Eterno Retorno

Monday, December 04, 2006

Santanero

En Tijuana sopla el viento. Un Santa Ana que pese al Invierno respeta en algo su tradición de aliento de dragón, aunque por la noche se torna helado. ¿También se llama Santa Ana si es frío? No lo se, pero caminen a la madrugada por la costa tijuanense y sentirán en la piel el aliento de la Reina de los Hielos.
Por la noche el viento golpea con furia en la terraza. La luz se corta y regresa en intervalos. Pedazos y estructuras de quién sabe que material golpean en el pavimento. El viento silba y exige ser escuchado. Nos acompañó todo el fin de semana y esta mañana no tenía intenciones de irse.


Pino en casa

Ya hay Pino de Navidad en casa. Lo compramos el sábado, el día que más fuerte sopló el viento. Fue un milagro que no se volara en la Carretera Escénica donde las ráfagas huracanadas te chicotean el carro. Sano y salvo llegó a casa el arbolito y el domingo nos dimos a la tarea de instalarlo. Bueno, debo confesar que yo dediqué un poco de más tiempo a seguir Belgrano vs Boca que al pino. El gran final del campeonato argentino se alarga una semana más luego del pésimo juego que dieron los bosteros. Contemplar el árbol tiene mucho de hipnótico, máxime si se hace con una cerveza Noche Buena y los villancicos adecuados. Este es, por cierto, el octavo pino que instalamos Carol y yo y es fecha que todavía no aprendo.

Vuelta al GYM

Luego de un año extrema disciplina física, dediqué todo noviembre al desenfreno. Y es que si vas a Argentina, es un crimen no firmar un pacto de alianza con el colesterol. Pasé un mes en Buenos Aires donde un día sí y otro también devoraba suculentas parrillas. Bife de chorizo, morcilla, chinchulines, entraña, vacío. Toda una orgía carnívora, acompañada siempre se suculentos vinos. Visitamos desde parrillas fresas como Estilo Campo en Puerto Madero y La Brigada en San Telmo, hasta parrillitas de barrio, pero la cuestión fue que la carne jamás faltó en nuestra mesa. A ello hay que agregar las pastas, los alfajores, las Quilmes. Sería mentira decir que en Argentina no hice ejercicio, pues hubo caminatas kilométricas. Caminen de Recoleta a Chacarita o de Recoleta a la Boca y verán que si hay unos cuántos kilómetros de por medio. Pero no es lo mismo caminar cigarrito en mano absorto en bucólicas contemplaciones, que una buena rutina de gimnasio. Había postergado mi regreso al Total Fitness, pero esta semana inició con una quemazón de calorías. Por fortuna la condición física no se fue al carajo, aunque no estoy al nivel que llegué a agarrar en verano. Cuestión de dos o tres semanas para que el ritmo cardiaco esté en su punto.

Muro

Durante los meses de octubre y noviembre participé dos veces como invitado en un programa de Radio Uruguay, la estación oficial del gobierno uruguayo y una vez más en una estación de Argentina. El tema a tratar, en los tres casos, era el Muro Fronterizo. Es increíble la conciencia y el rechazo que despierta en Sudamérica el muro de Mister Bush. En Argentina, cada que la gente me preguntaba de dónde era y yo respondía que de Tijuana, me preguntaban por el muro. Estaban realmente consternados e indignados por el asunto. Me preguntaban que si en Tijuana había una férrea resistencia popular y un clima generalizado de rechazo e indignación. Yo les decía que sí, que la gente estaba enojada. No les dije la verdad, porque no quise decepcionarlos. Seamos crudos y realistas. El Muro no es un asunto que quite el sueño a los habitantes de Tijuana. No ha ocupado siquiera el 10% de los espacios en primera plana que ha ocupado el tema del secuestro, por ejemplo y no ha desatado protestas multitudinarias ni actos radicales de rebelión. Sí, están los combativos activistas de siempre, Claudia Smith, Enrique Morones, ambos ciudadanos estadounidenses paradójicamente, pero seamos honestos, no se puede hablar de una multitud indignada. Un tema que nos ha hecho referencia mundial, aquí apenas molesta al tijuanense promedio que lleva su visa láser en la cartera y su chip sentri en el carro.
Por supuesto que todos odian las filas de tres horas y los pases a segunda revisión en la garita que soportan con resignado estoicismo, pero ¿el muro? Otra paranoia más del señor Bush, dirán, pero nada que trastorne nuestra vida más de lo que ya está.
Cuestión de haber estado en la línea el viernes. El destino del país, comentan por ahí, estaba en juego en la tribuna de San Lázaro, pero en esta ciudad el único destino que preocupó fue el de los pocos dólares que había en la cartera y el de la tarjeta de crédito que empeñaría el aguinaldo aún no pagado. Hubo filas de kilómetros para cruzar a San Diego. Más de tres mil tipos a píe soportando calladitos su martirio y unos 20 mil adentro de sus carros, pero el shopping justifica cualquier sacrificio. Justo en Puerta México un grupo de unos diez perredistas eructaba consignas contra Felipe Calderón a través de un alta voz y pronosticaba un pronto derrocamiento y revolución social. ¿Creen ustedes que alguien los peló? ¿Que alguien les hizo el menor caso? Uno que otro se burló de ellos para mitigar el aburrimiento. En pocos lugares la izquierda luce tan hermosamente ridícula como en Tijuana. Cinco imbéciles hablaban de usurpación del poder, de dictadura fascista, mientras decenas de miles de tijuaneros se dirigían a consumar el ritual que más aman en el mundo: Ir de Shopping a San Diego.

