La camaleónica y confundida existencia de Encarnación Leydelmonte
Encarnación Leydelmonte me confunde. ¿O será que Encarnación Leydelmonte está confundido? En la primaria, Encarnación fue llorón, mamitozo y berrinchudo como sólo un niño sobreprotegido puede serlo. Obsesionado con presumir el juguete de moda, siempre acababa recibiendo su dosis de zapes y su respectiva pamba loca. Chismoso como era, solía acudir a la dirección a poner dedo a los agresores.
Cuando entró a la secundaria, Encarnación Leydelmonte hizo intentos por vestirse a la moda y ganar popularidad, lo que a medias consiguió, por ser de los pocos, poquísimos mocosos que podía presumir manejar el carro de su papá a los 13 años. Pero ni siquiera llegar al volante del flamante vehículo paterno le permitió ligarse a Ximena, musa infaltable de sus primeras puñetas. Por alguna razón, Ximena prefería los tipos rudos y Encarnación no lo era. Para su desgracia, papá cayó en bancarrota por la crisis y el vehículo de sus ligues tuvo que ser vendido. Encarnación se convirtió en ciudadano de a píe y cada vez le resultó más complicado representar el papel de junior.
La vida de Encarnación Leydelmonte se iluminó cuando a los 15 años conoció a Galaor Zuazua. Galaor era bajista y cantante de la banda metalcorera Vomit From Heaven. En cuestión de gustos musicales, Encarnación había sido hasta entonces bastante ordinario; maná, pop televiso y toda esa porquería que escuchaban las morritas a las que aspiraba a ligarse. Lo más rebelde que había escuchado hasta entonces era Green Day. Galaor en cambio vomitaba rolas furiosas y endemoniadas cuyas letras desparramaban odio. Con orejas y nariz perforada, un par de tatuajes caseros y chamarra de cuero carcomida por los hongos, el vocalista de Vomit From Heaven podía ligarse muchas más morritas que Encarnación en su mejor domingo con carro y ropita a la moda. A partir de ese momento Galaor se convirtió en su guía espiritual.
La transformación de Encarnación Leydelmonte fue más repentina que gradual. Se perforo las orejas con aretes de su abuela, se pintó el pelo morado, ahorró para unas Doctor Marteens y en Navidad consiguió que le regalaran una guitarra que no sabía tocar, lo que no impidió que fuera reclutado como guitarrista de Vomit From Heaven. La banda actuaba en cocheras miserables o terrenos baldíos, rezagada en el lugar número 13 o 14 dentro de carteles con 15 o 20 agrupaciones que tenían nombres como Cabezas Podridas, Cacofonía, Disolución Social (siempre estelar), Sin Autorización y en donde todas, sin excepción, tocaban una rola de odio a la policía y un cover mal ejecutado de Atoxxxico o Massacre 68. Encarnación tomaba caguama caliente en bolsa de plástico y fumaba una mota malísima, bajo cuyos efectos logró ligarse a sus primeras morritas.
Para cuando Encarnación Leydelmonte terminó la prepa y entró a la facultad de Economía, Vomit From Heaven se había disuelto. Galaor se había ido de mochilazo a Europa y a Encarnación, que hasta entonces le había valido un reverendo carajo el mundo en donde vivía, le empezó a dar por el activismo político. Se volvió zapatista y militante antiglobalización y su figura fue infaltable en las manifestaciones contra McDonalds y la Embajada americana. Como activista de izquierda maduro, ya no le daba tanto por el hard core punk y se inclinaba más por la trova, sin despreciar a Bob Marley. La mota que fumaba ya no era tan mala, pues era pura hierbita de invernadero regada con leche. Para quinto semestre, Encarnación consiguió el puesto de vicepresidente de la combativa sociedad de alumnos de Economía.
