Eterno Retorno

Tuesday, June 06, 2006

Día de la Bestia

Nublado, oscuro, cubierto por la omnipresente neblina tijuanera transcurrió el Día de la Bestia. Todo el 2006 ha sido así. Un largo día oscuro donde hasta en verano hay tardes negras bañadas en húmeda frialdad. En esta tarde se hubiera celebrado el concierto de Slayer y Children of Bodom en Sports Arena de San Diego. Una digna manera de celebrar esta fecha, pero por razones que desconozco se ha pospuesto para el 20 de julio. Todo hace indicar que este día ya no se acabó el Mundo. Lástima, hubiera sido divertido cubrir la noticia y cabecear mañana en primera plana: Acabó la Humanidad. Armagedon finalmente se dignó a venir. Todo ello, por supuesto, aderezado con encuestas ciudadanas (66% de los ciudadanos aprueban el Armagedon. 41% ignoran qué es y 3% no contestó) Opiniones de políticos y empresarios jalando agua a su molino y algunas gráficas con estadísticas, fieles al estilo moderno de nuestro periódico. La nota por supuesto deberá ser mía. Pero el mundo no se ha acabado. No hay noticia de ocho. Ni modo, mataremos de aburrición a nuestros lectores llevando la nota del debate.

Me da risa la actitud gringoide que genera el 666. El apóstol San Juan, delirante y senil en la Isla de Patmos, se reiría de nosotros y nuestras paranoias. ¿Qué carajos significa su 666? Nadie sabe lo que quieren decirnos los ancianos dementes. Tal vez San Juan estaba borracho. Lo mejor que nos ha legado su profecía es esa hermosa canción de Iron Maiden. Lo único que me queda claro es que Satanás no ha pasado de moda, como tanta gente ha pregonado. ¿Que la fiebre satanista era cosa de los setenta? Ja, ja. Satanás y el Heavy Metal están más vivos que nunca y los necesitamos para hacer esta vida un poco menos aburrida. Ahí están las masas haciendo una fila de cuadras para ser los primeros en ver el refrito de The Omen. Si quieren que sea honesto siempre me ha caído bien el Diablo. Desde muy niño el factor Satanás me resultó atrayente. No es hablar de monstruos, de fantasmas, de vampiros y horrores pesadillescos. Esto es punto y aparte. Desde niño me quedó claro que Lucifer se cuece en su propio Infierno, aunque cada vez lo tomamos menos en serio. Una de las dos sedes principales de la Church of Satan de Anton La Vey está a poquitos kilómetros de aquí, en Chula Vista California. La Church of Satan está oficialmente registrada como iglesia en Estados Unidos, exenta de impuestos y con todo tipo de comodidades fiscales. Una payasada más de los payasos gringos. ¿Sacrificios humanos? ¿Niños ardiendo en aquelarres? No señores. Pregúntense por una vez: ¿Cuánta gente ha sido muerta en altares en nombre del Diablo? Creo que son más los que han muerto porque un águila les tiró una tortuga en la cabeza cuando paseaban por el campo. En cambio ¿Cuántos millones de seres han sido masacrados por el dios monoteísta? Sí, ese tal Jehová, Dios o Alá que a fin de cuentas es el mismo tipo, el dios de las Cruzadas, el dios de Bin Laden y de Bush, ese señor que inventaron los judíos, copiaron los cristianos y perfeccionaron los musulmanes. El dios de las guerras santas, de la Jihad, del God Bless América, del In God we Trust. ¿No se les hace que ese dios es un poco más cruel que el Diablo? Lucifer es el típico rebelde al que corren a patadas de su trabajo por sembrar grilla entre los empleados contra el jefe. Lucifer es el que te susurra al oído y te motiva a inconformarte, a cuestionar, a amarte un poquito. Prometí no eructar más sobre religión. Prometí que respetaría un poco estos temas y dejaría de herir susceptibilidades, pero nomás no puedo. Prometí que trataría de creer un poquito en Dios, pero no me sale, no me cabe y sigo pensando que ese señor no existe, ni ha existido nunca, pero como metáfora es pésima. Satanás tampoco existe, pero la diferencia es que como metáfora me gusta muchísimo. Es más, es mi metáfora favorita. Me cae bien el tipejo. Le tengo simpatía como dicen los Rolling.

