BIBLIOTECA DE BABEL
La chica que soñaba con un cerillo y un galón de gasolina
Stieg Larsson
Por Daniel Salinas Basave
El pesadísimo e incómodo lastre de las segundas partes que (casi por definición) nunca son buenas, yace sobre la segunda novela de la trilogía Millenium de Stieg Larsson.
En el anterior número de InfoBaja, reseñamos en Biblioteca de Babel Los hombres que no amaban a las mujeres, primera obra de esta trilogía que está batiendo marcas de lectura en Europa y que llegó este año a México para colocarse rápidamente entre los más buscados en todas las librerías. En medio de un escaparte editorial donde los conspiradores del Priorato de Sión y los Drácula de preparatoria acaparan la pasarela comercial, irrumpe de repente un periodista sueco con una atípica pareja detectivesca integrada por Mikael Blomkvist y Lisbeth Salander, un reportero de investigación y una hacker marginada, versión moderna y disfuncional de unos escandinavos Sherlock Holmes y Watson. Sí, con todo y lo sui generis de sus personajes, la primera entrega de Larsson es respetuosa de los cánones de la novela negra con un típico dilema de habitación cerrada, escenificada en una pequeña isla sueca. Dentro de esta habitación, o dentro de esta isla, está el asesino ¿Quién fue? Como thriller, Los hombres que no amaban a las mujeres es simplemente redonda. Un gran debut, muy complicado de superar. La segunda entrega, titulada en México La chica que soñaba con un cerillo y un galón de gasolina carga a cuestas con la gigantesca sombra de su antecesor. Si bien la novela tiene asegurados cientos de miles de lectores que llegarán a ella fascinados por esa grata sorpresa que fue el primer libro, esa circunstancia condena a La chica que soñaba con un cerillo y un galón de gasolina a enfrentarse de entrada a la odiosa y obvia comparación, que para nada le favorece. El inicio de la segunda parte es un tanto más lento y da la impresión de que las primeras cien páginas son de simples preámbulos, como si el autor dudara antes de entrar en materia y agarrar el toro por los cuernos. Para empezar, vale la pena advertir y puntualizar que, si bien son obras diferentes, para leer esta segunda novela es muy recomendable, por no decir necesario, haber leído la primera. No es exactamente una continuación ni se puede decir que el primer libro haya quedado en puntos suspensivos, pero aún así es complicado involucrarse si no se tiene el antecedente. Vaya, en el hipotético caso de que un lector empiece por la segunda parte sin tener idea de lo que sucedió en la primera, le va a costar un poco de trabajo encontrar el sentido de los personajes y sus circunstancias. En el primer número Mikael Blomkvist, un reportero recién condenado por difamación y Lisbeth Salander, una hacker declarada disfuncional y retrasada por la psiquiatría, resuelven un añejo misterio dentro una tradicional familia de empresarios de provincia. En la segunda parte encontramos a Lisbeth Salander autoexiliada en el Caribe, concretamente en la Isla de Granada, entregada por hobby a la resolución de ecuaciones matemáticas. Mikael, convertido en estrella del periodismo de investigación, disfruta de su éxito y se prepara para apadrinar un nuevo reportaje. Si en el primer número su gran reportaje fue sobre las trampas, especulaciones y evasiones fiscales de un célebre industrial sueco, ahora el tema será mucho más espinoso, pues tratará sobre el tráfico de mujeres de los países de la antigua Unión Soviética a Suecia, donde son explotadas como esclavas sexuales. Adolescentes, casi niñas, oriundas de repúblicas bálticas como Letonia o Estonia, llegan Suecia en medio de una red de omisiones y complicidades. El tema, por cierto, recuerda muchísimo a La falsa pista, un gran thriller del también sueco Henning Mankell, consagrado mucho antes que Larsson. El problema es que para llegar al principio de esta investigación, el lector debe atravesar cien páginas entre los pasatiempos matemáticos de Salander. No solo la trama de esta segunda novela es distinta a la primera, sino también la estructura. En lo personal, me agrada que en esta ocasión, Mikael se desempeña más como periodista de investigación que como detective. De hecho, si algo me gusta de esta trilogía de Larsson, es que es una suerte de homenaje al reportaje profundo, al periodismo quijotesco de denuncia y revelación. Larsson fue un periodista y su héroe también lo es. Por obvias razones tratándose de una novela policial, no incluiremos en esta reseña dato alguno que pueda revelar en lo más mínimo la resolución de la trama. Baste señalar que aunque el inicio es un poco lento e indefinido, Larsson endereza el camino y el lector paciente acabará tan hipnotizado como en el primer libro. ¿Segundas partes no son buenas? Tal vez sea una expresión injusta, pues la estructura es diferente, pero es innegable que esta segunda parte no pudo superar a la primera. Como dato curioso, vale la pena señalar que es la primera vez que encuentro una novela cuyo título en español es diferente en España y México. De entrada, la traducción del sueco al inglés fue The girl who played with fire (la chica que jugaba con fuego) En España se editó como La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina. Con ese título en la portada llegó la primera edición a México, pero vaya sorpresa, en la nueva edición mexicanizada se cambió cerilla por cerillo y bidón por galón. Curiosidades de la edición y los traductores. Si la obra se vuelve de culto, los coleccionistas van a tener tarea para entretenerse.