Eterno Retorno

Saturday, April 19, 2014

Lo que faltaba: estás a punto de buscar poesía y heroísmo en las condiciones adversas de tu escritura. Existe un patético romanticismo alrededor del escritor que trabaja en condiciones hostiles. Lo de la vieja y oxidada máquina de escribir de donde emerge la inmortal novela es el non plus ultra de lo trillado y pese a todo sigue seduciendo. Por supuesto, no falta la historia del sublime poema en una servilleta; del ensayo filosófico garabateado con lápiz en un cuaderno escolar cuadriculado; de la luz del día que se extingue en un humilde hogar sin electricidad; de la vela que se derrite con un cuento a la mitad. Yéndonos al extremo, siempre estará la imagen del reo que usa su sangre como tinta para escribir en los muros de su prisión. Y sin embargo, tu anacrónica y jodida lap top - una agónica bestezuela siempre a punto de su último estertor- es una digna pieza en el museo de la escritura hostil. Es posiblemente la lap top más barata que se podía encontrar en el mercado durante la primavera del 2010. Es una Eee PC que te regalaron en una campaña política en donde naufragaste como redactor de discursos. Antes de cumplir su primer año dejó de funcionarle la batería. Para encenderla necesariamente debe estar conectada. Poco después su cargador se trozó y necesitabas una especie de corto circuito o una atípica alineación energética para poder echarla a andar. El dorso de la pantalla está roto y cada cierto tiempo su pantalla colapsa y deja frente a tus ojos las rayas grises de una vieja tele mal sintonizada. Para darle un toque personal, las has adornado con calcomanías de Iron Maiden - un collage entre la faraónica sepultura del Powerslave de donde emerge el Eddie futurista de Somewhere in Time. Completa la escena una carcomida imagen de Eddie jugando con muñequitas rusas y una calca amarilla del Borussia Dortmund. Junto al teclado hay dos pequeñas calcas de AC/DC y Black Label Society. Por supuesto el teclado no tiene Ñ y cada que deseas escribir una entonces recurres a la palabra “pequeno” para que el corredor automático anote “pequeño” y así tener una ñ a tu disposición. Si sumaras comunicados, reportes, mensajes, cartas, posts de blog y Facebook y desparramaderos literarios diversos, debes haber tecleado en esta ruina más de dos millones de palabras. Carajo, de esta cosa han salido cuatro libros publicados y aguardan tres entes que podrían ser consideradas publicables, por no hablar de las mil y un cosas que jamás verán la luz. Además, cuando escribes en otras máquinas sientes que las ideas no fluyen, que tu mente es un pozo seco, que cada frase está condenada al naufragio. Vuelves a tu Moleskine de pobre, donde cada párrafo amenaza siempre con ser el último y a menudo corres apuestas contigo mismo pensando en cuándo acontecerá su canto de cisne. Al menos por hoy pareces haber terminado esta página absurda.