aquí, afuera de tu casa, a unos metros de donde duermes. Mi viejo amigo el insomnio ha venido puntual a visitarme y en la siniestra lucidez de la duermevela, pienso en las personas que están siendo asesinadas ahora mismo o que serán asesinadas dentro de unas horas muy cerca de aquí (ayer mismo mataron al guardia de una caseta ubicada a la vuelta de donde esto escribo). Pienso en las mujeres que saldrán de casa para no volver, en las que ahora mismo duermen con su futuro asesino, en la pulsión siniestra incubando en la mórbida cabeza de algún macho traumado que mañana sacará un cuchillo para cortarle el cuello a su pareja. Pienso en las familias que buscan cuerpos, miembros mutilados u osamentas en los baldíos, pensando en esa hija o hermana que un día simplemente desapareció. Por nuestra posición geográfica (bendita y maldita a la vez) y por la histórica reyerta criminal de nuestras calles, en Tijuana llevamos ya bastantes años conviviendo con la violencia, pero lo de estos tiempos es punto y aparte. Hay una vibra mórbida en todo México (o diría en casi toda Latinoamérica, por mucho la región más violenta del planeta). En cualquier caso tengo demasiadas preguntas y ninguna respuesta. Lo único absolutamente cierto es la sensación que se respira. Hay algo muy denso, muy oscuro, muy mal vibrado en el ambiente. Extraño la profundidad de pensamiento de un Sergio González Rodríguez. Hace dos o tres duermevelas releía El hombre sin cabeza y De sangre y sol en busca de claves para entender la negritud del abismo, de esa interpretación metafísica más allá del crimen utilitario que el Detective Acuario supo ver. Ignoro cómo se narrarán estos tiempos dentro de medio siglo, pero acaso se recuerde como una suerte de entrecruzamiento infernal, un ritual de pasaje o metamorfosis inmersos en un vacío abismal. Duele, hiere este manto negro que todo lo cubre.
Pd- Acaso la portada de El Rapidín que aparece en la foto, nos de algunas claves de nuestra época. La nota principal es el funeral de Marbella, una estudiante asesinada. A un lado, la imagen de la mamasota de tetas grandes para que se deleite el marchito machito onanista. Y la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido.
Sunday, February 16, 2020
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