Eterno Retorno

Monday, July 03, 2006

Engrosando involuntariamente la legión de abstencionistas

No voté. Por primera vez desde que soy mayor de edad no sufragué en una elección presidencial. Fue materialmente imposible. Podría decir que por mí no quedó, que a las 7:30 de la mañana ya estábamos Carolina y yo afuera de la casilla del Calimax de Playas de Tijuana haciendo fila y que las funcionarias electorales suelen ser por definición estúpidas y atolondradas, pues una hora después aún no le encontraban la cuadratura al círculo y no eran capaces de instalar el sistema. La casilla se instaló a las 9:30 de la mañana, pero para mí, partisano de los medios de comunicación, es un lujo impensable perder dos horas haciendo fila en un día de intenso trabajo.

Para cualquier persona que trabaje en las secciones duras de un periódico, el día de las elecciones es sinónimo de intensa labor. Son largas jornadas de 18 o 20 horas de trabajo. Así ha sido los últimos diez años de mi vida en elecciones estatales y federales en Nuevo León y Baja California, sin embargo siempre me las arreglaba para hacer un huequito y votar con toda la prisa del mundo. Ayer simplemente no se pudo. Carolina sí pudo votar, pero lo hizo hasta las 10:30. Para entonces yo estaba ya inmerso en el fragor de la batalla. Mareas rojas, olas azules, un par de madrizas pandilleriles electoreras en los territorios de Lomas Taurinas, miles de reportes y denuncias, rumores de compra de votos y acarreos, ruedas de prensa emergentes y al final pan con los mismo.
Concluí la jornada alrededor de las 23:00 en el viejo y tenebroso edificio del PRI Municipal de Tijuana en plena Zona Norte saboreando un cocktail de derrota. Debo sincerarme: Disfruté morbosamente con el sufrimiento madracista. Hace dos años, la noche del 1 de agosto de 2004 en el Hipódromo Caliente, las masas aclamaban a Hank y al ritmo del tres, tres, tres, auguraban un Madrazo Presidente. Anoche tragaron unos deliciosos sapos. Lo siento por ellos, pero estoy contento por mi país. Madrazo sí que representaba eso que llaman un peligro potencial para la nación.


Por lo demás, debo confesarles algo: Incluso en la fila de la casilla yo aún no tenía muy claro por quién votaría. Bueno, digamos que tenía demasiado claro por quién No votaría. Mi primera idea clara y concreta de este proceso electoral fue que votaría contra Roberto Madrazo Pintado pues considero que este país ya sale ganando bastante con su derrota. Vista la situación, puedo sentirme afortunado y con motivos de sobra para festejar. Madrazo fue humillado y yo respiro con alivio. Lo peor se evitó. Vivo en una ciudad que funge como laboratorio de lo que sería un México madracista y créanme que no se lo deseo a nadie. Ya he dicho que no soy antipriista, sino antimadracista. Madrazo=Hank. Así de sencilla es esta cruel ecuación que yo deseo evitarle a México y a Baja California.

También tenía más o menos claro que no votaría por AMLO.
Hace un año, incluso algunos meses, todavía consideraba la posibilidad de votar por el tabasqueño. Y no señores, no fui una víctima de la publicidad Anti-Peje. Por el contrario, si algo me motivaba a pensar en él como una opción, era su legión de detractores. Vaya, digamos que para mí la política chilanga me es tan lejana e intrascendente como la política de Guatemala, pero cuando se armó todo el sainete aquel del desafuero y leía a abortos colaboracionistas como Sergio Sirviento, Luis Pazos, el caricaturista ese de mierda Paco Calderón y Enrique Krauze gastar todas sus energías e invertir altas dosis de bilis en atacar a Obrador, yo me dije a mí mismo: Este tipo algo tendrá, debe ser muy bueno para que tanta gente indeseable lo odie. Entonces pensé en votar por él. ¿Y saben cuándo me desencanté? Cuando lo vi en persona. No fueron sus adversarios ni los millones de dólares invertidos en campañas de calumnias los que me predispusieron en su contra, sino él mismo. AMLO fue su peor enemigo ante mí. La impresión que me causó las tres veces que lo vi en Baja California (dos en Tijuana y una en Tecate) fue pésima y diría que cada nueva ocasión era peor. Me repugnó su aspecto físico, su voz, su verborrea, sus maneras tan burdas y obscenas de manipular a masas ignorantes, su desconfianza hacia los medios, su cerrazón, su enemistad con todo lo que huela a transparencia, su intolerancia absoluta, su incapacidad de dialogar y reconocer errores. No me gusta para nada ese tipo. No me da nada de confianza si quieren que sea honesto. Me queda muy claro que no me gustaría verlo como Presidente.

