Frente a mí está Tijuana y uno puedo decir que es una bella vista, pues nuestra ciudad no se distingue por su belleza, pero sí s una vista digamos, diferente. Las alturas siempre impresionan. En el momento en que esto escribo estoy en la suite presidencial del Grand Hotel, nuestras flamantes torres gemelas tijuanenses que serían unos duendes frente a las neoyorquinas (qepd), pero que ostentan el honor de ser el edificio más alto o el menos chaparro de la frontera más visitada del mundo. Estoy aquí porque se supone que en un ratito más voy a entrevistar a Felipe Calderón, pero el abanderado azul trae varias horas de retraso. Esta será la tercera vez en mi vida que platique con Jelipe y si quieren que sea honesto me parece un tipo bastante aburrido. Vaya, el típico líder de una sociedad de padres de familia de escuela católica o el papá de la novia a la que no le puedes meter mano y con la que te pasas dos horas en estado contemplativo y platónico en la sala de su burguesa casa. Pero bueno, es candidato a presidente y yo soy reportero, así que tengo que entrevistarlo. Ese es mi destino. Lo bueno es que aquí en el piso más alto de este edificio hay computadora, harto café, sodas, aguas y galletas, que por supuesto no he tocado por aquello de la dieta, y una hermosa pantalla con repetición de los partidos mundialistas del día en donde veo con enorme tristeza, una vez más, como el catenaccio azurri eliminó a mi amada República Checa.
Thursday, June 22, 2006
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