Eterno Retorno

Thursday, January 08, 2015

Por increíble que parezca hubo un tiempo, hace ya bastantes siglos, en que el cristianismo fue más agresivo e intolerante que el islam. La toma de Jerusalén en mayo de 1099 a manos de los soldados de la primera cruzada fue una carnicería inclemente, con pillaje y violaciones incluidas. Más de una crónica fidedigna coincide en que Saladino, máximo caudillo musulmán de las Cruzadas en la época de la recuperación de Jerusalén en 1187, fue un combatiente leal y magnánimo, que respetaba vidas y jugaba limpio, al menos mucho más limpio que su contraparte, Ricardo Corazón de León (que si algo no se tocaba era el corazón) o el corrupto Guy de Lusignac. En el Califato de Córdoba y en la España arábiga se vivía un oasis de diversidad y tolerancia en donde musulmanes, judíos y cristianos convivían y comerciaban en relativa estabilidad. El islam generó astrónomos, médicos y matemáticos cuya visión del mundo estaba por encima de la medieval Europa. Fueron los reyes católicos quienes expulsaron a judíos y musulmanes y sumieron a la península ibérica en una espiral de oscurantismo e intolerancia. El cristianismo, tanto el católico como el protestante, quemaba brujas y apóstatas (en realidad los protestantes fueron bastante más salvajes y mataron muchos más herejes que los católicos. El record de quema de brujas lo tiene Alemania y no España, pero ese es otro tema que ya trataremos después). Por fortuna hubo en la historia occidental un Siglo de las Luces, una Ilustración que derivó en revoluciones y movimientos sociales que con muchísimo sufrimiento lograron que hoy en día, la inmensa mayoría de las naciones del hemisferio se guíen por el imperio de la razón y apuesten por el laicismo. Por supuesto que en nuestros países nos sobra mojigatería, estupidez e ignorancia, pero por fortuna en México nadie puede meterme a la cárcel por ser un ateo y un blasfemo compulsivo como soy. El pequeño problema, es que el islam no evolucionó a la par; al contrario, parece haber retrocedido. Entre un europeo de la Edad Media y un europeo de la actualidad hay un abismal contraste, pero un musulmán del Siglo XXI no parece ser muy distinto de un musulmán de Las Cruzadas (mismas que emocionalmente no superan). Me podrán decir que unos cuantos yihadistas se encargan de hacerle una pésima publicidad a una religión en donde la mayoría de la gente es pacífica. Por supuesto, toda generalización es errónea y es una enorme estupidez imaginar un terrorista detrás de cada creyente musulmán, pero si bien no todo el islam es igual a yihad, lo cierto es que la inmensa mayoría del mundo musulmán es por naturaleza intolerante. A ver, díganme: ¿En cuántos países musulmanes hay democracia? ¿En cuántos hay igualdad de género? ¿En cuántas naciones islámicas hay libertad de expresión y libertad de cultos? En no pocos países musulmanes la blasfemia o la apostasía se castigan con la cárcel, los azotes o la muerte, lo que se traduce en que en muchos países musulmanes yo sería un criminal, pues no solo hago gala de mi ateísmo, sino que constantemente insulto a la religión y me burlo de ella. Yo, al igual que Charlie Hebdo, no dudo en ofender sentimientos religiosos para denunciar la ignorancia y la estupidez. ¿Qué si padezco islamofobia? Mi fobia o mi rechazo no es hacia un país o una raza, sino hacia la intolerancia, el oscurantismo y los sistemas de pensamiento único. En nombre de una supuesta tolerancia y un respeto hacia la cultura del “otro”, en la libertaria y tolerante Europa se llega al nivel de segregar a las mujeres por “respetar” las costumbres y los sentimientos del inmigrante musulmán. Me parece retrógrada que envuelto en la bandera del respeto hacia una cultura oscurantista, se acepte que en Francia, cuna de la libertad y la igualdad, haya albercas separadas para hombres y mujeres porque las comunidades musulmanas así lo exigen. En nombre de una total tolerancia no puedes institucionalizar la intolerancia. El respeto a la otredad no puede atentar contra valores como la supremacía de la razón sobre la fe, la igualdad de género, la absoluta libertad de expresión y pensamiento. Eso no está en juego ni es negociable. Hoy más que nunca el mundo occidental debe mostrar cero tolerancia al intolerante.