Eterno Retorno

Saturday, May 14, 2005

Pasos de Gutenberg
Rasputin, Rusia entre Dios y el demonio
Henri Troyat

Por Daniel Salinas Basave


Reflejar el espíritu eslavo en las páginas de un libro, es un arte reservado a genios como Dostoievski y Tolstoi.
Henri Troyat, seudónimo de Lev Tarassov, es tal vez el biógrafo que capta con mayor precisión y fidelidad el espíritu ruso.
Buceador incansable en las entrañas de sus personajes, Troyat tiene la habilidad de tatuar en sus libros una desnudez casi ontológica de sus biografiados.
Al menos esa fue la impresión que me quedó luego de leer Iván El Terrible y Las Zarinas, en donde sin jugarle trampas al rigor historiográfico, Troyat fue capaz de dibujarnos encarnaciones casi literarias de sus personajes.
Tal vez por ello esperaba tanto de su biografía de Rasputín y si bien la palabra decepción sería por demás injusta, lo cierto es que me quedo con la impresión de que Troyat pudo sacarle mucho más jugo a un ser tan complejo y enigmático como el mujik de Siberia.
Claro, en defensa de Tarassov, he de aclarar que soy un curioso insaciable respecto a todo lo que tenga que ver con Rasputín, quien me atrevo a decir, es el personaje del que más biografías he leído en mi vida.
Sobre el mujik de Siberia cuesta trabajo encontrar posiciones moderadas, pues lo mismo se puede dar con quienes lo consideran un místico capaz de hablarse de tú con lo divino, hasta quienes lo dibujan como un sátiro depravado practicante de las más imnundas bajezas y artífice de la destrucción del Imperio Ruso.
A casi 90 años de su muerte, Rasputín se pasea intranquilo oscilando entre el apasionado elogio de Paul Mourousy, hasta la despiadada apología criminal de su asesino, el príncipe Félix Yusupov .
Había demasiados puntos de comparación y referencia y es por ello que la biografía escrita por Troyat me dejó con ese sabor de inconformidad.
Es cierto, es una biografía bastante objetiva, labor complicada tratándose de Rasputín. Es también un trabajo completo, pues sin profundizar demasiado, el autor expone un retrato de la Rusia zarista en los años de la decadencia.
Troyat nos presenta a Grigori, el campesino de Siberia que juraba ver a la Vírgen, el hombre rudo de los bosques que practicaba una sexualidad ritual, el santón casi analfabeto que sedujo a las más petulantes damas de San Petersburgo, el hombre cuya profunda mirada bastaba para sanar las heridas del hemofílico zarevich Alejo y hacer creer a la zarina Alejandra que la divina providencia lo había colocado en el camino del Imperio Ruso.
¿Quiere usted adentrarse en los misterios de un personaje tan contradictorio como enigmático? Troyat es una excelente puerta de entrada al universo de Rasputín. Ampliamente recomendable sin duda. Pero, si usted ha leído ya otros libros sobre el personaje y está más o menos empapado en la historia del final del zarismo en Rusia, lo cierto es que no encontrará nada nuevo bajo el Sol, al menos nada aparte del placer de leer una biografía bien narrada, pero que se quedó corta respecto a sus posibilidades.