Patriotas
No soy ni por mucho un conocedor de la NFL, sin embargo después del Futbol Soccer, el americano es el deporte que más sigo en la tele. Soy un aficionado ignorante, lo reconozco, pero ello no implica que no esté convencido de los colores que defiendo. Y es que desde hace casi 20 años me declaro seguidor de los Patriotas de Nueva Inglaterra. Un equipo que durante años arrastró la capa caída, pero que hoy se embriaga en las mieles de sus merecidos triunfos.
Cuando era un adolescente, mis compañeros en la secundaria no concebían que yo pudiera irle a ese equipo. ¿A los Patriotas? ¿Y esos cuáles son? Estaban acostumbrados a escuchar Dallas, Gigantes, 49, Broncos.
Aún recuerdo el Super Domingo de 1986 cuando los Osos de Chicago nos apalearon sin piedad. Hasta el final del Siglo XX, ese subcampeonato (y el de 97, en donde también fuimos apaleados) era la mayor gloria de New England, hasta que llegó el Siglo XXI y con él la era de las vacas gordas. Hoy en día, la gente cree que le voy a los Patts por ese típico síndrome de arrimarse al equipo ganador, siendo que durante años padecí temporadas malísimas.
¿Por qué le voy a los Patriotas? Pues porque tengo familiares muy cercanos y queridos que habitan en Massachussets. Cuanbdo era niño, todas las navidades me regalaban productos de los Patriotas, camisetas, piyamas, gorras y bueno, le tomé cariño al equipo. La región de Nueva Inglaterra es la que mejor conozco y la que se me hace por mucho la más hermosa de Estados Unidos. Es también el lugar fuera de México donde más tiempo he vivido (más de seis meses habité en la cuna de la nación estadounidense) y por si fuera poco, el estadio Foxboro fue el primer estadio de Estados Unidos que visité (y no me gusta eso de que le llamen Gillete, que pinche manía de las marcas de nombrar a los templos del deporte). La cuestión es que una parte de mí vive en los bosques de Nueva Inglaterra, cuyos seis estados he recorrido, saboreando su deliciosa langosta y su suculenta cerveza Sam Adams. Pure Boston Ale.
Después de los Patriotas, mi equipo son los Cargadores de San Diego, por mera solidaridad regional con nuestra vecina ciudad. Además, mi padrino José Manuel, el analista experto de la NFL en El Norte, siempre ha sido un aficionado de los Chargers. Recuerdo su cuarto tapizado con los colores de los Rayos (que son los mismos colores de Tigres). Ser aficionado a los Cargadores es algo común en Tijuana, más no en Monterrey. Los azares de la vida y de mi autoexilio me trajeron a vivir a esta región y es por ello que mi segundo equipo después de Patriots, es San Diego.
En nuestro país al aficionado se le cierra el mundo. ¿A quién le vas? A los Dallas Cowboys. Ufff, que derroche de originalidad. Para mi los Vaqueros de Dallas es un parámetro para definir a una persona como ordinaria. Además, he de decir que el equipo texano me cae bastante mal y siempre le deseo la derrota.
De los típicos equipos que le gustan a las masas, hay uno me cae bien: Los Acereros de Pittsburgh, cuyo uniforme es mi favorito en la NFL. Siempe he amado la combinación del negro y el amarillo. También me caen bien los 49 de San Francisco tal vez en memoria de la apoteosis de Montana, en aquel Superdomingo de 1989 contra Cincinnati.
No soy ni por mucho un conocedor de la NFL, sin embargo después del Futbol Soccer, el americano es el deporte que más sigo en la tele. Soy un aficionado ignorante, lo reconozco, pero ello no implica que no esté convencido de los colores que defiendo. Y es que desde hace casi 20 años me declaro seguidor de los Patriotas de Nueva Inglaterra. Un equipo que durante años arrastró la capa caída, pero que hoy se embriaga en las mieles de sus merecidos triunfos.
Cuando era un adolescente, mis compañeros en la secundaria no concebían que yo pudiera irle a ese equipo. ¿A los Patriotas? ¿Y esos cuáles son? Estaban acostumbrados a escuchar Dallas, Gigantes, 49, Broncos.
Aún recuerdo el Super Domingo de 1986 cuando los Osos de Chicago nos apalearon sin piedad. Hasta el final del Siglo XX, ese subcampeonato (y el de 97, en donde también fuimos apaleados) era la mayor gloria de New England, hasta que llegó el Siglo XXI y con él la era de las vacas gordas. Hoy en día, la gente cree que le voy a los Patts por ese típico síndrome de arrimarse al equipo ganador, siendo que durante años padecí temporadas malísimas.
¿Por qué le voy a los Patriotas? Pues porque tengo familiares muy cercanos y queridos que habitan en Massachussets. Cuanbdo era niño, todas las navidades me regalaban productos de los Patriotas, camisetas, piyamas, gorras y bueno, le tomé cariño al equipo. La región de Nueva Inglaterra es la que mejor conozco y la que se me hace por mucho la más hermosa de Estados Unidos. Es también el lugar fuera de México donde más tiempo he vivido (más de seis meses habité en la cuna de la nación estadounidense) y por si fuera poco, el estadio Foxboro fue el primer estadio de Estados Unidos que visité (y no me gusta eso de que le llamen Gillete, que pinche manía de las marcas de nombrar a los templos del deporte). La cuestión es que una parte de mí vive en los bosques de Nueva Inglaterra, cuyos seis estados he recorrido, saboreando su deliciosa langosta y su suculenta cerveza Sam Adams. Pure Boston Ale.
Después de los Patriotas, mi equipo son los Cargadores de San Diego, por mera solidaridad regional con nuestra vecina ciudad. Además, mi padrino José Manuel, el analista experto de la NFL en El Norte, siempre ha sido un aficionado de los Chargers. Recuerdo su cuarto tapizado con los colores de los Rayos (que son los mismos colores de Tigres). Ser aficionado a los Cargadores es algo común en Tijuana, más no en Monterrey. Los azares de la vida y de mi autoexilio me trajeron a vivir a esta región y es por ello que mi segundo equipo después de Patriots, es San Diego.
En nuestro país al aficionado se le cierra el mundo. ¿A quién le vas? A los Dallas Cowboys. Ufff, que derroche de originalidad. Para mi los Vaqueros de Dallas es un parámetro para definir a una persona como ordinaria. Además, he de decir que el equipo texano me cae bastante mal y siempre le deseo la derrota.
De los típicos equipos que le gustan a las masas, hay uno me cae bien: Los Acereros de Pittsburgh, cuyo uniforme es mi favorito en la NFL. Siempe he amado la combinación del negro y el amarillo. También me caen bien los 49 de San Francisco tal vez en memoria de la apoteosis de Montana, en aquel Superdomingo de 1989 contra Cincinnati.