Eterno Retorno

Saturday, January 07, 2006

Rebelarse vende

Joseph Heath y Andrew Potter

Taurus

Por Daniel Salinas


Sin duda alguna, usted, al igual que yo, tiene uno o varios amigos que creen ser revolucionarios por vestirse los domingos con una camiseta del Che Guevara comprada en un mall de San Diego y gritar consignas contra el sistema mientras escuchan rock marxista grabado en Los Angeles en una compañía multinacional.

Si usted tiene un amigo así, le recomiendo que le regale el libro Rebelarse vende, escrito por un par de jóvenes profesores canadienses, Joseph Heath y Andrew Potter.

Aquí hay una de dos: o su amigo seudo revolucionario se siente ofendido y arroja el libro a las llamas o le cae el veinte de que su revolución con código de barras no es el camino más corto para derrocar al sistema, aunque claro, nunca hay que descartar la opción C , que es no darse ni por enterado o aludido.

Este ensayo de casi 400 páginas pretende desmostrar que medio siglo de supuesta rebelión contracultural, no le ha hecho ni cosquillas al sistema. Al contrario, ser abanderado de un movimiento contracultural es, las más de las veces, una forma muy efectiva y graciosa de alinearse con el sistema.

El problema es que este par de jóvenes intelectuales de Toronto acaban por ahogarse en la alta mar de su tesis, o al menos con esa impresión me quedó. Y es que lo que de entrada muestra una carta de presentación de obra ambiciosa y de largo alcance, acaba por resbalar en pantanos pueriles. Vaya, Heath y Potter comienzan a pelar gajo a gajo la naranja ofreciéndonos de entrada una historia de la contracultura y el concepto de sociedad de masas para después dedicar un capítulo entero, el segundo, a la teoría psicoanalítica de Freud y los ensayos sobre masa y poder de Herbert Marcuse. Hasta ahí vamos bien y si usted interrumpe la lectura en la página 81, puede jurar que está leyendo un texto que apuesta por lo profundo, aunque de la impresión de no acabar de entrar en materia.

El problema es que cuando estos amigos canadienses se deciden a tomar el toro por los cuernos, acaban por pecar de pueriles. Vaya, hasta daría la impresión de que el libro es un amasijo de ensayos separados escritos en diversas épocas y para distintos públicos.

La propuesta del ensayo queda muy clara y creo que nadie la discute: La contraculura es, en el mejor y más común de los casos, un sano pasatiempo, una forma de dejar pasar la vida sinitíendose un antagonista. La idea no es nueva. Ya los anarcopacifistas ingleses de Crass nos habían cantando ?CBS produce The Clash, aint for revolution, is just for cash?. Vaya, como que no hace falta echarle ni un poquito de coco para darrse cuenta que un mohak de punk o un tatuaje no va a hacer temblar a ningún sistema. Hasta ahí estamos de acuerdo con Heath y Potter. El consumidor rebelde es el esclavo más chistoso del sistema capitalista y el anarquista con tarjeta de crédito en Hot Topic es el últimom escupitajo del imperio sobre el rostro de Bakunin.

El problema es que nuestros amigos hasta ahí llegaron. Nos recordaron que la contracultura está muerta, pero al final acaban por parecer apologistas del capitalismo más burdo. En teoría, ellos juegan a querer decirnos que una rebelión contracultural debería procuparse más en serio por cuestiones de verdadera justicia social y abandonar las poses de rebelde de aparador. Pero en su intento, acaban por parecer paladines del consumismo y defensores de la idea de que la mejor persona es la que tiene el carro más caro y la casa más grande. La contracultura está muerta, de acuerdo. Pero Heath y Potter sólo nos heredan, y sin ironías de por medio, el Mundo feliz de Huxley. Uno acaba por pensar que este par de tipos están muy felices en su orwelliano 1984. Claro, entiéndase que viven en Canadá y no en el tercer mundo. De la forma que sea, han manufacturado un libro ameno y un muy buen regalo para el amigo revolucionario que todos tenemos.