Pasos de Gutenberg
Viento Rojo
Diez historias del narco en México
Plaza y Janes
Por Daniel Salinas Basave
Que el narcotráfico es hoy en día uno de los negocios más lucrativos del mundo es algo que nadie pone en duda. Toda proporción guardada, el narcotráfico como tema en el mundo de la literatura, también genera dividendos, aunque no siempre calidad
La industria editorial mexicana, siempre visionaria, se ha dado cuenta que al igual que sucede con los corridos, las historias de traficantes pueden ser bastante rentables y aportar algún cero a sus finanzas que disminuya los números casi permanentemente rojos de las deterioradas ventas de libros de nuestro país.
Hace ya algunos años que el tema del narcotráfico se coló en la literatura al grado que hay quienes ya hablan de la narco-literatura como un subgénero.
Si bien la apoteosis llegó con la publicación del magno reportaje Noticia de un secuestro de Gabriel García Márquez, la realidad es que desde que el narcotráfico se transformó en un problema de seguridad nacional en Latinoamérica, son muchas las plumas de escritores que se han acordado de él.
En Latinoamérica hay plumas de sobra para elaborar una buena antología literaria que tenga como tema central el narcotráfico, de eso no me queda duda alguna.
De ahí que la antología Viento Rojo, compilada por Plaza y Janes, me parezca forzada, apresurada, carente de sustancia.
De entrada, creí que leería una antología de corte mucho más literario, pero la realidad es que lo periodístico domina y la cuestión es que cuando hablamos de periodismo, necesariamente tenemos que hablar de novedad y este libro desgraciadamente carece de ella.
Una lista de diez autores entre los que destacan Carlos Monsivais, Jesús Blancornelas, Vicente Leñero y Elmer Mendoza le entran al caldo.
Pero siendo brutalmente honesto, he de decir que no encuentro entre estos diez textos alguno que verdaderamente merezca el calificativo de antológico.
Carlos Monsivais, lo sabemos bien, es ajonjolí de todos los moles y en este caso se da a la tarea de reflexionar sobre la evolución del rol social de las drogas y la cultura del narco.
Jesús Blancornelas, un viejo conocido de todos los tijuanenses, nos regala un texto que bien podría ser un ejemplar de su columna semanal Doble Plana y en esta antología no escribe nada que no haya escrito cualquier viernes en Zeta.
Con todo el sello de la casa, Vicente Leñero nos ofrece tal vez el texto más rescatable de la antología, si bien no aporta elementos de ficción más que en la voz narradora, pues simplemente recrea el asesinato en Tijuana del Rayo López, afuera de del Club Brittania.
Elmer Mendoza, considerado de unos años para acá el patriarca de la narco-literatura y tal vez quien más conoce los usos y costumbres de la narco-cultura, nos entrega un buen relato de ficción llamado Nueva York nunca dejará de ser Nueva York.
Héctor de Mauleón aporta el texto que titula a al antología y que no es más que una crónica de hechos relacionados con el fenómeno narco-junior en los noventa, mientras que Juan José Rodríguez entrega una crónica sobre la muerte de Ramón Arellano en Mazatlán. En ambos casos quedo con la sensación de masticar un soso pan con lo mismo que he probado muchas veces
Interesante el texto de Marco Lara Klahr Miss Iztapalapa, que además de tener fluidez y dinamismo, es el único que sacó el fenómeno del narco del entorno norteño y fronterizo
Dinámico el texto de David Aponte titulado Nadie sabe nada, aunque adolece de esa carencia de novedad que arrastra todo el libro, mientras que La caja negra de Sergio González Rodríguez comienza generando una sensación de sorpresa que al final se diluye.
Terriblemente fallido me parece Las damas del narco, texto que cierra la antología y único escrito por una mujer, Monica Lavín, quien puso en evidencia que nada sabe sobre el tema y que escribió por encargo para llenar el requisito de contar al menos con una pluma femenina.
En realidad es muy difícil reseñar una antología pues es imposible no ceder al subjetivo pecado de la generalización, pero si tuviera que hacer un comentario para todos, no creo ser falto de objetividad si digo que tomando en cuenta los participantes y las posibilidades que da el tema, el libro me supo como a un partido de 0-0 en el que me quedé esperando un grito de gol que no llegó nunca.
