Eterno Retorno

Tuesday, December 13, 2005

Irremediablemente despierto en la madrugada. Mi sueño, como los partidos de futbol, se divide en dos tiempos. Me acuesto a las 12:00 o 12:30. A las 3:30 o 4:00 abro los ojos. Enciendo la lámpara de mi buró. Carolina duerme. Morris juega a ser centinela en la ventana. Alguien me ha dicho que la madrugada es la hora de Dios. También me han dicho que es la hora en que tus defensas están más bajas. Lo cierto es que en ninguna otra hora del día se puede pensar con tal intensidad. Las ideas adquieren una claridad monstruosa, alucinante. A esa hora no racionalizas, simplemente sientes, concibes, palpas tu condición de llama moribunda en la noche fría, tu desamparo ontológico, tu condena a la finitud. Ahora me ha dado por leer los Faustos en la madrugada. Los dos, el de Goethe y el Marlowe. Los leo alternativamente, pero sólo en la madrugada. Cerca de las 5:00 vuelvo a agarrar sueño y entonces duermo hasta las 6:30 o 7:00.
La lectura de madrugada tiene el poder de un hechizo. Una vez que te has vuelto a dormir, invariablemente sueñas lo leído y acabas por convertirte en personaje del libro que yaces sobre las cobijas.
El 2005 ha sido el año del Fausto. Nunca como ahora se había manifestado con tal crudeza este drama ontológico occidental, herencia pura de la tragedia griega. El Invierno de la existencia llega y no hay Mefistófeles que te redima ni un paraje en Walpurgis donde poner en oferta tu alma. Tampoco escucho el coro de Ángeles ni hay abogado defensor que te salve de la condena. Las noticias que recibo de Monterrey sobre la salud de mi Abuelo son desoladoras. Las esperanzas se apagan lentamente y no veo luz al final del túnel. Espero poder estar ahí el próximo fin de semana. Espero que no sea demasiado tarde.




PD- Mucha razón tiene Julio Salinas cuando habla de ese opio futbolero que es capaz de secuestrarte dos horas. Pese a que mi mente no está en estos momentos para melodramas de cancha, el Clásico es un narcótico potente. Durante 180 minutos el mundo se detuvo. Y estuve a siete minutos de tener una de las máximas alegrías futboleras de mi vida. Mis Tigres se partieron el alma en la cancha. Con la cara al Sol de despiden luego de un 2-2 al cabo de 180 minutos, acuchillados por el jugador número 12 de las rayas, su super estrella Germán Arredondo. Pocas veces me había sentido tan triste por un resultado futbolero. Me duele en el alma esta injusta derrota y más me duele en el alma que la directiva de Tigres en vez de dar continuidad a Batocletti que más que merecido lo tiene, trae de regreso al señor aburrimiento, al señor berrinches, el mediocre Tuca Ferreti. Cemex te pido una cosa: Ya lárgate de mi equipo. Sabes de cemento, pero no sabes un carajo de futbol.