Eterno Retorno

Saturday, July 28, 2012

Este amante del jazz y los gatos es un romántico incurable y aún con ese a veces delirante surrealismo apocalíptico a cuestas, al final del camino siempre, o casi siempre, nos acaba contando historias de amor. Chicas extrañas, huidizas, que desaparecen en circunstancias inexplicables o se sumergen en las tinieblas de profundos desvaríos mentales. Sputnik mi amor, Tokio Blues o Al Sur de la frontera al Oeste del Sol están hermanadas por el mismo néctar narrativo y una similar tendencia argumental. Nostalgia por raros amores, obsesiones que perduran a través del tiempo, desapariciones y una aleatoriedad caprichosa jugando con la existencia. Uno de los puntos más fuertes de Haruki Murakami son sin duda sus personajes femeninos. Al igual que a las chicas Almodóvar, a las chicas Murakami les suele faltar un tornillo. Los animales, el jazz, la cotidiana realidad que en un de repente se emborracha con gotitas de fantasía dicen presente en casi todas las narraciones. Pero cuando creí que su universo se limitaba a chicas tocadas e incurables enamorados, llegó Kafka en la Orilla, donde la fantasía irrumpe de golpe y sin pedir permiso, tan de repente, que uno acaba por tomarse lo imposible como ordinario. ¿Gatos que hablan? ¿Tormentas de peces? ¿Un Joven Llamado Cuervo? ¿Una flauta elaborada con almas felinas? Muchísima fantasía que entra en la lectura como cuchillo en mantequilla. Tal vez por los antecedentes de Akutugawa y Kawabata y (acepto que fui muy iluso) por relacionar el apellido del autor con la enigmática Señora Murakami de Mario Bellatín creí hace muchos años (empecé a leerlo en 2002) que encontraría en Murakami un autor japonés complicado, denso, oscuro o acaso exótico. Nada más alejado de la realidad. Antes de ser narrador, Murakami regenteaba un club de jazz y su incurable melomanía ya no es un secreto para nadie. Después de todo, en Tokio Blues la historia se desencadena cuando el protagonista escucha en un avión la tonada de una vieja canción, Norweigan Blues de los Beatles. De hecho, si quieren una receta, les diré que disfruto inmensamente leyendo a Murakami con música de fondo, aunque en vez de los Beatles me inclino por el clásico My women from Tokio de los legendarios Deep Purple. Por alguna razón, mentalmente he transformado a esa canción en el sound track de sus novelas. DSB