Viento Rojo
Diez historias del narco en México
Plaza y Janes
Por Daniel Salinas Basave
Que el narcotráfico es hoy en día uno de los negocios más lucrativos del mundo es algo que nadie pone en duda. Toda proporción guardada, el narcotráfico como tema en el mundo de la literatura, también genera dividendos, aunque no siempre calidad
La industria editorial mexicana, siempre visionaria, se ha dado cuenta que al igual que sucede con los corridos, las historias de traficantes pueden ser bastante rentables y aportar algún cero a sus finanzas que disminuya los números casi permanentemente rojos de las deterioradas ventas de libros de nuestro país.
Hace ya algunos años que el tema del narcotráfico se coló en la literatura al grado que hay quienes ya hablan de la narco-literatura como un subgénero.
Si bien la apoteosis llegó con la publicación del magno reportaje Noticia de un secuestro de Gabriel García Márquez, la realidad es que desde que el narcotráfico se transformó en un problema de seguridad nacional en Latinoamérica, son muchas las plumas de escritores que se han acordado de él.
En Latinoamérica hay plumas de sobra para elaborar una buena antología literaria que tenga como tema central el narcotráfico, de eso no me queda duda alguna.
De ahí que la antología Viento Rojo, compilada por Plaza y Janes, me parezca forzada, apresurada, carente de sustancia.
De entrada, creí que leería una antología de corte mucho más literario, pero la realidad es que lo periodístico domina y la cuestión es que cuando hablamos de periodismo, necesariamente tenemos que hablar de novedad y este libro desgraciadamente carece de ella.
Una lista de diez autores entre los que destacan Carlos Monsivais, Jesús Blancornelas, Vicente Leñero y Elmer Mendoza le entran al caldo.
Pero siendo brutalmente honesto, he de decir que no encuentro entre estos diez textos alguno que verdaderamente merezca el calificativo de antológico.
Carlos Monsivais, lo sabemos bien, es ajonjolí de todos los moles y en este caso se da a la tarea de reflexionar sobre la evolución del rol social de las drogas y la cultura del narco.
Jesús Blancornelas, un viejo conocido de todos los tijuanenses, nos regala un texto que bien podría ser un ejemplar de su columna semanal Doble Plana y en esta antología no escribe nada que no haya escrito cualquier viernes en Zeta.
Con todo el sello de la casa, Vicente Leñero nos ofrece tal vez el texto más rescatable de la antología, si bien no aporta elementos de ficción más que en la voz narradora, pues simplemente recrea el asesinato en Tijuana del Rayo López, afuera de del Club Brittania.
Elmer Mendoza, considerado de unos años para acá el patriarca de la narco-literatura y tal vez quien más conoce los usos y costumbres de la narco-cultura, nos entrega un buen relato de ficción llamado Nueva York nunca dejará de ser Nueva York.
Héctor de Mauleón aporta el texto que titula a al antología y que no es más que una crónica de hechos relacionados con el fenómeno narco-junior en los noventa, mientras que Juan José Rodríguez entrega una crónica sobre la muerte de Ramón Arellano en Mazatlán. En ambos casos quedo con la sensación de masticar un soso pan con lo mismo que he probado muchas veces
Interesante el texto de Marco Lara Klahr Miss Iztapalapa, que además de tener fluidez y dinamismo, es el único que sacó el fenómeno del narco del entorno norteño y fronterizo
Dinámico el texto de David Aponte titulado Nadie sabe nada, aunque adolece de esa carencia de novedad que arrastra todo el libro, mientras que La caja negra de Sergio González Rodríguez comienza generando una sensación de sorpresa que al final se diluye.
Terriblemente fallido me parece Las damas del narco, texto que cierra la antología y único escrito por una mujer, Monica Lavín, quien puso en evidencia que nada sabe sobre el tema y que escribió por encargo para llenar el requisito de contar al menos con una pluma femenina.
En realidad es muy difícil reseñar una antología pues es imposible no ceder al subjetivo pecado de la generalización, pero si tuviera que hacer un comentario para todos, no creo ser falto de objetividad si digo que tomando en cuenta los participantes y las posibilidades que da el tema, el libro me supo como a un partido de 0-0 en el que me quedé esperando un grito de gol que no llegó nunca.