A un costado de la carretera caminaba el mulato buscando el mar. Pantalón corto, suéter de colores, fe en su infinita sed de inmensidad. Caminaba a un costado de la carretera escénica a la altura de Playas de Tijuana, pero antes de dar con el Pacífico dio con un canal de aguas negras y aquello fue tan emocionante que no dudó en arrojarse, pues al fin y al cabo era agua junta, aunque por un momento no era el negro sino yo quien flotaba en aquel resumidero de mierda y en la pestilencia aún tuve cabeza para dudar si los pantanos oníricos manchan las sábanas y pueblan de bacterias mis labios.
No era una culebra de agua, pero se sentía a sus anchas en aquel pantano. Podemos estar de acuerdo en que era una anaconda y su color era oscuro. Había también un leopardo o pantera. Ambos iban sobre mí o al menos yo me andaba con cuidado Había una gran sala inundada y un resbaladero emergiendo de la inundación. Aquello eran casas devenidas en ciénaga, una especie de Nueva Orleans post Katrina. Tengo la certidumbre de haber explorado la parte trasera. El agua me llegaba hasta las rodillas o acaso me cubría medio cuerpo. ¿Cuánta invisible lama pantanosa ha quedado impregnada a mi cuerpo?
Monday, February 29, 2016
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