Desvelado
Contrario a la naturaleza de la estirpe tunde-teclas, célebre por bohemia y trasnochada, yo me considero un tipo fundamentalmente diurno. Mi cabeza funciona mejor en la mañana que en la noche. No me cuesta ningún trabajo levantarme temprano y si me dan a escoger, prefiero mil veces ser citado a una junta a las 7:00 a.m., a que me pidan que me quede a una junta después de las 18:00. Tengo horario de escolar pues. He comprobado que puedo escribir con mucha mayor rapidez y coherencia hasta antes de las 14:00. Una vez que ha caído la tarde, me vuelvo irremediablemente más propenso a lo contemplativo y la labor se vuelve más lenta. Las tardes y las noches deben tomarse con calma. Son para escuchar música y andar sin prisa. Las mañanas en cambio son para correr y vaya que puedo correr rápido. Como dijera Proust al iniciar con el Camino de Swann, durante algún tiempo me acosté temprano. La frase se aplica a los últimos años de mi vida. En lo personal, me gusta acostarme antes de las 23:00. Suelo dormir poco. Nunca más de siete horas. Cinco o seis en promedio. Sin embargo, tiempo hace que le he dicho adiós a la vida nocturna. Las facturas de las crudas son cada vez más altas y aún antes de empezar la juerga, empiezo a sentir culpabilidad por el precio que he de pagar al otro día.
Tiempo hace que antros y bares salieron de mi vida. Ojo, ello no significa que haya mandado al exilio al vino, pues ese es bien sabido será compañero inseparable de mi organismo hasta el final de mis días. Sin embargo, el deambular por tugurios dejó de llamarme la atención. Atrás quedaron esos nocturnos maratones de resistencia alcohólica que solía correr acompañado de mi colega y gran amigo Villasáez en los tiempos en que trabajaba en El Norte. No se que hubiera sido de mí de haber llegado a Tijuana soltero y más joven. En una ciudad tan rica en tugurios malamuerteros y dueña de una vida nocturna que baila hasta el medio día, es posible que hubiese terminado como Poe, ahogado en mis vómitos en la barra de un bar. Sí, acudo de vez en cuando a cantinas, pero lo hago por la tarde o en la joven noche y no todos los fines de semana. Hoy en día, considero que el mejor lugar para beber y escuchar música suele ser nuestra casa o las casas de los buenos amigos.
Sin embargo, este fin de semana mi existencia diurna sufrió un vuelco. El viernes por la tarde, al salir del trabajo, recibí una llamada de la secretaría de Gobierno en donde me notificaban que Mahmoud Abbas, el líder palestino, sucesor de Yasser Arafat, aterrizaría en el Aeropuerto de Tijuana por espacio de dos horas y que me darían quebrada para entrevistarlo. El problema es que su aterrizaje estaba contemplado para las 2:30 a.m. Pues ahí me tienes de madrugada en el aeropuerto esperando al palestino. De la entrevista ahí luego les platico. Nada del otro mundo. La cuestión es que volví a casa pasadas las cuatro y media de la mañana. Dormí unas tres horas o menos, pues a la mañana siguiente la hermana de Carol nos dejó a cuidar a sus pequeños. Yo tenía muchos que escribir. Mientras escribía, bebí un poco de vodka con harto hielo, en tanto que Carol la hacía de niñera, trabajo nada fácil por cierto. Por la noche, fuimos a casa de nuestro amigo Pedro Beas a compartir suculentos vinos tintos y buena música. La velada fue tan agradable, que se prolongó y se prolongó y ....no me pregunten cómo carajos le hice, pero con mis tres horas de sueño a cuestas, con todo y mis incorregibles costumbres diurnas, logré concluir la velada a las 7:00 de la mañana.
La imagen de un hombre que sale del Dandy del Sur cuando ya ha amanecido con sólo tres horas dormidas de las últimas 48 y con quién sabe cuantos vasos de vino, vodka y cerveza bailando en la sangre y la cabeza, me hubiera parecido digna de un record olímpico inconcebible para mí en estos tiempos. No me pregunten cómo, pero salí entero, en dos píes, y lo más increíble, lo recuerdo todo perfectamente. Llegamos a casa poco antes de las 8:00 de la mañana. Aún tuve ánimos para darle su paseo al Morris con mi cara de tecolote vampírico de roja mirada, mientras algunos de mis fresas vecinos madrugadores salían a correr al parque. Volví a casa, comí un poco de yogurt y me arrojé a la cama y Turn Off. El mundo se apagó para mí. Desperté casi a las seis de la tarde con la sensación de haber alterado el orden del Cosmos. Juro que hacía mucho que no transgredía horarios de forma semejante. El universo, la luz del día y mis pensamientos me parecieron entonces infinitamente extraños. Cenamos y antes de las 21:00, menos de tres horas después de mi despertar, ya estaba de nuevo dormido. Desperté hasta el otro día para ir a trabajar. Desde entonces he quedado un poco tocado. Por si fuera poco, hoy mi tradicional sueño ligero me despertó a las 4:00 a.m. y ya no me volví a dormir. Tuve gira presidencial en Tijuana y un montón de chamba a mis espaldas. Pero eso no es todo. Hoy tengo guardia, lo que significa que llegaré a la casa por ahí de la media noche y mañana, antes de las 7:00 a.m., debo estar en Ensenada, concretamente en el Riviera, para continuar con la gira del preciso, lo que significa que antes de las 5:30 a.m ya debo estar agarrando carretera rumbo a la Cenicienta del Pacífico. Olvídate de dormir o algo parecido. Pero querías dedicarte al periodismo.