Que no me vengan los intelectuales a decir que hay rechazo a las políticas de Bush y que Tijuana, siempre rebelde y contestataria, rechaza el muro. Claro, si te preguntan que si estás de acuerdo con el muro dirás que no, que no te gusta la idea, pero todo quedará en eso, en un simple no tímido, resignado y carente de sustancia. Lo mismo sucede con los migrantes muertos. Ahí están las cruces en la barda y ahí está el tema, siempre tan socorrido para exposiciones artísticas y textos literarios, pero seamos brutalmente honestos: Te vale madre que se hayan muerto cinco mil compas en su intento de cruzar. Yo empezaré a creer en los anti yanquis y en los anti Bush, el día que uno de ellos se pare en la garita, rompa su visa láser y se limpie el culo con ella. El día que en una segunda revisión se le pongan gallitos al migra y le escupan, así de rebelditos como se ponen con los policías mexicanos. Creeré en ellos el día que un payaso como Manú Chau no vaya a tocar a San Diego con boletos a jugosos precios de ticket master. Creeré en ellos el día que esos intelectuales socialistoides no se vayan de nalgas cuando les piden ir a dar una plática a una universidad gabacha. Ahí van todos calladitos a darles las nalgas y los dólares, a soportar tres horas de fila y un rato de humillación.

Anden, rompan su visa láser, los quiero ver. ¿No la rompen? Entonces cállense el hocico.


Democracia ¿Para qué?

El viernes por la mañana mientras veía la función de lucha libre en el San Lázaro me repetí mil veces esta pregunta: ¿Para qué queremos democracia en México? ¿Para qué carajos la queremos?
Conste que no estoy preguntando por qué queremos democracia, pues el utilizar un por en vez de un para te lleva a disertaciones inútiles sobre la autodeterminación de los pueblos, el sufragio efectivo y de más utopías.
Yo prefiero práctico un para. Por y para no es lo mismo y yo no se para qué chingados queremos democracia en esta condenada república nuestra. Si quieren que sea honesto, sería más práctico que no la hubiera. Ahorraríamos millones de pesos y muchos disgustos, aunque acaso la tele no tendría tanto raiting.
Siendo adolescente, El Contrato Social de Rousseau era mi texto político de cabecera. Hoy creo más en el Leviatán de Hobbes. Me he convertido en adulto. Las palabras autoritarismo, militarización, mano dura han dejado de espantarme.
Desde hace mucho me han tachado de facha. Dicen que dentro de mí vive un fascista al que yo no quiero reconocer. Pues bien, ese fascista interno está saliendo del closet y ya no tiene empacho en revelarse como tal, por políticamente incorrecto que resulte.
Paradojas del destino. No soy creyente en Dios, he pasado mi vida entera renegando de la mojigatería y sin embargo estoy feliz con la llegada de Felipe Calderón a la Presidencia. En esta vida se vale ser contradictorio.
La izquierda chilla y teme una presidencia autoritaria. Yo la celebro. Es precisamente lo que deseó. Un gobierno tan autoritario como le sea posible, que se imponga, que sea de hierro. Cuando el país se te está desgajando en las manos como una naranja podrida, necesitas empezar por erradicar a los gusanos y este país está infestado.