Sesiones tijuaneras
Pese a que soy algo parecido a eso que llaman melómano, no recuerdo haber tenido en mis manos y oídos un disco 26 días antes de su salida al mercado.
Sí, me he fletado en exclusiva cantidad de demos y grabaciones garageras, pero la diferencia es que esos materiales jamás salieron al mercado, o al menos no con una fecha definida.
Paradojas del destino, la primera vez que tengo el privilegio de escuchar un producto terminado tres semanas antes de que lo veamos en las tiendas de discos, no se trata de un disco de metal, ni siquiera de rock. Nada de eso. Se trata del nuevo disco de Nortec. Aclaro que no lo compré pirata en el swap meet. Me lo ha regalado amablemente uno de sus creadores, lo cual agradezco mucho. Algunas rolitas ya las conocía, pero aún no había escuchado el producto terminado. La soleada mañana del jueves 30 de junio, con el ánimo más que dispuesto y algo parecido a la felicidad bailando en el espíritu, Carolina y yo agarramos camino rumbo a Ensenada y en el stereo pusimos a tocar el disco de Nortec. A menudo asocio el deseo de escuchar música a la agresividad, la depresión y el coraje. Rara vez escucho música para reír y estar happy. De hecho tengo pocos discos que pudieran catalogarse como alegres. Pues bien, tal vez fue escuchado en el momento y las circunstancias adecuadas, pero lo cierto es que el disco de Nortec me puso contento. Ir contemplando los acantilados de Salsipuedes bajo el Sol de medio día mientras escuchas Don Loope o Tijuana makes me happy es una experiencia altamente recomendable. Las rolitas se te meten a la cabeza y al rato ya las andas tarareando. El de Nortec es un disco para estar contento, para pasarla bien. Me sabe como a esas cervezas claras y heladas que tomas en la playa en un día de calor o a un vinito blanco o rosa tomado en un verde prado. No es un disco para escucharse de noche o con ánimo sombrío. Es un disco diurno que exige cierta ligereza de espíritu, un ánimo de dont worry poco comunes en mí, pero que disfruto inmensamente. Entiéndase, que mis experiencias más cercanas a lo electrónico se remontan a Skinny Puppy, Ministry, Front o Nine Inch Nails, es decir, nada muy parecido a la alegría. Así las cosas, bien puedo afirmar que el de Nortec es el disco más alegre que hay en mi colección. Que un disco tenga la fórmula para ponerme de buen humor no es común así que algún secreto ha de tener Nortec. No se ni pretendo saber un carajo sobre teorías musicales así que no tengo argumentos para hacer un reseña crítica del disco. Lo único que puedo decir es que me gusta y un chingo. Vaya, me hace sentir bien ¿No es eso suficiente?
Pese a que soy algo parecido a eso que llaman melómano, no recuerdo haber tenido en mis manos y oídos un disco 26 días antes de su salida al mercado.
Sí, me he fletado en exclusiva cantidad de demos y grabaciones garageras, pero la diferencia es que esos materiales jamás salieron al mercado, o al menos no con una fecha definida.
Paradojas del destino, la primera vez que tengo el privilegio de escuchar un producto terminado tres semanas antes de que lo veamos en las tiendas de discos, no se trata de un disco de metal, ni siquiera de rock. Nada de eso. Se trata del nuevo disco de Nortec. Aclaro que no lo compré pirata en el swap meet. Me lo ha regalado amablemente uno de sus creadores, lo cual agradezco mucho. Algunas rolitas ya las conocía, pero aún no había escuchado el producto terminado. La soleada mañana del jueves 30 de junio, con el ánimo más que dispuesto y algo parecido a la felicidad bailando en el espíritu, Carolina y yo agarramos camino rumbo a Ensenada y en el stereo pusimos a tocar el disco de Nortec. A menudo asocio el deseo de escuchar música a la agresividad, la depresión y el coraje. Rara vez escucho música para reír y estar happy. De hecho tengo pocos discos que pudieran catalogarse como alegres. Pues bien, tal vez fue escuchado en el momento y las circunstancias adecuadas, pero lo cierto es que el disco de Nortec me puso contento. Ir contemplando los acantilados de Salsipuedes bajo el Sol de medio día mientras escuchas Don Loope o Tijuana makes me happy es una experiencia altamente recomendable. Las rolitas se te meten a la cabeza y al rato ya las andas tarareando. El de Nortec es un disco para estar contento, para pasarla bien. Me sabe como a esas cervezas claras y heladas que tomas en la playa en un día de calor o a un vinito blanco o rosa tomado en un verde prado. No es un disco para escucharse de noche o con ánimo sombrío. Es un disco diurno que exige cierta ligereza de espíritu, un ánimo de dont worry poco comunes en mí, pero que disfruto inmensamente. Entiéndase, que mis experiencias más cercanas a lo electrónico se remontan a Skinny Puppy, Ministry, Front o Nine Inch Nails, es decir, nada muy parecido a la alegría. Así las cosas, bien puedo afirmar que el de Nortec es el disco más alegre que hay en mi colección. Que un disco tenga la fórmula para ponerme de buen humor no es común así que algún secreto ha de tener Nortec. No se ni pretendo saber un carajo sobre teorías musicales así que no tengo argumentos para hacer un reseña crítica del disco. Lo único que puedo decir es que me gusta y un chingo. Vaya, me hace sentir bien ¿No es eso suficiente?