Todo apesta a profecía, a negros heraldos, a certeza del fin. Tal vez un Starbucks en San Pedro Garza García un jueves a las 18:00 no sea el sitio ideal para intuir el Apocalipsis. Pero mientras los regios chapotean en los miasmas narcicísticos de su frivolidad y beben sus cafés frente a sus lap tops, yo siento el aliento de las bestias acechando desde las nubes. Tal vez, en alguna tarde de 1908, los aristócratas porfirianos se embriagaban de vida bella sin oler la pólvora del fusil revolucionario. El 2008 será el peor año de nuestras vidas. El despotismo y la ausencia de libertades son ficciones románticas incapaces de desatar revueltas, pero si a la clase media le quitas el sustento tarde o temprano se te hará pedazos el país. Fueron las medidas fiscales de Necker y no la frivolidad de María Antonieta lo que sacó al pueblo francés a arrasar la Bastilla el 14 de julio. La reforma fiscal será la tumba de la paz. El 1 de enero de 2008 comienza el principio del fin de este falso idilio democrático. Lo de la revolución del 2010 me parecía una necedad de cegehacheros. Hoy lo veo más probable que nunca. La fuerza productiva del país, su columna vertebral de profesionistas será desangrada por Carstens y sus medidas. México y el Mundo vivirán una cirugía mayor, dolorosa, sangrante. Tomaba mi te verde helado y palpaba la decadencia. No hace falta ser Nostradamus para oler la cercanía de cataclismos naturales y humanos, tormentas, inundaciones, clasemedieros desposeídos, fuga de capitales, falta de agua. Pobreza rampante. Los jinetes apocalípticos correrán una carrera sobre nuestras vidas en el 2008. Vamos a sufrir mucho. Mientras tanto Monterrey está en enferma y sus perfumes están podridos. Su vanidad hiede. Monterrey es una fina ramera moribunda, que cubre sus llagas sifilíticas con maquillaje de lujo y su boca desdentada con diamantes.
Friday, November 30, 2007
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