Amberes y el Sunset
Mi última lectura del 2014 y la primera del 2015. En bombardeo rápido comencé y en bombardeo rápido concluí. Mi última lectura del año fue absolutamente Blitzkrieg como marca el manual: El Sunset Limited (¿así o más pocho el título?) de míster Cormac McCarthy, un libro que aguardaba en mi biblioteca desde hace más de un año y al que un flashazo repentino me llevó a echar guante en plena tarde del 31 de diciembre. “A ver criatura, véngase pa acá”, le dije al librito y en menos de hora y media y dos vasos de Jack Daniels recorrí su diálogo de 96 páginas entre dos personajes denominados Negro y Blanco. Un profesor universitario se arroja a las vías del metro pero es atajado en su salto por un ex presidiario con vocación de predicador cristiano. El libro de Cormac es el posterior diálogo entre el blanco suicida y el negro salvador sostenido en la desvencijada casa de este último. La estructura es de libreto, con muy sobrias descripciones y sin intervención de terceros. El tema del diálogo es el sentido de la vida. En un lado tenemos al letrado deprimido y en el otro al ignorante henchido de fe. No pocas veces he enfrentado dilemas así. Vaya, más de una vez me he sentido colocado en la posición del Blanco. El reproche del Negro es simple, me lo sé de memoria y me lo han hecho muchas veces: ¿De qué carajos te han servido tantos años de exploración en mil y un párrafos de arquitectura perfecta si al final, como José Alfredo, toda tu conclusión es que la vida no vale nada? El diálogo de Cormac pone el dedo en la llaga de un debate añejo. En una esquina el tecato ex convicto con la vida hecha mierda que sonríe porque ama a su Cristo y sostiene que puede prescindir de mil y un lecturas pues con su biblia le basta y sobra. En la otra, el filósofo de elegante lenguaje y eternos cuestionamientos quien piensa que la vida es absurda y carente de sentido. Creo que la inmensa mayoría de los lectores de Cormac somos el Blanco. Los que están del lado del Negro difícilmente leen a ese autor pues son felices con sus biblias.
Mi primera lectura de 2015 también fue Blizkrieg. Un par de horas me bastaron para leer Amberes de Roberto Bolaño, que si acaso pretendió ser novela es absoluta e intencionalmente fallida. Fue escrita en 1980, cuando Bolaño era un indocumentado de 27 años de edad recién llegado a Barcelona que trabajaba de velador en un camping. Un Bolaño que en aquel entonces, según sus propias palabras, leía mucha más poesía que narrativa, dormía menos de tres horas diarias y alucinaba entre duermevelas y pachecas. Un libro anárquico, discontinuo, hecho con retazos de pesadillas. Tiene todo el espíritu infrarrealista de Mario Santiago Papasquiaro y compañía. A su manera y en su contexto vale la pena. Imagínalo como el demo de una banda hardcorera mal grabado e improvisado en el garaje. Anagrama lo publicó 22 años después de ser escrito, cuando Bolaño ya era Bolaño y cualquier cosa que escribiera (hasta la cartita de niño a los Reyes Magos) podía ser publicada en grande. Con ese libro inauguré el 2015.
Mi lectura actual es un más que creativo y potable ensayo llamado Historia descabellada de la peluca de Luigi Amara, campeón son corona en el Premio Anagrama de Ensayo, pues con todo respeto para el ganador, Sergio González Rodríguez, la peluca de Luigi me parece mucho más literaria que su robótico informe titulado Campo de Guerra. En la fila aguarda impaciente Después del invierno de Guadalupe Nettel.
PD- Nótese que Rayo McQueen y Francesco Bernoulli contagian velocidad a mis lecturas. Los mil y un carritos de Iker y mis mil y un libros comparten ese territorio del caos llamado estudio.