Infernal era el estruendo como densa la sombra proyectada por ese dirigible espía sobrevolando Río San Juan, un blanquísimo Zeppelin prófugo de Camp Pendelton con sus barras y sus estrella que yo alcanzaba a fotografiar, pues mi iPhone no suele rajarse en los territorios de lo onírico, y como pistola lo sacaba a la altura del sauce alegre. Una, dos, tres fotos de la aeronave volando bajo por el jardín hasta el momento de su aterrizaje forzoso entre el cuarto de servicio y la perene sombre del aguante. Fotos y más fotos, antes de ofrecer mi infructuosa ayuda para la tripulante encamillada, negra capitana que sufre de mareos y el horror por el olvido del derrumbe onírico de antenoche, el chillido del gato en brama, la luz de enero irrumpiendo como furtivo cazador por la ventana.
Monday, January 14, 2019
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