Tú nunca caminarás solo. No temas a la oscuridad, al final de la tormenta, habrá un cielo dorado.
Carajo, se me enchina la piel al leer este poema que parece haber sido compuesto para esta gran noche turca. Sobre el césped de Estambul había oscuridad y una tormenta de 3-0 se imponía sobre los rojos corazones de Anfield Road. Pero al final de la tormenta había un cielo dorado, un cielo con orejas grandes. La copa más deseada por un club estaba ahí, a tres goles de distancia, pero los guerreros de Anfield reaccionaron e hicieron lo imposible. Enterrarle tres goles en diez minutos a una defensa italiana. Hoy por la mañana salí de casa con mi roja camiseta del Liverpool, misma que aún traigo puesta al momento de escribir ésto. Vaya partido el de hoy. Me confieso feliz. Y luego me preguntan que por qué no me gusta el cine. Ja. Díganme ¿Quién carajos necesita perder su tiempo viendo una película de mierda? El futbol te da toda la emoción y el dramatismo posible que existe en este mundo y al que ningún director de Hollywood podrá aspirar jamás.
La de hoy será recordada como una de las grandes hazañas de la Champions. Uno de esos partidos que si es que estoy vivo para entonces, recordaré dentro de 20 años. Que señor juegazo. Cuando vi a Paolo Maldini adelantar al Milán a los 54 segundos pensé que la suerte estaba escrita. Llegué a imaginar al Milán defendiendo 90 minutos ese golecito tempranero suficiente para coronarse. Pero al ver a Crespo poner el 2-0 y el 3-0, sólo me quedó desear que Liverpool no regresara de Estambul con una goleada histórica. Pero cuando el cabezazo de Gerard venció a Dida y alzó los brazos hacia la Roja tribuna pidiendo calor, los Rojos corazones volvieron a encenderse. Y entonces ocurrió lo increíble, en un abrir y cerrar de ojos el marcador estaba 3-3. Ni en un sueño. Y luego los penales, la guerra de nervios, la silla eléctrica de los once pasos y al final el estallido, la gloria, la Orejona en manos de los Reds y el You Never Walk Alone retumbando en Estambul. Señores, el futbol es bello. Por el futbol, la vida merece la pena ser vivida.
Carajo, se me enchina la piel al leer este poema que parece haber sido compuesto para esta gran noche turca. Sobre el césped de Estambul había oscuridad y una tormenta de 3-0 se imponía sobre los rojos corazones de Anfield Road. Pero al final de la tormenta había un cielo dorado, un cielo con orejas grandes. La copa más deseada por un club estaba ahí, a tres goles de distancia, pero los guerreros de Anfield reaccionaron e hicieron lo imposible. Enterrarle tres goles en diez minutos a una defensa italiana. Hoy por la mañana salí de casa con mi roja camiseta del Liverpool, misma que aún traigo puesta al momento de escribir ésto. Vaya partido el de hoy. Me confieso feliz. Y luego me preguntan que por qué no me gusta el cine. Ja. Díganme ¿Quién carajos necesita perder su tiempo viendo una película de mierda? El futbol te da toda la emoción y el dramatismo posible que existe en este mundo y al que ningún director de Hollywood podrá aspirar jamás.
La de hoy será recordada como una de las grandes hazañas de la Champions. Uno de esos partidos que si es que estoy vivo para entonces, recordaré dentro de 20 años. Que señor juegazo. Cuando vi a Paolo Maldini adelantar al Milán a los 54 segundos pensé que la suerte estaba escrita. Llegué a imaginar al Milán defendiendo 90 minutos ese golecito tempranero suficiente para coronarse. Pero al ver a Crespo poner el 2-0 y el 3-0, sólo me quedó desear que Liverpool no regresara de Estambul con una goleada histórica. Pero cuando el cabezazo de Gerard venció a Dida y alzó los brazos hacia la Roja tribuna pidiendo calor, los Rojos corazones volvieron a encenderse. Y entonces ocurrió lo increíble, en un abrir y cerrar de ojos el marcador estaba 3-3. Ni en un sueño. Y luego los penales, la guerra de nervios, la silla eléctrica de los once pasos y al final el estallido, la gloria, la Orejona en manos de los Reds y el You Never Walk Alone retumbando en Estambul. Señores, el futbol es bello. Por el futbol, la vida merece la pena ser vivida.