Un poco de algo.... de ficción
Hilario Calleja-Alfio Wolf. Eslabones irrompibles, matrimonio indisoluble. Hilario es el tatuaje más visible en la piel de Alfio. Un tatuaje enorme en su cara, una mancha roja en su traje blanco, el latoso espectro que lo visita en pesadillas cada noche, que se aferra a su cuello como un simio, el nombre que una tropa de miles de aduladores jamás podrá pronunciar en su presencia, la pregunta más incómoda que todo reportero guarda en su arsenal.
Y es precisamente su condición de nombre impronunciable lo que garantiza la inmortalidad de Hilario Calleja. Tal vez si se hablara con más naturalidad del asunto en presencia de Alfio, el tema hubiera ido perdiendo importancia, minimizándose, transformándose en un asunto normal. Después de todo, en Tijuana todo puede vestirse con el traje de lo cotidiano. Pero la horda de incontables lamebotas que rodea a Alfio jamás se atreverá a evocar el nombre de Hilario Calleja. Ese nombre duele, mancha, tortura, produce insomnio y agruras y los millones de Alfio Wolf no han alcanzado para borrarlo de una vez por todas de su vida.
Claro, justo es señalar que la memoria de Hilario Calleja no se ha mantenido vigente por arte de magia. Una sociedad tan propensa a la desmemoria como la tijuanense, requiere de un recordatorio permanente, insistente, machacón. Y ha sido Pablo Montenegro quien con los mal pasados años a cuestas y más de una bala incrustada en el cuerpo, se ha encargado de que nadie en Tijuana, empezando por Alfio Wolf, olvide a Hilario Calleja.
Hilario Calleja-Alfio Wolf. Eslabones irrompibles, matrimonio indisoluble. Hilario es el tatuaje más visible en la piel de Alfio. Un tatuaje enorme en su cara, una mancha roja en su traje blanco, el latoso espectro que lo visita en pesadillas cada noche, que se aferra a su cuello como un simio, el nombre que una tropa de miles de aduladores jamás podrá pronunciar en su presencia, la pregunta más incómoda que todo reportero guarda en su arsenal.
Y es precisamente su condición de nombre impronunciable lo que garantiza la inmortalidad de Hilario Calleja. Tal vez si se hablara con más naturalidad del asunto en presencia de Alfio, el tema hubiera ido perdiendo importancia, minimizándose, transformándose en un asunto normal. Después de todo, en Tijuana todo puede vestirse con el traje de lo cotidiano. Pero la horda de incontables lamebotas que rodea a Alfio jamás se atreverá a evocar el nombre de Hilario Calleja. Ese nombre duele, mancha, tortura, produce insomnio y agruras y los millones de Alfio Wolf no han alcanzado para borrarlo de una vez por todas de su vida.
Claro, justo es señalar que la memoria de Hilario Calleja no se ha mantenido vigente por arte de magia. Una sociedad tan propensa a la desmemoria como la tijuanense, requiere de un recordatorio permanente, insistente, machacón. Y ha sido Pablo Montenegro quien con los mal pasados años a cuestas y más de una bala incrustada en el cuerpo, se ha encargado de que nadie en Tijuana, empezando por Alfio Wolf, olvide a Hilario Calleja.