Eterno Retorno

Thursday, December 07, 2006

Chorizo

El chorizo está a la alza y la birria está a la baja. En la final de Futbol Mexicano yo estoy con los Diablos Rojos. Lo siento, pero el Tolo Gallego es un tipo que me cae simpático y aún no dejo de agradecerle como humilló a las rayas hace un año en el tec y por supuesto, estoy feliz de que las haya vuelto a echar fuera en esta ocasión. Quien borra a las rayas merece mi apoyo y agradecimiento. Luego entonces yo estoy con Toluca.

La Ramera del Chivo

Para hablarte de tú con el Infierno no es necesario habitar en las heladas montañas de Noruega. También los pantanos de Louisiana son hogar de hordas demoníacas. Y es que en lo que se refiere a hallazgos blackmetaleros, Goatwhore ha sido para mí la revelación del año. Con las cuatro rolitas que he escuchado en my space tengo para afirmar que hacía un buen rato que no me machacaba los oídos con un Black Metal tan asesino y preciso en su ejecución. Nueva Orleans no es sólo cuna de jazzeros. Esta encarnación infernal prófuga del Katrina es la mejor prueba de ello.

Gallos y ontología tijuanera

Mientras miraba aburrido un bodrio de partido en la cancha del CREA, tuve una suerte de crisis ontológica en torno a la tijuanería. Ya ven, últimamente medito mucho sobre la esencia del ser tijuano.
Tijuana = El desarraigo hecho ciudad, lo efímero encarnado en urbe. La ciudad donde hasta la eternidad es temporal y el para siempre dura unos minutos. Sueños fugaces, castillos de cristal y puñetas mentales sostenidas por llantas y televisores. Tijuana, nuestro fascinante hotel de paso convertido en casa propia.

El partido que fui a ver era una auténtica pastilla para dormir, un ritual de tedio y sopor. Jugaba Gallos Caliente contra Salamanca la semifinal de la Primera A. Desde 1998, cuando Chivas- Tijuana llegó a la final con Yucatán, no había un equipo de la ciudad que llegara tan lejos. Semifinal ya no son enchiladas. Es estar entre los primeros cuatro. Sin embargo el partido era una parodia. Y no, no solo por lo deprimente del espectáculo, sino por todo lo que lo rodeaba, empezando por la falta de fe. La historia de los equipos futboleros de Tijuana es la historia del espíritu de la ciudad. Desde que llegué a aquí hace ocho años, ha habido seis franquicias distintas, seis equipos con distinto nombre y uniforme que a priori saben que aquí no arraigarán, que están de paso, que mutarán de uniforme, de nombre, de sede, que lo de Tijuana es solo un camuflaje temporal. Sus jugadores nunca son de Tijuana, ni viven en Tijuana ni entrenan en Tijuana ni conocen nunca Tijuana. Juegan en un lugar donde en teoría no deberían, en una cosa que simula ser estadio, aunque todos saben que no lo es.
Alcaldes y empresarios hablan de construir un estadio enorme y de primer mundo, pero todos sabemos que es un sueño guajiro, que no se llevará a cabo nunca, que en esta ciudad están prohibidos los símbolos porque los símbolos crean identidad. ¿Cuál es nuestro único símbolo tijuanero? ¿Cuál nuestro único fenómeno de masas capaz de reunir decenas de miles de personas cada día? La línea. Nuestra identidad es un perpetuo movimiento, una fila de carros siempre atascada que cree avanzar a alguna parte, un eterno ya me voy, aunque en la noche regrese, para volverme a ir. La ciudad del por mientras, de la sala de espera en lo que llega esa vida que siempre está en otra parte.
Algunas personas acuden a las tribunas del CREA, la mayoría exiliadas del Centro de la República que aprovechan los boletos gratis, pero olvidan hasta el nombre del equipo ¿Se llama Trotamundos o Nacional? ¿Son los Dorados? Ah, no estos son los Gallos Caliente, pero ya se van, como todos los equipos, como toda la gente. Van y vienen, emigran y retornan. Cuando arriban aseguran que Tijuana es una plaza excelente, llena de futuro para un proyecto sólido, pero seis meses después han cambiado de ciudad, de nombre y de uniforme. Nada más efímero y desechable que nuestros equipos de futbol, tanto como nuestra población. El futbol dice mucho de los pueblos y la breve historia del futbol en Tijuana es la historia del espíritu de nuestra ciudad. Y no, no es el tamaño de los clubes o lo mal que juegan En Argentina hay equipos de tercera división que tienen cien años de antigüedad y un largo historial de generaciones que los han acompañado. En Tijuana si un equipo cumple tres años ya se le considera añejo.
Hay quienes viven exiliados o nacen incluso en el exilio, y sin embargo llevan el arraigo y la identidad de su Itaca en la carne y el alma. En Tijuana puedes vivir cien años y padecerás el desarraigo perpetuo del nómada. En fin, esas cosas piensa uno mientras ve jugar a Gallos Caliente.


Paz en el 2010

Siento decepcionarlos, pero apuesto doble contra sencillo a que no habrá revolución en 2010. Ustedes dicen de a cómo va la apuesta: Botellas de buen whiskocho, de Malbec argentino, unos discos metaleros, una rara camiseta futbolera o de plano una lana. Yo me la juego desde ahora: En 2010 no hay revolución. Venga la apuesta.
La estupidez de los ignorantes en materia de Historia no tiene límites. Me he cansado de escuchar a los falsos profetillas que aseguran habrá una revolución en México en el 2010. Estos tipos aseguran, basados en cierta matemática apocalíptica o en un vaivén de ciclos centenarios, que en México necesariamente estallará la revuelta en ese año. No saben un carajo de la Independencia y la Revolución. Suponen que fueron guerras progresivas, equiparables, conectadas entre sí y que el año de inicio fue decisivo. Me he cansado de explicarles que con o sin Miguel Hidalgo y Grito de Dolores hubiera habido independencia, porque el verdadero libertador de México se llama Agustín de Iturbide. También les he dicho mil veces que 1910 fue el inicio de una revuelta antireleccionista que apenas tuvo relación con lo que los sonorenses de Agua Prieta consumaron en 1920. Pero cuesta hacer entender Historia a los asnos.

Sí, ya se que en 2010, mientras celebremos el bicentenario y el centenario de estos movimientos, habrá más de un pirado que busque iniciar una revuelta. Llámales appos, ezlns, cghs, eprs. Los gusanos tienen múltiples nombres con los que buscan darse importancia. También se que hay una horda de pendejos con demasiados complejos y rencores en sus almas que anhelan un derramamiento de sangre en este país. Me sorprende lo ilusos que llegan a ser ciertos tipos a los que creía un poco más inteligentes. Me sorprende, porque hace falta padecer una juvenil inocencia en plenos treintas o una pendejez congénita para creer que una revolución en México a estas alturas podría servir de algo. Carajo, como si de algo hubiera servido el millón de muertos revolucionario y como si no fuera una ley de vida que toda revolución engendra nuevas oligarquías.