Eterno Retorno

Friday, March 11, 2005

Pasos de Gutenberg
Henning Mankell
Por Daniel Salinas Basave

Ya otras veces he confesado en este mismo espacio mi adicción por libros de Henning Mankell. Uso la palabra adicción, porque no encuentro otra que defina esta lectura compulsiva de la serie del detective Kurt Wallander, el Scherlock Holmes de Escandinavia.
Aunque el estilo del sueco Mankell sigue un ABC muy básico de toda novela policíaca y no se aparta en lo más mínimo de cánones absolutamente ortodoxos, yo soy feliz con sus libros. Una adicción culpable sin duda, pues no hay en su prosa apuestas literarias arriesgadas ni el más mínimo asomo de afanes revolucionarios. Para nada. De hecho Mankell me parece un conservador incurable, pero aún así, persisto en mi afán de leerlo y no me puedo desprender de sus novelas una vez comenzadas.
La reseñada en esta ocasión es Asesinos sin rostro y no es por cierto la más reciente. Al contrario; Asesinos sin rostro es la primera de toda la serie del detective Kurt Wallander.
Asesinos sin rostro fue el libro que hizo que Mankell dejara de dedicar tanto tiempo a su trabajo como dramaturgo infantil y se transformara en un autor detectivesco.
Hoy en día el detective Wallander lleva nueve diferentes novelas, la última de las cuales es Cortafuegos, de la que en otra ocasión hablaremos.
Como ocurre con muchos libros extranjeros, las traducciones del sueco al español de las series de Mankell y sus posteriores publicaciones no llevaron un orden cronológico.
Por ello me es más que grato volver al origen de una serie que comencé a la mitad. El escenario es el mismo de siempre; la fría región de Escania en el Sur de Suecia y el casi siempre apacible poblado de Ystad, un sitio con el que al cabo de tantas lecturas me empiezo a familiarizar. Un crimen macabro trastorna la tranquilidad de la comarca y Wallander tiene que entrar al quite.
En esta ocasión se trata del misterioso asesinato de una pareja de ancianos que son brutalmente masacrados en su granja. Las últimas palabras de la anciana agonizante, reveladas por un soplón de la policía, ponen en guardia a las oscuras fuerzas nacionalistas de Suecia que en su creencia de que los asesinos son extranjeros, comienzan a hacer justicia por su propia mano con refugiados africanos.
Así las cosas, Wallander tiene por un lado el enigma de un misterioso asesinato ejecutado por un criminal que se toma la molestia de alimentar a los caballos del establo después del homicidio y por otro a una banda de racistas radicales que buscan venganza.
Asesinos sin rostro es una novela un poco más corta que las posteriores y de muy ágil lectura. De hecho, me parece que con el tiempo, en un afán de ser minucioso detallista, Mankell se excedió en páginas lentas, atiborradas de descripciones, mientras que Asesinos sin rostro, sin perder el estilo, es un libro más dinámico.
Eso sí, con todo y su carencia de variaciones y es endiablada fidelidad a si mismo, Mankell jamás defrauda.