Su labor como líder estudiantil y activista de izquierda, le valió ser invitado a las juventudes del PRD y cuando egresó de Economía a los 23 años, consiguió un puesto como analista en la Secretaría de Finanzas de su perredista municipio. Con sus primeros sueldos profesionales, Encarnación se olvidó de la cerveza barata y empezó a aficionarse a los buenos vinos. Aunque era progresista y globalifóbico, no estaba peleado con los buenos restoranes a donde llevaba a cenar a Rosalía, su prometida en matrimonio, ni tampoco sintió traicionar las causas populares cuando se embarcó enganchando un jetta del año.
Para el trienio siguiente, Encarnación logró colarse como suplente de regidor en la planilla del nuevo alcalde perredista. Aunque era un funcionario de media tabla, su nueva posición le permitió meter su cuchara en algunos contratos de obra pública y permisos para venta de licor. Encarnación seguía fumando de vez en cuando su motita de invernadero, aunque con sus nuevas amistades era un poco más común el pasecito de coca y los vasos de Chivas en antros lounge donde tocaban musiquita electrónica light. Encarnación se había olvidado de Silvio Rodríguez y era feliz escuchando cosas como Radiohead o Coldplay. Un par de veces viajó al festival Coachella, meca de las banditas alternativas que más disfrutaba. Seguía declarándose indigenista y antiglobalización, aunque hacía muchos años que no se paraba en una manifestación.
Encarnación se casó con Rosalía a los 30 años y aunque se declaraba agnóstico “open mind”, eso no fue impedimento para tener una boda católica y bautizar a su primer hijo. Su suegro, con buenas conexiones en el Gobierno Federal, lo convenció para renunciar al PRD e ingresar al Verde Ecologista en donde logró colarse como regidor titular en una planilla ganadora en coalición con el PRI. Como regidor verde-priista, Encarnación promovió algunas iniciativas como sacar a los comerciantes mixtecos del centro, penalizar la prostitución homosexual e impulsar apoyos oficiales con recursos públicos para la Fundación Ronald Mc Donald. Los contratos de obra pública con dedicatoria y los permisos para venta de licor con horas extras siguieron alimentando su alcancía. Para entonces era asiduo a los tables caros y sus dosis de Chivas y coca dejaron de ser asunto de fin de semana, para convertirse en pasatiempo diario. Su energía sexual estaba consagrada a un par de teiboleras y apenas conservaba algunas castas caricias para su esposa Rosalía.
Fue un próspero empresario de los giros negros quien convenció a Encarnación de afiliarse al Partido Nueva Alianza, que iría en colación con el PAN para la próxima elección. Para concretar su afiliación al partido de Elba Esther Gordillo, Encarnación convocó a una rueda de prensa en donde se rasgó las vestiduras afirmando que su único compromiso político sería siempre con la educación de calidad para los niños mexicanos. Ya como militante del Panal, Encarnación logró ser incluido como diputado plurinominal. El problema fue que la coca y el Chivas ya le estaban pasando la factura. Taquicardia, hipertensión, diabetes y una amenaza de infarto obligaron al diputado Leydelmonte, de 41 años de edad, a internarse en una clínica cara de rehabilitación en donde pudo superar sus vicios.
Para su fortuna, su proceso de desintoxicación pasó inadvertido a la prensa y pronto pudo retomar su curul en San Lázaro convertido en un hombre nuevo. Ahora Encarnación presume en donde puede su calidad de abstemio y condena con furia a los viciosos. Ha empezado a practicar yoga, budismo zen y se ha convertido en vegetariano, adicto a la comida orgánica, tendencia que está de lo más inn entre la alta sociedad con la que se relaciona. Aunque como diputado sigue siendo gestor de permisos para antros, tugurios y licitaciones irregulares, se ha olvidado de los tables y las teiboleras. Ahora disfruta más estando con Macario, su chofer y escolta, un ex agente de la PFP de 26 años de edad con vientre plano y falo de proporciones respetables. Macario lo acompaña a los restoranes vegetarianos y hasta ha aprendido a hacer yoga, con posiciones que hacen lucir de maravilla su cuerpo atlético. Sus sesiones de meditación suelen concluir en los moteles de la carretera.