Eterno Retorno

Monday, March 02, 2015

El paseo tanguero por Caminito o ese ritual de sismos y sudores que es un partido del Xeneize en la Bombonera son las razones tradicionales por las que un visitante se interna en el barrio de La Boca. Lo verdaderamente improbable, es ir a territorio boquense para buscar una pequeña librería donde venden unos cuadernos negros marca Congreso. En esas libretas “congresistas” (que solamente esa librería vende) Ricardo Piglia ha escrito a mano un diario por más de medio siglo y ha desparramado buena parte de su obra, o al menos eso dice Herson Barona en su reseña “Una forma privada de la utopía”. Pero Piglia no es el único obseso por una libreta difícil de conseguir. En una papelería del Bulevar Agua Caliente, Federico Campbell solía abastecerse de libretas marca Universitaria. Eso es lo que me ha platicado su sobrino, Eduardo Flores Campbell. Estos cuadernos son fabricados en Tijuana por Papelera de Baja California (cuyo domicilio está en la Calle Sara #1 en La Mesa) y solamente en territorio tijuanense se consiguen. En esos cuadernos Federico transformó en palabra varios miles de ideas al vuelo, que poco después irían a parar a su máquina de escribir. Una foto publicada por Identidad, muestra a Sergio Pitol durante una visita a Tijuana tomando apuntes en una libreta Universitaria como las de Campbell. Famoso por su generosidad y su afición a regalar libretas de esa marca, puedo apostar que la Universitaria de Pitol fue un regalo de Federico. Del cuaderno rojo de Paul Auster y de su máquina de escribir ya he hablado en este espacio. Por lo que a mí respecta no tengo obsesión con marca alguna. Me han regalado y he comprado Moleskine, Paper Blanks, cuadernos hechos a mano, Verdehalago con timbres checos y simples Scribe de escolar. Por casi veinte años escribí diarios a mano y hasta 1997 todo lo que había escrito en mi vida había sido creado con pluma. Solo en caso de posible publicación recurría a pasar textos en limpio en una máquina o en una computadora. En mi biblioteca hay más de veinte cuadernos salpicados de letras mostrencas y cuando el engranaje escritural se atasca (lo cual ocurre con más frecuencia de la deseada) vuelvo al útero de la escritura a mano en mis viejas libretas. Absolutamente terapéutico.