Leo lo que escribe Julio Sueco 2 en torno al periodismo tijuanense. Creo que no hace falta decir que estoy en desacuerdo con muchos de sus conceptos, pero lo comprendo. Después de todo Julio es alguien que nunca ha ejercido el periodismo y que vive muy lejos de Tijuana, por lo que su visión adolece de una terrible subjetividad. Aún así, leo con gusto sus comentarios y analizo las críticas.
Señala Julio que no hay amor a la profesión y que vivimos en un mundo aislado de la realidad nacional y latinoamericana. Me extraña que él, quien se proclama tijuanense, ignore la tradicional apatía que muestra el habitante de Tijuana hacia los problemas del Centro de la República o de Latinoamérica.
Nosotros escribimos para un público tijuanense y nosotros nos debemos a nuestros lectores, así que tenemos que escribir aquello que a nuestro público le resulte interesante. Y resulta que la gente que nos hace el favor de leer nuestro periódico cada mañana le interesa conocer noticias de Tijuana, saber qué pasa en SU ciudad, no en otra.
Nosotros tenemos encuestas diarias con nuestros lectores, medimos el impacto que genera lo que publicamos y sabemos que las noticias del Centro de la República tienen nulo impacto. A un habitante promedio de Tijuana le vale un carajo si desaforaron a López Obrador o si en Tlaxcala hay un conflicto de faldas mezclado con la política. Claro, lo publicamos, le dedicamos espacio, pero jamás podrá ser nuestra nota principal. El DF está a 3 mil kilómetros de distancia, Latinoamérica es en el mejor de los casos un concepto idílico.
Eso sí, debo admitir que hay muchos periodistas que adolecen una pavorosa falta de cultura general y viven aislados en sus mundos ignorantes, pero es en todo caso un problema de índole cultural.
Sobre el periodismo de USA y México
Imposible no caer en la tentación de ceder a la odiosa comparación entre medios de USA y México. Aquí en Tijuana es nuestro pan de cada día. De entrada, déjenme decirles que la idealización del periodismo estadounidense (al que yo por cierto jamás he idealizado) se hizo pedazos al ver la actitud mostrada por los comunicadores más serios frente a la guerra en Irak. El nivel de sumisión y colaboracionismo hacia el régimen de Bush fue repugnante. Aludiendo un mal entendido patriotismo, los medios más poderosos se sometieron a los designios de Bush. Su actitud fue una vergüenza para el periodismo, algo que me genera un asco indescriptible. Los periodistas no podemos ser patriotas. Nuestra única patria es la verdad.
Por lo demás, la tradición de periodismo de investigación que se tiene en Estados Unidos, es algo que algunos medios mexicanos explotamos desde hace algún tiempo. La única diferencia son unos cuantos millones de dólares. Las personas que hacen lo mismo que yo en el New York Times, son personas que tienen tal vez seis meses o un año para dedicarse a una sola investigación y que cuentan con recursos ilimitados para ello.
El medio se puede dar el lujo de que así sea. Para un diario apostar e invertir en un trabajo de investigación es un riesgo. Es un gasto de tiempo y dinero que no siempre se ve redituado y que corre el riesgo de no concretarse. Aún así, aquí hemos hecho nuestro esfuerzo y en algo ha redituado.
Sobre la solidaridad entre periodistas
De entrada, debo dejar muy claro la repugnancia que me inspira el concepto de pertenecer a un gremio. Yo no pertenezco a ninguno ni quiero pertenecer. La sola idea me genera asco. Sólo algunos profesionales del periodismo tijuanense merecen mi respeto y consideración. Sí, estoy consciente de que mi actitud me hace ver como un tipo pedante. Mi impopularidad y mi absoluta falta de amigos dentro del mal llamado gremio es una consecuencia de ello, lo se, pero a mí me complace tenerlos lejos de mí. Yo he luchado para que sea así. El día que ustedes me vean en una fiesta convocada por algún político o funcionario a las que las sanguijuelas gustan tanto de acudir, tendrán el derecho de escupirme e insultarme.
En realidad a mí me gusta seguir el ejemplo de Ryszard Kapuscinski, quien dice que el buen periodista debe estar lejos de la bola, alejado de donde se aglomeran las masas de reporteros borregos incapaces de investigar e indagar por su cuenta. A veces, cuando tengo la desgracia de acudir a eventos concurridos en los que se aglomera toda la prensa, los volteo a ver y digo para mis adentros ¿A poco estos tipejos son mis colegas? ¿Éstos son los seres que supuestamente se dedican a lo mismo que yo? Puta madre, que asco. Cuando los veo en los desayunos de grupos políticos o en los grandes eventos gubernamentales, siento vergüenza de dedicarme a esta profesión. Me enferma saber que esos tipos van por la ciudad diciendo que son periodistas y lo peor es que les fascina gritar a los cuatro vientos que trabajan en medios, pues lo ven como un símbolo de poder, de prepotencia. En Tijuana hay decenas de hampones, baquetones y sanguijuelas de diversa índole que se dicen periodistas y abogan por la unidad del gremio.
