Un panzón apazguatado que vende El Sol en la parada de Ruta 4; una inmersión en albergue Las Memorias donde hay un autorretrato de una mujer carcomida por el vih (mórbidas venas saltan de su cuello y sus ojos abismales miran al vacío). Exploraciones al borde de calles prostibularias (hay una Zona Norte aferrada a reconstruirse en mi subconsciente) y hay (no podría no haberlo) historias de viajes errabundos y pobreza machacona. ¿Dónde yace el archivo muerto de los sueños olvidados? ¿De qué tamaño es el mar donde moran las pesadillas que se fueron sin dejar vestigio? Vestigio de un horror pasajero, la sombra cuya huella no es el recuerdo sino la intuición de su paso. En la fase profunda del sueño miramos a los ojos de los demonios pero el recuerdo de su mirada se esconde.
Conjurar la era del derrumbe modorro, de la tarde sucumbiendo en el páramo estéril de una cabeza embotada. La coronación de Bartleby a las tres de la tarde sobre el altar de los platos eternamente sucios, la ceremonial cacería de la siempre oportuna mosca, lavar pensando en goleadores errabundos y entrenadores filosofales. Apoteosis de una era mentirosa por la que ya me invade la nostalgia anticipada
Mirar a los ojos del vacío, sentir por un segundo la inmensidad del caos cósmico y embriagarse de la propia insignificancia. Saber que este instante es desde ahora polvo de olvido, ceniza en el agua, arena, solo arena sin huella ni marca. Es el viento que soplará cuando ya no estemos, la lluvia cayendo sobre una tierra vacía de nosotros.
Monday, August 28, 2017
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