Eterno Retorno

Saturday, January 26, 2013

CUANDO ESTA TURBULENCIA SEA HISTORIA

Cuando la vida entra en zona de turbulencia, a menudo trato de imaginar cómo será recordada y analizada esta época una vez que haya suficiente distancia cronológica como para considerarla Historia y evaluarla desde la óptica del futuro. Cuando uno está inmerso en el ojo del huracán, condicionado o atado por las circunstancias del presente, la percepción y la narrativa de los acontecimientos adolece necesariamente de una terrible subjetividad. Vaya, no es posible tener una mirada fría, objetiva y analítica cuando se está en medio del tornado. Sabemos que el mundo occidental se encuentra inmerso en la peor recesión económica desde 1929 e intuimos estar cruzando el umbral de una era que está forzando el surgimiento nuevo orden mundial, pero la realidad es que carecemos de una carta de navegación fiable y aunque tipos con complejo de Nostradamus sobran entre los economistas y los historiadores, lo cierto es que la Historia corre como un tren sin frenos y nadie tiene certidumbre alguna sobre lo que pasará en el futuro inmediato. Es muy difícil tener plena conciencia de lo que implica entrar a una era y dejar atrás otra, máxime cuando los acontecimientos suceden en cámara rápida. Por ejemplo, en un lapso de 39 años, entre 1453 y 1492, cayó Constantinopla en manos de los otomanos, se inventó la imprenta y los europeos llegaron a América. Estos tres hechos transformaron para siempre la geopolítica mundial, modificaron de golpe y porrazo nuestra forma de concebir el mundo y cambiaron nuestra manera de aprender. Sin embargo, millones de seres humanos que vivieron esa época jamás se alcanzaron a enterar que la Historia estaba sufriendo una metamorfosis sin precedente. Algo similar ocurrió frente a la Revolución Industrial o la Ilustración en el Siglo XVIII. La diferencia es que en nuestra era la Historia corre con demasiada prisa. Paralelo a los cambios socioeconómicos, hay oficios, formas de organización y vida que están muriendo, mientras otros estilos de convivencia social, con sus respectivos usos y costumbres, se van apoderando de nuestra vida diaria. Nuestra existencia cotidiana actual no se parece en nada a la que vivíamos en 1999. Nuestros rituales del día a día se han modificado por completo y nuestra forma de entender y asimilar el mundo también. Lo contradictorio, es que pese a que nuestra vida cotidiana se transforma, seguimos aferrados a entender el mundo bajo los parámetros que rigieron el Siglo XX. Por ejemplo, sabemos que la gasolina seguirá aumentando su precio y que cada vez será más costoso llenar el tanque y sin embargo, nunca ni por casualidad contemplamos dejar de utilizar el automóvil y buscar formas alternativas de transportación. Vemos que la crisis muerde a todo el mundo occidental y sin embargo nos aferramos a pensar que es solo un nubarrón negro que necesariamente pasará, al final de la cual todo volverá a ser como antes, sin detenernos a pensar que ese pasado ha muerto y que no es posible aferrarse a mantener un sistema económico que se muestra agotado y fracasado. Acaso una era esté muriendo. El problema es que quienes vivimos en ella somos los últimos en enterarnos de su muerte.