Madrugadas atrás debimos hablar de Japón, o de la fatal certidumbre de vivir un instante irrepetible cuando vi aquel viejo de ojos rasgados limpiar la catástrofe dejada en herencia por un trasnocheo con vocación de orgía. Era sábado. Había una japonesa a quien recuerdo estudiosa y de piernas largas. Una total geek pez en las aguas de petulantes modernidades, quien tiene claro que las noches de sábado son para ir a la disco, así, con ese setentero concepto, e imaginé el probable surrealismo del peregrinaje antril nipón, el inmoral paseo de la noche tokiana entre flecos púrpuras y culitos cosplay. Recordé que entre mis postergados personajes yace la guerrera manga de tez morena y cabello apastelado , una aspiracional noche eterna de neones y anciano filosofal con vocación de proctólogo y pienso que en este septiembre de soles sanguinarios donde algo parecido a todo mi futuro se juega en un par de dados, empiezo a construir en los apóstoles del beso negro el fascinante derrumbe que seremos.
Sunday, September 20, 2015
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