Eterno Retorno

Sunday, February 13, 2011




La aleatoriedad trajo a Galaor Strachan a San José del Cabo

Por Daniel Salinas Basave

En un post anterior he narrado la historia de un joven marinero escocés llamado Galaor Strachan que armado de su pequeña imprenta y un arsenal de sueños inspirados por tradición marina de su estirpe, se embarcó en la expedición del navarro Javier Mina a México. Tras desembarcar en Soto La Marina, el capitán navarro se internó en el país mientras Strachan, acompañado de otro grupo de aventureros entre los que estaba el Padre Mier, se quedó a defender el recién tomado puerto tamaulipeco. Pocas semanas después, Soto La Marina cae en poder de los realistas, el Padre Mier es hecho prisionero (por sexta vez en su vida y por sexta vez se fugaría, pero esa es otra historia) mientras un puñado de hombres, entre los que estaba el escocés Strachan logran huir mar adentro a bordo de una fragata, rumbo a Puerto Príncipe. Sin un penique en el bolsillo ni armas para la guerra, Galaor Strachan poseía un único capital: su pequeña imprenta que logró salvar del desastre de Soto La Marina y que puso a trabajar en Haití, la recién liberada colonia francesa donde los esclavos negros habían creado un remedo de corte versallesca. En un Haití turbulento asediado a cada momento por filibusteros y caza fortunas, Galaor se dio a la tarea de rentar su imprenta para la creación de panfletos diversos, lo que le permitió sobrevivir durante medio año antes de conseguir embarcarse en una nave inglesa que se dirigía a los puertos más australes del Continente. Con algunos de los sobrevivientes de la expedición de Mina, Galaor se hizo a la mar en busca de un nuevo horizonte donde poner a trabajar su imprenta. Un día de la Primavera sudamericana de 1818, Galaor Strachan desembarcó en Buenos Aires, capital de las Provincias Unidas de Río de la Plata, en donde trabó amistad con un navegante de origen francés, que recorría los mares del mundo con la bandera argentina. Se llamaba Hipólito Bouchard y con patente de corso rioplatense había desembarcado en puertos en los más lejanos y hostiles puertos del mundo conocido. La leyenda tejida en torno Bouchard arrojaba un racimo de anécdotas capaces de seducir al más alucinado contador de historias. Si en su infancia Galaor había crecido escuchando a sus abuelas hablar de serpientes marinas e islas encantadas, las historias del corsario Bouchard en medio de tempestades y batallas navales en mares ignotos, podían resultar más alucinadas, con la diferencia de que, con un toquecito de exagerado heroísmo, eran demencialmente reales. A bordo de su fragata Halcón y al servicio del Almirante Brown, Bouchard sobrevivió a un naufragio en las heladas aguas de Cabo de Hornos y asaltó los puertos de Guayaquil y El Callao. Para la época en que Bouchard y Galaor Strachan se conocieron, el corsario de Saint Tropez estaba por iniciar una nueva aventura rumbo al Océano Índico, pero la fragata empezó a incendiarse en altamar y por milagro llegó a la Isla de Madagascar, donde fue reparada. Tras enfrentar y derrotar a piratas malayos que harían palidecer al propio Sandokán de Salgari, la expedición de Bouchard llegó a Filipinas. Sobre el papel del impresor Galaor Strachan en aquellas expediciones poco o nada se sabe, pues no se han rescatado proclamas, crónicas o testimonio escrito alguno que de fe de lo que en aquellos alejados océanos hizo. Pero las aventuras de Bouchard no concluyeron en Filipinas y un año después organizó una nueva expedición que lo llevó en esta ocasión al Pacífico norteamericano en donde asaltó el puerto de Monterey en California. En su regreso al Sur, la expedición del corsario tocó los puertos mexicanos de San Blas y Acapulco, lo que marcó el regreso de Galaor a costas mexicanas tras el desastre de Soto La Marina. Por qué si Galaor sabía escribir y poseía una imprenta no escribió más sobre estas expediciones, es un gran misterio. Lo que sí sabemos es que tras retornar al Río de la Plata, Galaor decidió probar fortuna en Chile, donde en 1821 conocería a su celebérrimo paisano escocés Lord Thomas Alexander Cochrane, el lobo caledonio de los mares que luchaba por la independencia chilena. Cochrane animó a su paisano Strachan a que se embarcara en una nueva expedición a bordo de la fragata Independencia y el bergantín Araucano comandadas por William Wilkinson. El 18 de febrero de 1822, Galaor Strachan, el marinero impresor oriundo de Dundee, consumó su tercer desembarco en costas mexicanas cuando pisó las playas de un indefenso San José del Cabo, en Baja California Sur, donde no existía más tropa que un soldado de la compañía de Loreto. Los corsarios británico-araucanos asaltaron la casa parroquial y robaron la poca plata y la joyería que por ahí encontraron, además de saquear el magro ganado que los aterrorizados pobladores tenían en sus corrales. Se sabe que la población de San José del Cabo huyó a los montes dejando el pueblo a merced de los corsarios. Lo que no se sabe es qué momento se encontraron Galaor Strachan y Rita Pizarro, la joven viuda criolla de un oficial del presidio, que trataba de huir de los corsarios con su pequeño hijo en brazos. ¿La salvó Galaor Strachan de una inminente violación? ¿Enfrentó a sus propios compañeros expedicionarios? Lo cierto es que los corsarios se permitieron “proclamar” la independencia de Baja California para luego levar anclas sin Galaor Strachan entre ellos. ¿Se convirtió en un traidor o en un prófugo de sus colegas de armas? ¿O fue el triunfo del amor sobre la insaciable sed de aventura de un hombre de mar? Lo cierto es que en el lejano puerto de Dundee, Escocia, las abuelas seguirían narrando historias gloriosas de los Strachan que se hicieron a la mar y acaso uno de sus cuentos favoritos sea el de Galaor, el joven de la imprenta que un día se embarcó a la Nueva España, que recorrió los mares del mundo y que en 1822 acabaría formando pareja con una cabeña llamada Rita Pizarro de quien (así lo suponemos) se enamoró perdidamente.