Debate

En estos momentos el debate de los candidatos presidenciales está siendo transmitido. La tele está a unos diez metros de mí, aquí en la redacción. Roberto Madrazo está hablando. Yo lo oigo, pero no lo escucho. Lo oigo como quien oye el sonido molesto de un abejorro o un ruido de fondo. Empecé a ver el debate, pero a los diez minutos empecé a morir de aburrimiento. Aquí en mi escritorio está el scanner con el que monitoreo la frecuencia de la Policía Municipal en las noches de guardia. Mientras los candidatos hablan de seguridad y respeto a la ley, la frecuencia policíaca eructa lo de todas las noches: Asaltos a tiendas de abarrotes, robos de carros, vendedores poquiteros de cristal y heroína, peleas callejeras, detonaciones de arma de fuego, la triste y aburrida historia de toda noche tijuanense conviviendo con la aún más triste, aburrida e hiperpatética historia de la política mexicana. Cuando era un niño, allá por 1985, seguía con desmedido interés las elecciones estatales en Nuevo León. Fernando Canales vs Jorge Treviño. En 1988 acudí a manifestaciones de Clouthier y Cuauhtémoc Cárdenas y seguía la contienda con emoción extrema. En 1994 me chuté completito el debate de Zedillo, Jefe Diego y Cuauhtémoc con la misma emoción que veo un juego de futbol. Aún con mi magra bolsa de estudiante sub empleado de 18 años, siempre guardaba un dinerito para comprarme revistas como Proceso y no me perdía las notas políticas de los periódicos. De mis 12 a mis 20 años consideré a la política un asunto trascendente y hasta divertido, que influía en mi vida y en mis decisiones. Hoy, en 2006, me dedico profesionalmente al ejercicio del periodismo, desayuno, como y ceno con escándalos políticos, escribo una columna y miles de notas y sin embargo la política me mata de aburrimiento. No estoy viendo el debate y no me interesa verlo. Dentro de unos minutos hablaré con los líderes locales de los partidos políticos para que me den su opinión sobre el debate. Puedo ir escribiendo desde ahora sus opiniones antes de llamarles. Ya se lo que dirán, tengo la fórmula en machote. No me interesa lo que pase en las elecciones. No me interesa en lo más mínimo. Si salgo muy temprano de casa ese día, tal vez tenga tiempo de votar y mi voto será para Patricia Mercado. ¿Por qué? Porque es la única que propone legalizar el aborto y el aborto es precisamente es lo que más necesita este país.

¿Libertad de expresión?

Los valientes periodistas tijuanenses, famosos en todo México por ser quijotes de la pluma que desafían oscuras fuerzas publicando siempre la verdad, tienen una forma muy particular de celebrar el mal llamado Día de la Libertad de Expresión. ¿Saben ustedes qué hacen? Lo celebran con una comilona y hartos regalos que les ofrece un tipo que odia la libertad de expresión y que por paradojas del destino mandó matar a un periodista allá por 1988, un periodista que por cierto era feliz en sus fiestas y disfrutaba sus regalos.
Que paradójico que la forma en que los comunicadores celebren la supuesta libertad de expresión sea recibiendo los lujosos regalos que les ofrece Jorge Hank Rhon. Los altos jerarcas de su gabinete, en afán de tener a los comunicadores comiendo de su mano, les tienen preparados esta noche todo tipo de regalos. Aparatos electrónicos de lujo, viajes, sesiones en spa, terrenos. Sobre mis escritorio está mi flamante invitación para ir a embriagarme con ellos. Hay que llamar a las cosas por su nombre y en el pueblo a eso le llaman chayote.
Uno podría creer que eran cosas del pasado, cuando el indigno maridaje entre medios de comunicación y funcionarios públicos era descarado, abierto y hasta bien visto. Tiempos del absolutismo priista cuando no se podía ni soñar con que hubiera una Ley de Transparencia y cuando todo lo que los reporteros escribían sobre los funcionarios eran alabanzas.
Pero el alcalde Jorge Hank Rhon, hijo de esa tradición, gusta de tener a los colegas de su parte y por ello no escatimará a la hora de agasajarlos con regalos en el mal llamado Día de la Libertad de Expresión. Lo más triste es que con excepción de mis colegas de Zeta y nosotros, los periodistas aman comer de la mano de ese señor. Mañana por la noche tragarán como puercos, se embriagarán y con sus DVD y sus viajes a Acapulco celebrarán vivir en un país tan bonito que permite a los periodistas expresarse libremente, aunque esa libertad jamás la uses, pues consideras que no te sirve de una chinagada. Y mejor no hablemos de los medios que se dan baños de ética pureza, pues hoy en día la libertad de expresión se acaba donde empiezan Urbi y casas Geo.


Malditos sean los circos

Tristes, encadenados a las llantas de un trailer y hacinados entre montones de excremento en un terreno baldío, catorce animales sufren cada día su condición de actores involuntarios del circo Hermanos Vázquez en Playas de Tijuana.
Particularmente triste es la condición en que se encuentra el elefante, encadenado a una corta cadena que apenas le permite un mínimo de movilidad.
Dos de sus patas, una delantera y una trasera, están encadenadas a las llantas de un camión y dado que la longitud de la cadena es apenas superior a un metro, sus posibilidades de moverse están coartadas.
Echado en el suelo, revolcándose en sus propios excrementos, el elefante mira pasar la tarde en espera de que llegue su turno para la función.
En similares condiciones se encuentran las llamas que están atadas con mecates cuya longitud no les permite caminar.
Llamas, cebras, caballos percherones y un mandril comparten el indigno cautiverio.