Eterno Retorno

Saturday, February 02, 2008

La Revolución en tiempos tristes

Decidí hacer un recorrido periodístico y sobrio por la Revo en tiempos del blindaje, el miedo y la recesión. Lo que encontré fue un cadáver de ocho cuadras donde la música suena para hacer bailar a las moscas.


Por Daniel Salinas Basave
dsalinas@frontera.info

La calle Revolución, dicen, está blindada, vigilada en forma permanente por la Policía Municipal; el problema es que ya no hay nadie a quien vigilar.
Cierto, ya no se registran delitos, pero la verdad es que tampoco hay demasiados turistas a quienes los malandros y policías (sinónimo al fin y al cabo) puedan asaltar.
La noche del viernes 1 de febrero realicé un recorrido por la avenida más célebre y antigua de Tijuana, el típico recorrido que haría un turista que cruza a píe la línea internacional y camina del sitio de los taxis amarillos hacia la plaza Viva Tijuana, cruza el puente rumbo al andador turístico para después llegar al Reloj Monumental e iniciar la tradicional caminata por la “Revo”.
El recorrido que decenas de millones de visitantes han hecho en un siglo de historia tijuanense nunca había resultado tan desolador como en el invierno del 2008.
Cantineros, “jaladores”, vendedores ambulantes y taxistas coinciden en su diagnóstico: La Revolución nunca antes había estado tan muerta.
Desde el Reloj Monumental hasta la Calle Nueve hay muchas más puertas cerradas que abiertas y aquellos que se animaron a abrir ven transcurrir la noche sin que siquiera las moscas se aparezcan.
“Aquí está muerto, aquí nomás vengo a pasar frío, porque la noche se me va así como empecé, sin nada, llevo años viniendo aquí a trabajar y por mi madre que nunca antes había estado tan muerto”, afirma Gloria Lucio, quien vende chicles y cigarros afuera de los antros.
“La gente ya no quiere salir, no quiere venir, allá en el otro lado tienen miedo, se imaginan que aquí va a ser peor que Irak”,afirma Genaro Ruiz, quien tiene un carrito de hot dogs en la calle séptima.

Tiempos violentos

Son los tiempos de la inseguridad y la recesión estadounidense, es el primer fin de semana de la historia en que los “gringos” tendrán que mostrar un documento para regresar a su país y la avenida más turística de Tijuana resiente en sus entrañas el “coletazo”.
Las patrullas circulan en forma permanente por la avenida con las torretas prendidas mientras algunos agentes la recorren a píe deteniéndose afuera de los antros de vacíos por si la desolación requiere vigilancia.
El blindaje no es tan evidente y asfixiante, pues la presencia de los uniformados es discreta, aunque la realidad es que ya no se ven por los alrededores los típicos carteristas, “chneros” y “puchadroes” de cristal y marihuana.
La Secretaría de Seguridad Pública presume haber reducido en un 95% los delitos en la Zona Centro, mientras el alcalde Jorge Ramos Hernández repite diariamente que su administración ha recobrado el área para los tijuanenses y los turistas.
Pero bajo la opinión de los comerciantes el blindaje ha llegado demasiado tarde, pues la decadencia de la zona ha tocado su punto más bajo en un siglo.
El pavor al secuestro, a la extorsión policial, la falta de dinero, las largas filas y ahora la carencia de pasaporte, han ahuyentado a los turistas.
La Revolución se “muere” de aburrimiento y de frío, de tedio y desesperanza mientras las bocinas de los antros revientan escupiendo rap, rock y reaggeton que retumba en una banqueta desolada.
Los infaltables “jaladores” hacen hasta lo imposible por conseguir que alguien entre al antro en cuestión presumiendo las bondades y delicias de las chicas de la variedad, pero a su alrededor sólo hay vacío, fantasmas de una época que se fue.
Puertas de lámina bajadas, locales abandonados hace meses o hasta años, letreros de “se renta” y luces apagadas es el paisaje del corazón de la vida nocturna tijuanense un viernes al filo de la media noche.
Torito Pub, Río Rita, Césars Palace lucen sus mesas vacías y hasta los insistentes “jaladores” han perdido el entusiasmo, pues los pocos que caminan frente a los antros no tienen la más mínima intención de entrar.

Un poco de vida

Lo poco de vida que queda en la Revolución se debe a los sitios enfocados a la clientela local.
Disco-bar Las Pulgas, con su eterna variedad de conjuntos norteños, tiene garantizada la audiencia, aunque hace tiempo no se ven esas filas que daban vuelta a la cuadra.
También hay vida en el bar “El Turístico” de la Plaza Santa Cecilia, el “kinder” de la Zona Centro, atiborrado de adolescentes preparatorianos o recién ingresados a la universidad que hacen sus pininos con la cerveza, aunque nunca falte por ahí uno que otro viejo nostálgico colado entre la juventud.
Resistiendo al embate de los tiempos violentos y las amenazas recesivas, el Dandy del Sur sobrevive en la Calle Sexta como una isla de calor y abundancia.
Inmortalizada en la célebre canción del Colectivo Nortec, convertida en segundo hogar por decenas de fieles parroquianos y últimamente en lugar “fashion” por la juventud de la “Chapu” e Hipódromo, el Dandy le saca la lengua a la crisis.
También La Estrella Bar, donde las abuelitas que nacieron en los tiempos de la crisis de 1929, bailan alegres sobre las amenazas de crack bursátil y el pavor al plagio.
Pero en todos estos sitios la clientela es habitante de Tijuana y los turistas de “cartera gorda” rara vez se aparecen por ahí.
Como herencia sólo quedan leyendas de la Avenida A, de la época de la ley seca Estados Unidos, del glamour gangsteril de Al Capone y Rita Hayworth y los fantasmas de marinos que olvidaban la guerra de Corea entre cervezas heladas de 99 centavos, cuando Tijuana era una fiesta, un eterno cuerno de la abundancia, una tierra prometida.
Cuando la alegre borrachera tijuanense ni siquiera presentía su transformación en cruda asesina.