Hace muchos años no bebía una Carta Blanca, pero hace aún más tiempo que no comía una natilla o una gloria de Linares como la que acompaña el prietísimo café de esta mañana. Tampoco recuerdo una temporada en que haya leído tanta nueva narrativa hecha en Nuevo León como la que me estoy chutando este verano. Una gratísima sorpresa ha sido descubrir el negro humor destilado por cada uno de los siete cuentos de La virtud de la impotencia de Alejandro Vázquez Ortiz a quien conocí en la pasada feria de Tijuana y tuvo el detalle de regalarme su libro, Premio de Cuento Joven Comala. Sus temas y su estilo despedazan lo ordinario. Un sui generis cuentista que derrocha malicia y agudeza. De hecho mi hermano Adrián S. Basave acaba de representar una escena del cuento “Deja de decirle a Dios qué hacer con sus dados” cuando hace un par de días ganó en una ruleta de Chuck E. Cheese s valiéndose de operaciones de cálculo. Finalmente he recibido en mis manos el esperado Montehell de Gerson Gerson Gömezenko Sälasinki que he leído de una sentada (gracias a Robert por hacerla de arriero y traérmelo hasta Tijuana). Me impresiona la capacidad de Gerson para ser tan brutalmente fiel a un estilo y por jugarse entero en un género. Sus crónicas son el sudor y la sangre de una ciudad. El GG es un Trooper tirado a matar en la trinchera del cronista callejero, un pateador de pavimento. Concluí la lectura de Los últimos hijos de Antonio Ramos Revillas, una novela que patea duro en alguna zona crepuscular del alma. Al igual que me sucedió con La carretera de Cormac McCarthy, creo que esta novela no hubiera hecho el mismo efecto de haberla leído antes de ser padre. Increíble conseguir una historia tan fuerte y desgarradora con un lenguaje tan sobrio y contenido. Vaya madurez narrativa la de Toño. Ahora mismo leo Barrio de Catedral de Felipe Montes Espino Barros. Avanzo sin premura, paladeando el lenguaje como quien chupa un limón después del trago de tequila. No sé si atreverme a decir que desde mi tocayo Sada no leía una prosa tan arriesgada, aunque al compararlo con el Enrabiado concluyo que Felipe es talibán de su entorno y de su estilo. Radicalmente fiel a sí mismo. En sala de espera aguarda mi más reciente pepena, El asesinato de Paulina Lee de Hugo Valdés y lo fui a pepenar en la Plaza San Agustín, el mismo centro comercial donde recibí hace 22 años El crimen de la calle Aramberri, cuando trabajaba en la desaparecida librería Castillo. Ya comenzaré en cuanto abandone el barrio catedralicio. Tengo en la lista de mis deseos Balacera de Armando Alanís y Lo que guarda el río de María de Alva. Primavera regia le llama mi tocayo Daniel de la Fuente, cuyas reseñas tuvieron su parte de culpa en mi aferre por hacerme de estos libros. Por lo pronto yo he retornado a Baja California. Iker ha conocido la tierra natal de sus padres y a casi toda la familia Basave, además de vivir en toda su intensidad el significado de no conocer sombra sino resolana cuando paseamos por Santa Lucía. Fue un viaje relámpago para asistir a la boda de mi hermana Elisa y por ello no tuve ocasión de reunirme con nadie, pero tengo varias cervezas pendientes. Ya me desquitaré, pues tengo serias intenciones de ir a la feria del libro en octubre.
Wednesday, July 20, 2016
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