Mis opciones de voto se reducían a dos: Felipe Calderón y Patricia Mercado. En el caso de Patricia me motivaba sobre todo su compromiso proabortista. Defensor a ultranza como soy del aborto, era un gancho fuerte para mí el ver a una candidata pronunciarse a favor de una política de salud pública que bajo mi opinión tanta falta le hace a México y sobre la que los otros candidatos temen tomar partido. Calderón, ya lo he dicho, me parece parco, aburrido, sangrón. Lo he entrevistado tres veces en exclusiva, la última de ellas la semana pasada y puedo decirles que al igual que AMLO no me gusta, pero a diferencia de lo que me sucede con el tabasqueño, el panista me parece una persona más seria y me inspira un poco más de confianza.
Olvídense de ideologías, de credos, de derechas e izquierdas. En este mundo nuestro lo único que de verdad cuenta se llama política económica y, con todo y su patetismo, el tipo que me parece más inteligente o menos malo para llevar nuestra economía a buen puerto se llama Felipe Calderón

Sí, se que es absurdo que un ateo anticlerical como yo le de su voto a un católico tradicionalista, pero creo que este hombre no me obligará a ir a misa ni me prohibirá usar condones. Por lo demás, sólo le pido que mantenga mi economía estable, serenita, creciendo a paso seguro. Eso que en México llaman derecha se identifica con toda una política de valores católicos que yo aborrezco sinceramente, sin embargo lo único que cuenta, lo repito una vez más, se llama política económica y en ese sentido, me identifico más con lom que llaman derecha que con ese amasijo de ridiculeces populistas diseñadas para seducir a un pobrerío iletrado.

Nací en el Norte de México y vivo en el Norte de México. No quiero que comprar un dólar me cueste 20 pesos y no quiero que las millonarias inversiones extranjeras se vayan de mi estado por temor a un populista intolerante y prehistórico, ni quiero poner en riesgo nuestro patrimonio por culpa de una política económica irresponsable y trasnochada. Tal vez si viviera en Oaxaca o en Guerrero mi visión de la vida sería distinta, pero gracias la aleatoriedad o al Dios que no conozco, no he nacido en esas entidades. Soy nativo del otro México, del México norteño. Cada mexicano vela por sus intereses, cada mexicano vota según sus circunstancias y las mías se acomodan más a una economía responsable. Así las cosas, en esta carrera parejera, no me queda más que desear que gane Calderón.


Por lo demás dos derrotas hicieron mi día y me regalaron una inmensa sonrisa este fin de semana: La derrota de Madrazo y la derrota de Brasil. Aún lloro por la derrota del mejor equipo del Mundo, que por si no lo saben se llama Argentina, pero al menos me consuela la eliminación del scratch. ¿A quién le voy para campeón? Mis sentimientos están con Portugal, pero la lógica me dice que veremos la guerra franco-prusiana con idénticos resultados que en 1871. Algo más que Alsacia y Lorena está en disputa el 9 de julio, pero Bismarck siempre fue más inteligente que Napoleón III.