Eterno Retorno

Monday, July 02, 2007

Morir en el golfo
Héctor Aguilar Camín
Cal y arena

Por Daniel Salinas Basave

La relectura es un vicio incurable que obedece a extraños e incomprensibles caprichos. Sería fácil caer en la trampa de pensar que sólo se releen aquellos libros imborrables que calaron hondo y dejaron huella. “Morir en el golfo” de Héctor Aguilar Camín no es una obra fuera de serie ni alcanzaría un lugar en la extensa lista de ejemplares que me llevaría a esa improbable isla desierta de la que todos hablan. Pero algo debe haber tenido ese libro que fue capaz de atraparme de nuevo, más de diez años después de su primera lectura. Una tarde de domingo, husmeando en los libreros del pintor Francisco Cabello, di con el ejemplar de quinta edición en “Cal y arena” y así como no queriendo mucho la cosa, metí diente y en cuestión de minutos ya estaba enfrascado en deliciosa relectura. Luego entonces, algo tendrá el libro que fue capaz de atraparme de nuevo, pese a la desconfianza natural que me inspira Aguilar Camín. Las malas lenguas dicen que “Morir en el golfo” fue una novela por encargo patrocinada por un mecenas llamado Carlos Salinas de Gortari. Si no fue encargada, por lo menos sí fue explotada por el salinismo para exponer los excesos del sindicalismo petrolero. La cruzada salinista contra Joaquín Hernández Galicia “La Quina” requería algo más que armas y buena prensa, por lo que una novela en donde los malos sean los líderes petroleros no cae nada mal. Recuerdo que Mario Bellatin comentó en un taller que uno de los más grandes clichés de la narrativa mexicana es su afán por retratar épocas y entornos políticos específicos. En mi opinión, esos clichés que tan bien se le dan a las plumas nacionales, acaban por salvar e incluso inmortalizar algunas novelas. A falta de atmósfera y personajes con fuerza y luz propia como para ser huérfanos de contextos e independientes de circunstancias específicas, “Morir en el golfo” trasciende por la forma en que retrata una época. Si alguien quiere profundizar en el auge petrolero de los 70 e impregnarse de la atmósfera que rodeó al sexenio de José López Portillo, leer “Morir en el golfo” es una opción más que recomendable. Una época huérfana de creaciones rescatables en todos los ámbitos artísticos, tiene una novela que la retrata a la perfección. Vaya, casi me atrevería a decir, guardando toda obvia proporción, que si “La región más transparente” de Carlos Fuentes es la novela que retrató la época de Miguel Alemán y el aburguesamiento de la Revolución, “Morir en el golfo” es la obra del lópezportillismo. En sus páginas está todopoderoso sindicato de Pemex, el alucine de administrar la riqueza, la “orgía” petrolera interrumpida de golpe y porrazo por la cruda de la crisis, las relaciones “incestuosas” entre prensa y poder. Ahí están fugaces apariciones de “La Quina” y un disfrazo Fernando Gutiérrez Barrios, llamado únicamente el “contacto de Bucareli”. La historia tiene como eje un triángulo amoroso entre un político, un periodista y una mujer que por supuesto es bella, todos bajo la sombra de un líder petrolero que a sangre y fuego se apodera de Poza Rica Veracruz y regiones aledañas De los personajes, ni duda cabe, me quedo con Lázaro Pizarro, el líder redentor que bebe leche búlgara y funda imperios sindicales en la selva veracruzana. El triangulo amoroso entre Rojano, Anabella y El Negro es de plano malogrado, aunque si hay que escoger a alguien, nos quedamos con la chica y no sólo por bella, sino por representar con igual pasión su rol de esposa adúltera y viuda fiel.
Por fortuna, Aguilar Camín no cayó en la tentación de los buenos y los malos. Al final Pizarro puede ser el mártir popular, Anabella y Rojano los burgueses arribistas y “El Negro”, narrador en primera persona, el cuarto poder al servicio de intereses particulares. Pero al final de cuentas me quedo con ese sexenio desperdiciado como el mejor personaje.