Nuestra península, como el dios Jano, tiene un rostro dual. Península bicéfala, espíritu de Jekyll y Hide, bipolaridad bajo palabra. En el extremo Norte donde habito, me abraza un Pacífico rejego, bronco e insurrecto. Mar canijo, de congelantes revolcones, de cachetadas de guante helado. El moribundo Sol desparramado en las Islas Coronado oculta la esencia hostil de este litoral-caos. Tijuana me aporta mi dosis de catástrofe y revuelta, imprescindible para mantener el patinaje de mi cordura. Pero de repente, las jugarretas de una aleatoriedad apostadora o de un presupuesto no ejercido, te llevan por 24 horas al otro extremo de esta franja- capricho emergida del océano y así, sin decir esta boca es mía, en una improbable tarde de diciembre doy el adiós al otoño mirando de frente el rostro calmo de Jano, donde el agua es caricia y la tarde es arrullo, peinando en bicicleta un malecón que se derrite en mi cabeza. En mi vida diaria, las letras son tabla de salvación y droga irrenunciable, pues ya no me es dado vivir sin liberar palabras. Pero hay veces en que las letras fungen también como buen pretexto y un atardecer paceño en el último día de otoño, bien vale el peregrinaje peninsular con las recién nacidas cartografías bajo el brazo. Esencia de improbabilidad, austeriana música del azar. De pronto, imaginé las historias que habría escrito, los pensamientos que me habrían asaltado y las mil y un ideas mostrencas que danzarían sobre mi cabeza si las mañanas o los atardeceres de mi vida transcurrieran en ese malecón paceño, diluyéndome en la cara apacible de nuestra península. ¿Es el entorno quien siembra las semillas de nuestras ideas? Lo cierto es que la parte Sur de la península se ha encargado de hacer germinar algunas fantasías. Amber Aravena, personaje recurrente e inagotable en mis historias, nació durante una caminata prófuga por una playa de Cabo San Lucas en octubre de 2002, cuando decidí escapar de mi responsabilidad en la cobertura del foro mundial de la APEC. En una solitaria playa en donde las aletas y los cuerpos de los cetáceos brotaban a cada momento, imaginé la historia de una mujer bipolar que bebe botellas de Casillero del Diablo mirando al Pacífico. Una mujer cuya cordura es una niña patinando sobre una delgadísima capa de hielo bajo la cual aguardan un abismal vacío o acaso un monstruo rojo al que le da por aparecer en las tazas del baño. Imaginé también la historia del escocés Galaor Strachan, un aventurero de los mares que en 1822 llega a la península bajacaliforniana a bordo del bergantín Araucano con una pandilla de corsarios dispuesto a jurar la independencia de la provincia, solo para enamorarse perdidamente de una cabeña llamada Rita Pizarro. Ambos relatos los he incluido en las Cartografías absurdas de Daxdalia. Ese tipo de historias y personajes lo toman a uno por asalto cuando pierde la mirada y los pensamientos en el horizonte. Quedan ustedes advertidos: estos atardeceres peninsulares son muy peligrosos.
Sunday, December 29, 2013
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