El regreso del idiota
Plinio Apuleyo Mendoza
Carlos Alberto Montaner
Álvaro Vargas Llosa
Editorial Debate
Por Daniel Salinas Basave
No es lo común iniciar la crítica de un libro priorizando la forma sobre el fondo, pero en esta ocasión me parecen tan aberrantes los errores cometidos, que considero necesario lanzar la advertencia desde el primer párrafo. Este libro está plagado de errores de dedo, de concentración y de imprenta. No se trata de ser quisquilloso, pues después de todo hasta en las mejores editoriales se cuela por ahí alguna letra de más o de menos, pero en este caso parece excesivo. Vaya, cuando se encuentran más de 60 errores en una edición, me resulta indispensable señalarlo. Digamos que en un periódico, tundiendo teclas a mil por hora con el tiempo del cierre encima, los errores humanos no se justifican, pero por lo menos se entienden. Pero una editorial que se supone seria como Debate y con unos autores que supongo idolatran la calidad total, los cero errores en el producto y de más credos capitalistas, tantas fallas resultan aberrantes. La que leí es una edición muy descuidada. Un ejemplo nada más: En el capítulo dedicado a López Obrador, los autores usan indistintamente PRD o PDR en un mismo párrafo, no una sino varias veces. ¿Qué acaso nadie les dijo cómo se llama el partido? Palabras cortadas, letras comidas y graves errores de concentración propios de una tarea preparatoriana. La verdad es que en un libro prologado por el mismísimo Mario Vargas Llosa (papi tenía que entrar a apadrinar a su junior con el prólogo) esto resulta ofensivo.
Bueno, aclarado este punto, vamos ahora sí al fondo del libro. Hace poco más de diez años, estos mismos autores escribieron el “Manual del perfecto idiota latinoamericano”, un texto en el que se daban a la tarea de ridiculizar los clichés patrioteros izquierdistas de Latinoamérica. Ese manual era en cierta forma una respuesta a la Biblia de los zurdos sudacas “Las venas abierta de América Latina” de Eduardo Galeano, quien es colocado en el contexto como el perfecto idiota. Diez años después, los idiotas latinoamericanos denostados por los autores como caducos y prehistóricos, se apoderaron de buena parte del Continente, en donde se ha vivido una epidemia de gobiernos de centro-izquierda. Los autores entonces se sintieron obligados a escribir una segunda parte para explicar cómo en los últimos años sus idotas se apoderaron del gobierno. Este libro, hay que advertirlo, se dedica a criticar, pero tiene muy poco de auto crítico. Cierto, debo confesar que en lo personal coincido con muchas de las ideas y críticas expresados por los autores. Después de todo, personajes como Hugo Chávez (el máximo idiota según los autores) Andrés Manuel López Obrador u Ollanta Humala no necesitan que los critiquen. Solitos se las arreglan para ahorcarse y hacerse pedazos con su jurásica retórica demagógica, su culto a la personalidad y su absoluta intolerancia hacia la divergencia, misma que contagian a sus seguidores, más cerrados de mente que un talibán. Cierto, el idiota latinoamericano es un personaje muy caricaturizable, un personaje que en el mejor de los casos genera ternura por su romanticismo indigenista y en el peor franca repulsión por su cerrazón propia de mojigato, su adoración rayana en la ciega idolatría a su respectivo caudillo y su ordinario odio cliché a la burguesía, Estados Unidos y el mercado libre. El problema es que los autores no parecen tener la capacidad de criticar aquello contra lo que se rebela el idiota. ¿Qué nos ofrecen Vargas Llosa y compañía? ¿El paraíso del mercado libre como la única salida posible? Esa parece ser su única conclusión. Quienes no se abracen al cielo neoliberal y no privaticen todas sus empresas están condenados. Tal vez no se dan cuenta que si Latinoamérica se llenó de idiotas en el poder, fue porque los privatizadores 90 fueron una fábrica de miseria. Los caudillos radicales sólo pueden surgir en escenarios de extrema insatisfacción y en su afán de condenar idiotas, los autores acaban pecando de idiotez.
