En su ensayo Los demasiados libros, mi paisano Gabriel Zaid construye una interesante analogía para referirse a quienes pese a saber leer, no han adquirido el hábito de la lectura. En México hay millones de personas con títulos universitarios que nunca, ni por casualidad, leen un libro. Conocen las letras, saben distinguir las palabras, pueden escribir una frase y sin embargo sufren demasiado cuando se enfrentan a un libro, pues se sienten inmersos en un territorio hostil. No pueden concentrarse y a menudo acaban interrumpiendo la lectura por considerarla aburrida o tediosa. Lo que sucede con esas personas, dice Zaid, es que “no le han dado el golpe al libro”, de la misma forma que un no fumador que intenta fumar, se coloca el cigarro entre los labios sin jalar el humo y dar el golpe. Las personas ajenas al cigarro, no pueden entender el placer que experimenta un fumador con el humo en sus pulmones y las ansias que lo invaden cuando no tiene un cigarro. Los libros, a diferencia del tabaco, no dañan los pulmones ni contaminan el entorno, pero adquirir el gusto por la lectura se parece mucho al proceso de una adicción. Quien ha encontrado ya el placer de la lectura, difícilmente podrá dejarlo. En contraparte, quien nunca se ha sumergido en ese hedonismo incomparable, difícilmente podrá de buenas a primeras concentrarse en un libro y disfrutarlo.
Por lo que a mí respecta, juro que hice esfuerzos por aprender a leer en bicicleta y mi manera puse en práctica la poesía. Lo recuerdo justo ahora, cuando el Reloj de Sol marca que este día Gabriel Zaid le ha dado 85 vueltas al astro rey. Pocos emprendimientos intelectuales tan sui generis como el de mi paisano, sin duda uno de los grandes disidentes, un salmón absoluto, un católico con inteligencia práctica y una atípica vocación ontológica a lo Tolstoi. Zaid es un raro entre los raros y en estos tiempos regresivos, donde fanatismo e intolerancia se cotizan tan alto, se extraña esa sosegada audacia del gran solitario que nunca se tomó una foto ni concedió una entrevista. En este país no es bien vista la ingeniería de la cultura, pero hace tanta falta. Quienes son capaces de elevarse con la poesía suelen topar con pared cuando se enfrentan a los problemas que requieren inteligencia práctica para ser resueltos. En el bestiario intelectual mexicano, Zaid es tan raro de encontrar como un monotrema y su finísima ironía nos hace falta en estos tiempos mojigatos.
Thursday, January 24, 2019
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