Se llama Cristopher Marlowe y la suya es la historia de lo que pudo haber sido -o acaso de lo que fue- desde su escondite en las sombras de una aparente doble vida. El autor de La trágica historia del Doctor Fausto (que se anticipó por dos siglos al celebérrimo drama fáustico de Goethe) y de Masacre en París, fue tocado por la leyenda de la muerte joven y acaso su obra inmortal fue la que se intuía podía ser capaz de escribir. Claro, también hay una leyenda donde se afirma que sus mejores trabajos fueron los que dio a firmar a un prestanombres, un tal William Shakespeare. Marlowe y el Cisne de Avon eran exactamente de la misma edad, pues ambos nacieron en 1564. La pequeña diferencia es que Marlowe murió en 1593, a los 29 años de edad y Shakespeare, como es bien sabido, vivió hasta 1616 y dijo adiós el día de su cumpleaños, 23 de abril, misma fecha (aunque en diferente calendario) en que falleció su colega español Miguel de Cervantes. Mientras Marlowe vivió siempre le llevó la delantera a Shakespeare como dramaturgo. Aunque polémico y siempre en el ojo del huracán, los dramas de Marlowe eran aclamados por la aristocracia británica mientras que Shakespeare era un ilustre desconocido. De hecho Shakespeare nunca pudo estrenar una obra antes de 1593, pues vivía eclipsado por su colega y condenado a una suerte de segunda división de la dramaturgia. Marlowe fue pez en las aguas de la polémica. Era pendenciero en extremo, amigo de la juerga y la vida nocturna. Varias veces pisó la cárcel como resultado de sus riñas a cuchillo e incluso se le acusa de haber asesinado a un hombre en una reyerta de cantina. También pesó sobre él un omnipresente rumor en torno a su supuesta homosexualidad y las críticas de las buenas conciencias anglicanas por su radical ateísmo. En 1593, año en que los teatros ingleses fueron cerrados por la epidemia de peste, Marlowe muere asesinado en circunstancias extrañas. Hay quienes aseguran que fue acuchillado durante una orgía en un palacio, mientras que otros sostienen que fue muerto en una cantina por una estúpida discusión sobre el pago de la cuenta. La versión más interesante es la que afirma que Marlowe nunca murió. Que fingió su propio asesinato cubriéndose con sangre de buey para poder cambiar de identidad y desempeñarse como agente secreto de la Corona Británica. El dramaturgo habría trabajado como espía al servicio de la Reina en Francia, Italia y tal vez en España. Sin embargo, el vicio escritural no lo abandonó nunca y aunque un acta de defunción oficializaba el asesinato de Cristopher Marlowe, el espía con nombre falso siguió escribiendo dramas. Casualmente, a partir de la muerte de Marlowe empieza la época de vacas gordas para Shakespeare. Los siguientes 20 años de William fueron los que concentraron toda su producción, o al menos toda la que es famosa. Los shakespearófilos como Harold Bloom detestan estas teorías de suplantación, pero otros investigadores como Calvin Hoffman defendieron con argumentos la teoría de Marlowe como escritor fantasma. En la Fundación King’s College de Canterbury aguarda un premio de varios cientos miles de libras esterlinas heredados por Hoffman a quien demuestre con pruebas contundentes que Hamlet, Macbeth, Otelo y compañía fueron escritas por Cristopher Marlowe.
Sunday, April 27, 2014
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