Pasos de Gutenberg
Murania
Alejandro Pérez Cervantes
Fondo Editorial Tierra Adentro
Por Daniel Salinas Basave
Todo escritor alberga un territorio mítico en algún rincón de su imaginación. En algunos casos ese territorio emerge, es nombrado y se materializa en pueblo, tierra incógnita, dama de los pensamientos o concepto de infinitas cabezas. Cuando ese concepto metamorfea en palabra, el vocablo acaba por convertirse en tatuaje literario. Pienso en la Yadivia de Gerardo Ortega, el Macondo de García Márquez, el Yoknapatawa de Faulkner o en la Daxdalia de cierto loco. Hace un par de semanas conocí Murania, el territorio obsesión de Alejandro Pérez Cervantes, un escritor y artista plástico de Coahuila. Murania es de entrada un paraje huidizo, agreste, que se resiste a ser asimilado. Murania es el título de una canción, pero es también una inscripción en un cenicero, un grabado en una piedra, el nombre del polvo, la última palabra que escucha un hombre antes de morir. Lo primero que me sorprendió y quebró en algo mis expectativas sobre la obra de Pérez Cervantes, es que el libro llegó a mí como el ganador del concurso de cuento Julio Torrí. Imaginé un cuentista ortodoxo, con la magia y los cánones de un Poe o Quiroga o del propio Torrí, pero la realidad es que Murania no es un libro de cuentos y si me apuran es más bien una novela fragmentada, algo así como un pariente deforme de “La frontera de cristal” de Carlos Fuentes. Destinos inciertos cruzados en el abismal vacío de la zona fronteriza.
El cuento como unidad independiente e indivisible no existe aquí. Sí hay en cambio una extrema vocación lírica. Sus páginas están plagadas de símbolos e imágenes. De hecho, parece que el autor se obsesionó demasiado con la construcción de su prosa poética dejando en segundo plano la trama y la estructura narrativa. De entrada, el libro me remite a un clásico tan raro como extraordinario como es “Vidas imaginarias” de Marcel Schwob, texto que llegó a mis manos vía mi colega Fausto Ovalle. La apuesta por la biografía de personajes ficticios es rara y en ese sentido, este libro es un digno ahijado de la fascinante obra de Schwob. Vaya, lo de las vidas cruzadas no es ninguna novedad, pero sí me parece innovadora la apuesta por el esquema de un diccionario biográfico de ficción.
En entrevista con su paisano Jaime Muñoz Vargas, Pérez Cervantes afirma que él concibe a Murania como “la historia de una palabra, cómo esta palabra acoge diversos significados a través de diversas vidas, cómo el equívoco construye las verdades que buscamos con tanta terquedad”.
También señala el autor que prefiere sentir a Murania como un “western espiritual, una genealogía y un diccionario onírico”.
Murania es una atípica novela de frontera y migración, no exenta por desgracia de algunos lugares comunes y estereotipos propios de la región, en donde la ficción coquetea con el surrealismo y los sueños acaban por ganarle el terreno a la realidad. Lo fascinante es que el diccionario biográfico no se limita a los hechos concretos de seres de carne y hueso, sino que incluye al final una biografía de sus sueños. Al final de cuentas, vale la pena reflexionar y preguntarse ¿Cuál es la verdadera historia de la vida de un ser humano?
Murania
Alejandro Pérez Cervantes
Fondo Editorial Tierra Adentro
Por Daniel Salinas Basave
Todo escritor alberga un territorio mítico en algún rincón de su imaginación. En algunos casos ese territorio emerge, es nombrado y se materializa en pueblo, tierra incógnita, dama de los pensamientos o concepto de infinitas cabezas. Cuando ese concepto metamorfea en palabra, el vocablo acaba por convertirse en tatuaje literario. Pienso en la Yadivia de Gerardo Ortega, el Macondo de García Márquez, el Yoknapatawa de Faulkner o en la Daxdalia de cierto loco. Hace un par de semanas conocí Murania, el territorio obsesión de Alejandro Pérez Cervantes, un escritor y artista plástico de Coahuila. Murania es de entrada un paraje huidizo, agreste, que se resiste a ser asimilado. Murania es el título de una canción, pero es también una inscripción en un cenicero, un grabado en una piedra, el nombre del polvo, la última palabra que escucha un hombre antes de morir. Lo primero que me sorprendió y quebró en algo mis expectativas sobre la obra de Pérez Cervantes, es que el libro llegó a mí como el ganador del concurso de cuento Julio Torrí. Imaginé un cuentista ortodoxo, con la magia y los cánones de un Poe o Quiroga o del propio Torrí, pero la realidad es que Murania no es un libro de cuentos y si me apuran es más bien una novela fragmentada, algo así como un pariente deforme de “La frontera de cristal” de Carlos Fuentes. Destinos inciertos cruzados en el abismal vacío de la zona fronteriza.
El cuento como unidad independiente e indivisible no existe aquí. Sí hay en cambio una extrema vocación lírica. Sus páginas están plagadas de símbolos e imágenes. De hecho, parece que el autor se obsesionó demasiado con la construcción de su prosa poética dejando en segundo plano la trama y la estructura narrativa. De entrada, el libro me remite a un clásico tan raro como extraordinario como es “Vidas imaginarias” de Marcel Schwob, texto que llegó a mis manos vía mi colega Fausto Ovalle. La apuesta por la biografía de personajes ficticios es rara y en ese sentido, este libro es un digno ahijado de la fascinante obra de Schwob. Vaya, lo de las vidas cruzadas no es ninguna novedad, pero sí me parece innovadora la apuesta por el esquema de un diccionario biográfico de ficción.
En entrevista con su paisano Jaime Muñoz Vargas, Pérez Cervantes afirma que él concibe a Murania como “la historia de una palabra, cómo esta palabra acoge diversos significados a través de diversas vidas, cómo el equívoco construye las verdades que buscamos con tanta terquedad”.
También señala el autor que prefiere sentir a Murania como un “western espiritual, una genealogía y un diccionario onírico”.
Murania es una atípica novela de frontera y migración, no exenta por desgracia de algunos lugares comunes y estereotipos propios de la región, en donde la ficción coquetea con el surrealismo y los sueños acaban por ganarle el terreno a la realidad. Lo fascinante es que el diccionario biográfico no se limita a los hechos concretos de seres de carne y hueso, sino que incluye al final una biografía de sus sueños. Al final de cuentas, vale la pena reflexionar y preguntarse ¿Cuál es la verdadera historia de la vida de un ser humano?