Eterno Retorno

Thursday, January 31, 2013

Una personalidad, una persona y un personaje. Por Jesús Ernesto García Hernández

De entrada, el texto que nos ofrece Daniel Salinas Basave nos remonta a un momento muy cercano de la vida social Tijuanense: La detención de una de las más conocidas y emblemáticas figuras de la ciudad: El ingeniero Jorge Hank Rhon. El libro capta de inmediato por la forma de narrar el suceso. Daniel elabora una narración de esa madrugada adentrándose en el “posible” flujo del pensamiento de Hank. Atreve un par de conjeturas sobre el estado anímico de él mismo y de su familia; nada fuera de tono respecto al carácter de una personalidad tan conocida. Me sorprendió la fecha y el suceso con el que decide comenzar, se empieza a observar que la narración pretende hollar otros terrenos más allá del periodismo. Si bien se trata de una biografía, ¿por qué se encuentra como una parte que desentona con la cronología lineal buscada? Apenas es un prefacio, una forma de acercarnos a lo que a través de la mayoría de sus páginas sería la conformación de un personaje más parecido a la ficción que al decoro de un empresario y político mexicano. Él mismo lo dice al inicio también, cuando establece un paralelismo entre las imágenes del Chivo de Dominicana, Leónidas Trujillo, el Patriarca de Márquez y el Supremo de Roa Bastos: “Aunque, pensándolo bien, en su existencia no hacen falta artificios literarios. Su vida misma es como una novela y él se siente cómodo dentro de su personaje”, reflexiona. La lectura continúa a través de datos históricos que suponen una puntillosa investigación por parte del autor. El recuento histórico y periodístico me hace reflexionar sobre la imagen que cada uno tenemos acerca de una personalidad como Hank Rhon. Recuerdo también que en la presentación que dimos para la televisión se habló sobre el tema. Quizá sea mi obsesión por temas que rondan la teoría literaria o la simple casualidad de hablar sobre el jet set mexicano lo que motivó ciertas consideraciones sobre cómo vemos a las figuras públicas. En esta primera parte, los datos nos resultan de gran utilidad para ir formando una opinión sobre lo que se dice, lo que se conoce y lo que se piensa sobre el ingeniero. Entre fechas y acontecimientos que marcaron su vida, se va logrando una imagen más nítida sobre la persona, el ser de carne hueso que vive las vicisitudes de su existencia como todos nosotros, y las características particulares de ese ser; es decir, su personalidad. Estos datos oscilan entre la conformación de la carrera política de su padre, el “Profesor”, la cada vez más controversial vida del linaje Hank, “La velada con los barbudos” se titula un capítulo que me pareció muy interesante por desconocido y relevante no sólo para la vida política de México, sino del curso que tomaría una nación como Cuba; se habla del gusto que Hank tiene por los animales, su cabello y barba largos, su llegada a Tijuana y los primeros sucesos que acrecentarían su fama: detenciones, acusaciones y chismes de todo tipo. En este sentido, se ha tratado la personalidad de la persona que, aunque suene redundante, no son sinónimos; sin embargo, ¿cómo llegó a conformarse el personaje? Aquí subyace un acierto estilístico. Primero, apunta que: “[…] paralelas a las horas de formales entrevistas grabadora en mano, hay demasiadas tardes de café, cantina, fila de banco, parada de camión y sabiduría de taxista, pues en Tijuana casi todo mundo tiene algo que decir y opinar sobre Jorge Hank Rhon. […] En este libro las voces de la calle son tan importantes como los párrafos con sello judicial y las palabras firmadas por editorialistas expertos”. Con estas palabras, manifiesta que para conocer la génesis de este personaje no hace falta únicamente los datos duros de la investigación, sino también estar enterado de la mitología que el imaginario colectivo ha creado en torno a la figura de uno de los hombres más conocidos e influyentes de Tijuana y del país. En este sentido, La liturgia del tigre blanco como título del libro nos advierte sobre el estilo pretendido. Saltan a la vista capítulos que llevan como título metáforas y alusiones a la vida extravagante del personaje, su relación con la vida social, intertextualidad literaria, como el capítulo nombrado “El invierno del patriarca” cuya alusión nos hace pensar en el libro del Gabo titulado El otoño del patriarca. Esta fusión encuentra en el estilo de narrar la humanización del personaje. Termina, casi de manera paradójica, mostrándonos a un hombre que se torna más real en la medida que aumentan las fantasías y los mitos sobre sí mismo. Por momentos, el estilo de la narración no rehúye estas menciones, sino que más bien las reafirma con un tono que colinda entre la observación periodística perspicaz, siempre a la caza de la verdad y la imaginación del texto literario, cuyos artificios sirven para ahondar en los abismos de las sensaciones y los pensamientos más profundos; en suma, pone en entredicho que la veracidad es el objeto de la Historia.
El tedeum de un libro sin blanco
En el caso particular de la Liturgia… encuentro otra característica formal que podríamos notar como “interesante”. ¿A qué me refiero? Si bien, es un libro que atina perfectamente a motivar la reflexión entorno a su personaje principal, es también un texto que se erige un tanto distanciado de la postura crítica. Es decir, Daniel nos permite hacernos nuestras propias conclusiones al respecto, mientras que deja entrever muy pocas reflexiones desde él como escritor, como periodista, y cuando éstas llegan a aparecer, son medianamente abordadas entre los datos duros y las impresiones que las anécdotas le han motivado. Es una postura muy comprensible cuando se piensa en el protagonista de su libro. Pienso que no debe ser nada fácil empuñar la pluma pensando que cualquier dato o juicio endeble puede repercutir en la imagen de una figura pública, que su análisis puede resultar en controversias que se pueden desbocar hasta niveles irrisorios. También entiendo que el afán del libro no es dar cuenta de una versión moralista ni moralizante sobre las vidas de nuestros políticos, sino más bien una zambullida a las elucubraciones de nuestra propia ética como sociedad. Personalmente, me sentí motivado a reflexionar acerca de los motores culturales de la existencia tijuanense y bajacaliforniana. Hablamos, decimos, opinamos y justificamos una incipiente moral vituperando las acciones de las altas esferas, mientras en el fondo funcionan como un reflejo perverso de nuestras más oscuras aspiraciones. Comentaba con mi amigo Christian Chacón que a veces nos obsesionamos con un tema que atacamos con tanta pasión, que ya no sé si en realidad se vuelve otra manera de reverencia ante lo que supuestamente odiamos. Es como los ateístas que pasan todo su tiempo y dedican grandes esfuerzos en vilipendiar, en argumentar contra la religión, cuando en su interior sienten una especie de irresistible atracción hacia la misma. Pensé en Nietzsche, la voluntad de poder y el poder de la voluntad, en cómo hablamos de superhombres tan fácilmente, en cómo aquellos que pelean durante tanto tiempo contra los dragones terminan convirtiéndose ellos mismos en dragones.