Al principio había celtas, bretones y caledonios pero las corrientes del Canal de la Mancha no pudieron contener al águila imperial romana. Arribaron después los sajones y más tarde los normandos. Fue en 1066 en Hastings donde la horda de Guillermo el Conquistador les hizo ver su suerte, pero desde entonces ningún invasor armado ha vuelto a poner los pies en la isla (la Luftwaffe de Göring sólo pudo hacerlo por aire). Los isleños miran y han mirado siempre con profunda desconfianza al continente y reniegan de él, sin importar que Ricardo Corazón de León haya hablado más fluidamente el francés que el inglés y haya pasado más tiempo de su vida en Francia que en Inglaterra. ¿Qué es un británico? ¿Es un Invanhoe con la Cruz de San Jorge en el pecho o es el alcalde pakistaní de Londres? ¿Es un flemático caballerito victoriano o un jamaiquino de Brixton? “Mi nombre es Karim Amir y soy un inglés de los pies a la cabeza, casi”, se presenta el personaje de El Buda de los suburbios en el primer párrafo de la novela. Vocacionalmente aislados y aferrados a su monólogo, olvidan que los grandes personajes de Shakespeare son un príncipe danés, unos amantes de Verona y un moro celoso de Venecia (entre las mil y un teorías sobre la identidad del Bardo se habla de un proyecto isabelino de crear una obra literaria que reflejara a toda Europa). Lo cierto es que con perdón de Amis, Barnes y McEwan, si de literatura contemporánea hablamos lo más representativo de la isla es un hijo de pakistanís llamado Hanif Kureishi y un eterno prófugo nacido en Bombay, un tal Salman Rushdie. A veces creo que el Leave es pura flema y pedantería. Tampoco es casual que los tabloides británicos más burdamente amarillistas sean antieuropeos. The mob rules. Tampoco me sorprende que Donald Trump celebre el Brexit y afirme que la UE solo sirvió para llenar la isla de inmigrantes. Los muros y el aislacionismo dibujan su mundo perfecto. Por lo pronto un señor historiador como Bruce Dickinson ha votado por el Leave mientras canta The Trooper enarbolando la Union Jack con su traje de paladín de la Reina e imagino a Bill Byford de Saxon celebrando la independencia mientras canta Crusader. Desde mi lejanía e ignorancia yo creo que la isla pierde. Por ahora solo resta calentar el agua para el té, beber una New Castle o un buen whisky mientras escuchamos el British Steel de Judas Priest o This is England de The Clash. ¿O procede mejor Should I Stay or Should I Go? Con o sin la isla en la gran pandilla europea hoy es el sueño de una noche de verano. Tiempo de encender las hogueras de San Juan.
Friday, June 24, 2016
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