Tal vez la reacción coherente sería el pasmo, la incredulidad o el terror repentino, pero en esa mañana luminosa, con menos de cuatro horas de mal sueño y más de una sustancia drenándole en el torrente sanguíneo, a Ximena Xicoira solo le quedan por herencia las ganas de vomitar. Por ahora solo piensa en su jarra con agua y en darse un baño larguísimo.
Es al retornar a la habitación cuando repara en Edurne. No es la primera vez que la ve fundida, pero el exceso de vómito y la inmovilidad le dan a malpensar. ¿Tan excesiva resultó ser la velada de su apoteosis? Su chica está simplemente noqueada. Las blancas nalgas al aire, el camisón cubierto de vomitada seca de color rojizo y la boca abierta. Contra todo pronóstico, Edurne respira y Ximena intenta sin éxito alzarla en brazos y acercarla al baño para lavarla pero ella misma no puede sostenerse. Edurne no reacciona.
Por ahora la peor noticia es que su vino, su gran creación bautizada con su nombre, ha resultado un provocador de resacas matadoras. Dicen que los buenos vinos se revelan como tales en la ausencia de cruda, pero esta mañana Ximena siente su cabeza como ladrillo y la boca como una duna de arena. Su Carmenere pega como patada de mula. La enóloga de moda es víctima de su propia creación.
Saturday, October 05, 2019
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