La clica reporteril policiaca siempre ha sido redundante e inmortal como sus notas. Natalio y yo, que ya le pegábamos a la treintena por aquel entonces, éramos los jóvenes del gremio en donde sobraban cincuentones veteranos cuyo lenguaje, psicología y actitud ante la vida eran los de un policía. Los reporteros de la nota roja acababan mimetizados con su fuente hasta extremos risibles. Los viejos policías y los viejos reporteros acababan irremediablemente hablando el mismo lenguaje, contando las mismas anécdotas, inventando las mismas aventuras sexuales nunca consumadas, quejándose de las mismas injusticias y malquerencias de la vida, construyendo los mismos sueños de retiro y grandeza, intentando conjurar su alcoholismo de teporochos, sabiendo en su fuero interno que su único destino posible sería desayunar por la eternidad con los muertos del día. Como parte de una misma cadena alimenticia, reporteros, policías y a menudo también criminales acababan hermanados en un mismo lenguaje y una tabla de valores más o menos comunes. El temario de sus charlas brincaba de las armas a las trocas del año, guardando siempre un espacio para el box y las putas.
Tuesday, April 01, 2014
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