No puedo sentir solidaridad con ellos, porque aunque en teoría nos une una misma actividad, nuestra motivación, formación e ideales contrastan en absoluto. Yo no metería las manos al fuego por ellos. Precisamente por el amor que siento por esta profesión, no podría hacer causa común con gente como esa.
Señala Julio que no hay amor a la profesión y que vivimos en un mundo aislado de la realidad nacional y latinoamericana. Me extraña que él, quien se proclama tijuanense, ignore la tradicional apatía que muestra el habitante de Tijuana hacia los problemas del Centro de la República o de Latinoamérica.
Nosotros escribimos para un público tijuanense y nosotros nos debemos a nuestros lectores, así que tenemos que escribir aquello que a nuestro público le resulte interesante. Y resulta que la gente que nos hace el favor de leer nuestro periódico cada mañana le interesa conocer noticias de Tijuana, saber qué pasa en SU ciudad, no en otra.
Nosotros tenemos encuestas diarias con nuestros lectores, medimos el impacto que genera lo que publicamos y sabemos que las noticias del Centro de la República tienen nulo impacto. A un habitante promedio de Tijuana le vale un carajo si desaforaron a López Obrador o si en Tlaxcala hay un conflicto de faldas mezclado con la política. Claro, lo publicamos, le dedicamos espacio, pero jamás podrá ser nuestra nota principal. El DF está a 3 mil kilómetros de distancia, Latinoamérica es en el mejor de los casos un concepto idílico.
Eso sí, debo admitir que hay muchos periodistas que adolecen una pavorosa falta de cultura general y viven aislados en sus mundos ignorantes, pero es en todo caso un problema de índole cultural.
Sobre el periodismo de USA y México
Imposible no caer en la tentación de ceder a la odiosa comparación entre medios de USA y México. Aquí en Tijuana es nuestro pan de cada día. De entrada, déjenme decirles que la idealización del periodismo estadounidense (al que yo por cierto jamás he idealizado) se hizo pedazos al ver la actitud mostrada por los comunicadores más serios frente a la guerra en Irak. El nivel de sumisión y colaboracionismo hacia el régimen de Bush fue repugnante. Aludiendo un mal entendido patriotismo, los medios más poderosos se sometieron a los designios de Bush. Su actitud fue una vergüenza para el periodismo, algo que me genera un asco indescriptible. Los periodistas no podemos ser patriotas. Nuestra única patria es la verdad.
Por lo demás, la tradición de periodismo de investigación que se tiene en Estados Unidos, es algo que algunos medios mexicanos explotamos desde hace algún tiempo. La única diferencia son unos cuantos millones de dólares. Las personas que hacen lo mismo que yo en el New York Times, son personas que tienen tal vez seis meses o un año para dedicarse a una sola investigación y que cuentan con recursos ilimitados para ello.
El medio se puede dar el lujo de que así sea. Para un diario apostar e invertir en un trabajo de investigación es un riesgo. Es un gasto de tiempo y dinero que no siempre se ve redituado y que corre el riesgo de no concretarse. Aún así, aquí hemos hecho nuestro esfuerzo y en algo ha redituado.
Sobre la solidaridad entre periodistas
De entrada, debo dejar muy claro la repugnancia que me inspira el concepto de pertenecer a un gremio. Yo no pertenezco a ninguno ni quiero pertenecer. La sola idea me genera asco. Sólo algunos profesionales del periodismo tijuanense merecen mi respeto y consideración. Sí, estoy consciente de que mi actitud me hace ver como un tipo pedante. Mi impopularidad y mi absoluta falta de amigos dentro del mal llamado gremio es una consecuencia de ello, lo se, pero a mí me complace tenerlos lejos de mí. Yo he luchado para que sea así. El día que ustedes me vean en una fiesta convocada por algún político o funcionario a las que las sanguijuelas gustan tanto de acudir, tendrán el derecho de escupirme e insultarme.
En realidad a mí me gusta seguir el ejemplo de Ryszard Kapuscinski, quien dice que el buen periodista debe estar lejos de la bola, alejado de donde se aglomeran las masas de reporteros borregos incapaces de investigar e indagar por su cuenta. A veces, cuando tengo la desgracia de acudir a eventos concurridos en los que se aglomera toda la prensa, los volteo a ver y digo para mis adentros ¿A poco estos tipejos son mis colegas? ¿Éstos son los seres que supuestamente se dedican a lo mismo que yo? Puta madre, que asco. Cuando los veo en los desayunos de grupos políticos o en los grandes eventos gubernamentales, siento vergüenza de dedicarme a esta profesión. Me enferma saber que esos tipos van por la ciudad diciendo que son periodistas y lo peor es que les fascina gritar a los cuatro vientos que trabajan en medios, pues lo ven como un símbolo de poder, de prepotencia. En Tijuana hay decenas de hampones, baquetones y sanguijuelas de diversa índole que se dicen periodistas y abogan por la unidad del gremio.
No puedo sentir solidaridad con ellos, porque aunque en teoría nos une una misma actividad, nuestra motivación, formación e ideales contrastan en absoluto. Yo no metería las manos al fuego por ellos. Precisamente por el amor que siento por esta profesión, no podría hacer causa común con gente como esa.