Plinio Apuleyo Mendoza
Carlos Alberto Montaner
Álvaro Vargas Llosa
Editorial Debate
Por Daniel Salinas Basave
No es lo común iniciar la crítica de un libro priorizando la forma sobre el fondo, pero en esta ocasión me parecen tan aberrantes los errores cometidos, que considero necesario lanzar la advertencia desde el primer párrafo. Este libro está plagado de errores de dedo, de concentración y de imprenta. No se trata de ser quisquilloso, pues después de todo hasta en las mejores editoriales se cuela por ahí alguna letra de más o de menos, pero en este caso parece excesivo. Vaya, cuando se encuentran más de 60 errores en una edición, me resulta indispensable señalarlo. Digamos que en un periódico, tundiendo teclas a mil por hora con el tiempo del cierre encima, los errores humanos no se justifican, pero por lo menos se entienden. Pero una editorial que se supone seria como Debate y con unos autores que supongo idolatran la calidad total, los cero errores en el producto y de más credos capitalistas, tantas fallas resultan aberrantes. La que leí es una edición muy descuidada. Un ejemplo nada más: En el capítulo dedicado a López Obrador, los autores usan indistintamente PRD o PDR en un mismo párrafo, no una sino varias veces. ¿Qué acaso nadie les dijo cómo se llama el partido? Palabras cortadas, letras comidas y graves errores de concentración propios de una tarea preparatoriana. La verdad es que en un libro prologado por el mismísimo Mario Vargas Llosa (papi tenía que entrar a apadrinar a su junior con el prólogo) esto resulta ofensivo.
Bueno, aclarado este punto, vamos ahora sí al fondo del libro. Hace poco más de diez años, estos mismos autores escribieron el “Manual del perfecto idiota latinoamericano”, un texto en el que se daban a la tarea de ridiculizar los clichés patrioteros izquierdistas de Latinoamérica. Ese manual era en cierta forma una respuesta a la Biblia de los zurdos sudacas “Las venas abierta de América Latina” de Eduardo Galeano, quien es colocado en el contexto como el perfecto idiota. Diez años después, los idiotas latinoamericanos denostados por los autores como caducos y prehistóricos, se apoderaron de buena parte del Continente, en donde se ha vivido una epidemia de gobiernos de centro-izquierda. Los autores entonces se sintieron obligados a escribir una segunda parte para explicar cómo en los últimos años sus idotas se apoderaron del gobierno. Este libro, hay que advertirlo, se dedica a criticar, pero tiene muy poco de auto crítico. Cierto, debo confesar que en lo personal coincido con muchas de las ideas y críticas expresados por los autores. Después de todo, personajes como Hugo Chávez (el máximo idiota según los autores) Andrés Manuel López Obrador u Ollanta Humala no necesitan que los critiquen. Solitos se las arreglan para ahorcarse y hacerse pedazos con su jurásica retórica demagógica, su culto a la personalidad y su absoluta intolerancia hacia la divergencia, misma que contagian a sus seguidores, más cerrados de mente que un talibán. Cierto, el idiota latinoamericano es un personaje muy caricaturizable, un personaje que en el mejor de los casos genera ternura por su romanticismo indigenista y en el peor franca repulsión por su cerrazón propia de mojigato, su adoración rayana en la ciega idolatría a su respectivo caudillo y su ordinario odio cliché a la burguesía, Estados Unidos y el mercado libre. El problema es que los autores no parecen tener la capacidad de criticar aquello contra lo que se rebela el idiota. ¿Qué nos ofrecen Vargas Llosa y compañía? ¿El paraíso del mercado libre como la única salida posible? Esa parece ser su única conclusión. Quienes no se abracen al cielo neoliberal y no privaticen todas sus empresas están condenados. Tal vez no se dan cuenta que si Latinoamérica se llenó de idiotas en el poder, fue porque los privatizadores 90 fueron una fábrica de miseria. Los caudillos radicales sólo pueden surgir en escenarios de extrema insatisfacción y en su afán de condenar idiotas, los autores acaban pecando de idiotez.