Contrario a la naturaleza de la estirpe tunde-teclas, célebre por bohemia y trasnochada, yo me considero un tipo fundamentalmente diurno. Mi cabeza funciona mejor en la mañana que en la noche. No me cuesta ningún trabajo levantarme temprano y si me dan a escoger, prefiero mil veces ser citado a una junta a las 7:00 a.m., a que me pidan que me quede a una junta después de las 18:00. Tengo horario de escolar pues. He comprobado que puedo escribir con mucha mayor rapidez y coherencia hasta antes de las 14:00. Una vez que ha caído la tarde, me vuelvo irremediablemente más propenso a lo contemplativo y la labor se vuelve más lenta. Las tardes y las noches deben tomarse con calma. Son para escuchar música y andar sin prisa. Las mañanas en cambio son para correr y vaya que puedo correr rápido. Como dijera Proust al iniciar con el Camino de Swann, durante algún tiempo me acosté temprano. La frase se aplica a los últimos años de mi vida. En lo personal, me gusta acostarme antes de las 23:00. Suelo dormir poco. Nunca más de siete horas. Cinco o seis en promedio. Sin embargo, tiempo hace que le he dicho adiós a la vida nocturna. Las facturas de las crudas son cada vez más altas y aún antes de empezar la juerga, empiezo a sentir culpabilidad por el precio que he de pagar al otro día.
Tiempo hace que antros y bares salieron de mi vida. Ojo, ello no significa que haya mandado al exilio al vino, pues ese es bien sabido será compañero inseparable de mi organismo hasta el final de mis días. Sin embargo, el deambular por tugurios dejó de llamarme la atención. Atrás quedaron esos nocturnos maratones de resistencia alcohólica que solía correr acompañado de mi colega y gran amigo Villasáez en los tiempos en que trabajaba en El Norte. No se que hubiera sido de mí de haber llegado a Tijuana soltero y más joven. En una ciudad tan rica en tugurios malamuerteros y dueña de una vida nocturna que baila hasta el medio día, es posible que hubiese terminado como Poe, ahogado en mis vómitos en la barra de un bar. Sí, acudo de vez en cuando a cantinas, pero lo hago por la tarde o en la joven noche y no todos los fines de semana. Hoy en día, considero que el mejor lugar para beber y escuchar música suele ser nuestra casa o las casas de los buenos amigos.
Sin embargo, este fin de semana mi existencia diurna sufrió un vuelco. El viernes por la tarde, al salir del trabajo, recibí una llamada de la secretaría de Gobierno en donde me notificaban que Mahmoud Abbas, el líder palestino, sucesor de Yasser Arafat, aterrizaría en el Aeropuerto de Tijuana por espacio de dos horas y que me darían quebrada para entrevistarlo. El problema es que su aterrizaje estaba contemplado para las 2:30 a.m. Pues ahí me tienes de madrugada en el aeropuerto esperando al palestino. De la entrevista ahí luego les platico. Nada del otro mundo. La cuestión es que volví a casa pasadas las cuatro y media de la mañana. Dormí unas tres horas o menos, pues a la mañana siguiente la hermana de Carol nos dejó a cuidar a sus pequeños. Yo tenía muchos que escribir. Mientras escribía, bebí un poco de vodka con harto hielo, en tanto que Carol la hacía de niñera, trabajo nada fácil por cierto. Por la noche, fuimos a casa de nuestro amigo Pedro Beas a compartir suculentos vinos tintos y buena música. La velada fue tan agradable, que se prolongó y se prolongó y ....no me pregunten cómo carajos le hice, pero con mis tres horas de sueño a cuestas, con todo y mis incorregibles costumbres diurnas, logré concluir la velada a las 7:00 de la mañana.
La imagen de un hombre que sale del Dandy del Sur cuando ya ha amanecido con sólo tres horas dormidas de las últimas 48 y con quién sabe cuantos vasos de vino, vodka y cerveza bailando en la sangre y la cabeza, me hubiera parecido digna de un record olímpico inconcebible para mí en estos tiempos. No me pregunten cómo, pero salí entero, en dos píes, y lo más increíble, lo recuerdo todo perfectamente. Llegamos a casa poco antes de las 8:00 de la mañana. Aún tuve ánimos para darle su paseo al Morris con mi cara de tecolote vampírico de roja mirada, mientras algunos de mis fresas vecinos madrugadores salían a correr al parque. Volví a casa, comí un poco de yogurt y me arrojé a la cama y Turn Off. El mundo se apagó para mí. Desperté casi a las seis de la tarde con la sensación de haber alterado el orden del Cosmos. Juro que hacía mucho que no transgredía horarios de forma semejante. El universo, la luz del día y mis pensamientos me parecieron entonces infinitamente extraños. Cenamos y antes de las 21:00, menos de tres horas después de mi despertar, ya estaba de nuevo dormido. Desperté hasta el otro día para ir a trabajar. Desde entonces he quedado un poco tocado. Por si fuera poco, hoy mi tradicional sueño ligero me despertó a las 4:00 a.m. y ya no me volví a dormir. Tuve gira presidencial en Tijuana y un montón de chamba a mis espaldas. Pero eso no es todo. Hoy tengo guardia, lo que significa que llegaré a la casa por ahí de la media noche y mañana, antes de las 7:00 a.m., debo estar en Ensenada, concretamente en el Riviera, para continuar con la gira del preciso, lo que significa que antes de las 5:30 a.m ya debo estar agarrando carretera rumbo a la Cenicienta del Pacífico. Olvídate de dormir o algo parecido. Pero querías dedicarte al periodismo.