El Quijote fue una de mis máximas pasiones infantiles. Crecí en la casa de un quijotólogo que fue, además, un Quijote de la filosofía (Filosofía del Quijote, editado por la Colección Austral, es uno de los ejemplares más representativos de su obra de más de 30 libros).
En esa casa donde crecí, Alonso Quijano era omnipresente. No solo había bastantes ediciones de la novela de novelas, algunas realmente hermosas, sino que había cualquier cantidad de esculturas de madera y un enorme busto de Cervantes en bronce que me impresionaba bastante y que alguna vez quise secuestrar para mi cuarto.
A los siete años me aficioné a una caricatura española sobre el Quijote, misma que era reproducida en unos cómix a color que por supuesto coleccioné. También tuve cuanta edición infantil o escolar hubo de la obra. Mi fiesta de los ocho años fue temática y la piñata fue el Caballero de la Blanca Luna (había que pegarle al malvado Bachiller Carrasco) Después decidí que ya bastaba de cómix y ediciones infantiles y había que leer la obra en serio, la auténtica. Mi Madre fue clave en la tarea, pues releyó y comentó el auténtico Quijote para mí.
Me llama la atención la forma en que se ha estereotipado al Quijote con los molinos. Pareciera que ese episodio aislado e intrascendente que ocurre en los primeros capítulos de la primera parte fuera la línea argumental de la novela. Entiendo que la imagen con su dosis de surrealismo impresione, pero en lo personal es uno de los pasajes que llaman menos mi atención.
La verdad prefiero la segunda parte a la primera. Mucho más que los molinos me divierten las aventuras en el Castillo de los Duques, el descenso a la Cueva de Montesinos, la barca encantada, el combate con los borregos confundidos con ejército y por supuesto, los pocos triunfos que pudo celebrar don Alonso, como es la batalla contra el Gallardo Vizcaíno y el triunfo contra el Caballero de los Espejos. Los entremeses como la Historia del Cautivo, la de Cardenio y Lucinda o Dorotea y Fernando tampoco tienen desperdicio.
A la distancia y habiendo leído unos cuantos libros “modernos”, sigo creyendo que El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha es la novela de novelas. El Non Plus Ultra del arte narrativo. Todo aquello que se considera revolucionario en la literatura contemporánea ya existió en El Quijote. La novela dentro de la novela, el autor que se narra a sí mismo y a su proceso escritural, los personajes y la obra, incluido el plagiario Avellaneda con su Quijote apócrifo, están en plena interacción durante la segunda parte. Novelas dentro de novelas, como muñecas rusas, entremeses, poesía; novela caballeresca y pastoril; filosofía y sátira; drama y comedia. Puedes decir lo que quieras, que tu sólo lees modernos y alternativos, bla, bla, bla El Quijote no es la mejor novela: Es La Novela y ahora que escrito estas palabras, se me ha antojado releerla otra vez.
En esa casa donde crecí, Alonso Quijano era omnipresente. No solo había bastantes ediciones de la novela de novelas, algunas realmente hermosas, sino que había cualquier cantidad de esculturas de madera y un enorme busto de Cervantes en bronce que me impresionaba bastante y que alguna vez quise secuestrar para mi cuarto.
A los siete años me aficioné a una caricatura española sobre el Quijote, misma que era reproducida en unos cómix a color que por supuesto coleccioné. También tuve cuanta edición infantil o escolar hubo de la obra. Mi fiesta de los ocho años fue temática y la piñata fue el Caballero de la Blanca Luna (había que pegarle al malvado Bachiller Carrasco) Después decidí que ya bastaba de cómix y ediciones infantiles y había que leer la obra en serio, la auténtica. Mi Madre fue clave en la tarea, pues releyó y comentó el auténtico Quijote para mí.
Me llama la atención la forma en que se ha estereotipado al Quijote con los molinos. Pareciera que ese episodio aislado e intrascendente que ocurre en los primeros capítulos de la primera parte fuera la línea argumental de la novela. Entiendo que la imagen con su dosis de surrealismo impresione, pero en lo personal es uno de los pasajes que llaman menos mi atención.
La verdad prefiero la segunda parte a la primera. Mucho más que los molinos me divierten las aventuras en el Castillo de los Duques, el descenso a la Cueva de Montesinos, la barca encantada, el combate con los borregos confundidos con ejército y por supuesto, los pocos triunfos que pudo celebrar don Alonso, como es la batalla contra el Gallardo Vizcaíno y el triunfo contra el Caballero de los Espejos. Los entremeses como la Historia del Cautivo, la de Cardenio y Lucinda o Dorotea y Fernando tampoco tienen desperdicio.
A la distancia y habiendo leído unos cuantos libros “modernos”, sigo creyendo que El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha es la novela de novelas. El Non Plus Ultra del arte narrativo. Todo aquello que se considera revolucionario en la literatura contemporánea ya existió en El Quijote. La novela dentro de la novela, el autor que se narra a sí mismo y a su proceso escritural, los personajes y la obra, incluido el plagiario Avellaneda con su Quijote apócrifo, están en plena interacción durante la segunda parte. Novelas dentro de novelas, como muñecas rusas, entremeses, poesía; novela caballeresca y pastoril; filosofía y sátira; drama y comedia. Puedes decir lo que quieras, que tu sólo lees modernos y alternativos, bla, bla, bla El Quijote no es la mejor novela: Es La Novela y ahora que escrito estas palabras, se me ha antojado releerla otra vez.