Niebla
Densa la niebla que posó esta mañana sobre Rosarito. Se podría cortar con cuchillo diría la metáfora. Agarrar la niebla puños y jugar guerritas. O ¿qué tal hacer monitos de niebla? ¿O tender una mullida cama de niebla? Mmm, como para revolcarse en ese lecho.
La niebla cubría la carretera y al subir a La Gloria la mañana se volvía fantasmagórica. Después apareció ante nosotros la 5 y 10, espectral, pétrea, apocalíptica bajo esa manto de misterio. ¿Here is London? Acaso con un poco de delirio a lo De Quincey pueda uno ver el paradero de la calafias como una sucursal de Victoria Station. Después de todo las calafias también son rojas y no descarto que el líder cetemista Gregorio Barreto, en un afán de britanizar la 5 y 10, opte por adaptarles un segundo piso muy londinés desde donde el tijuanense pasajero podría contemplar la complejidad arquitectónica del puente de la 5 y 10, magna obra de nuestro prócer Don Jesús González
La niebla es muy literaria, me digo para mis adentros y de pronto me viene a la memoria un libro que se llama ¿a que no adivinan cómo? Se llama Niebla y es del señor Miguel de Unamuno. Lo tengo frente a mí en este instante en mi escritorio y leo las rebeldías de Augusto Pérez, que le escupe a la voluntad de su creador. Cuando leo esos narradores en tercera persona que aprisionan a sus personajes entre cadenas, pienso en Unamuno. Y su personaje Rosario, a quien llama de cariño Rosarito (el Quinto Municipio inmortal en la obra de Unamuno) y la niebla, como perpetua incertidumbre humana respecto a su papel en esta comedia fluctuante entre la vida y la muerte.
Literatura portátil
A finales del invierno de 1924, sobre el peñasco en que Nietzsche había tenido la intuición del Eterno Retorno, el escritor ruso Andrei Biely sufrió una crisis nerviosa al experimentar el ascenso irrmediable de las lavas del superconsciente.
Con esta frase comienza Historia abreviada de la literatura portátil del catalán Enrique Vila-Matas. Cuando un libro comienza así, uno puede afirmar desde este primer párrafo, sin el más mínimo temor a equivocarse, que está a las puertas de un gran libro. Y no por el tamaño, pues mi edición en Compactos Anagrama tiene apenas 122 páginas, sino porque aparte de que el señor Vila- Matas es garantía de buena pluma, Historia abreviada de la literatura portátil tiene cara de libro que me van a dar ganas de releer. Ya quiero releerlo y apenas voy en el primer párrafo.
Densa la niebla que posó esta mañana sobre Rosarito. Se podría cortar con cuchillo diría la metáfora. Agarrar la niebla puños y jugar guerritas. O ¿qué tal hacer monitos de niebla? ¿O tender una mullida cama de niebla? Mmm, como para revolcarse en ese lecho.
La niebla cubría la carretera y al subir a La Gloria la mañana se volvía fantasmagórica. Después apareció ante nosotros la 5 y 10, espectral, pétrea, apocalíptica bajo esa manto de misterio. ¿Here is London? Acaso con un poco de delirio a lo De Quincey pueda uno ver el paradero de la calafias como una sucursal de Victoria Station. Después de todo las calafias también son rojas y no descarto que el líder cetemista Gregorio Barreto, en un afán de britanizar la 5 y 10, opte por adaptarles un segundo piso muy londinés desde donde el tijuanense pasajero podría contemplar la complejidad arquitectónica del puente de la 5 y 10, magna obra de nuestro prócer Don Jesús González
La niebla es muy literaria, me digo para mis adentros y de pronto me viene a la memoria un libro que se llama ¿a que no adivinan cómo? Se llama Niebla y es del señor Miguel de Unamuno. Lo tengo frente a mí en este instante en mi escritorio y leo las rebeldías de Augusto Pérez, que le escupe a la voluntad de su creador. Cuando leo esos narradores en tercera persona que aprisionan a sus personajes entre cadenas, pienso en Unamuno. Y su personaje Rosario, a quien llama de cariño Rosarito (el Quinto Municipio inmortal en la obra de Unamuno) y la niebla, como perpetua incertidumbre humana respecto a su papel en esta comedia fluctuante entre la vida y la muerte.
Literatura portátil
A finales del invierno de 1924, sobre el peñasco en que Nietzsche había tenido la intuición del Eterno Retorno, el escritor ruso Andrei Biely sufrió una crisis nerviosa al experimentar el ascenso irrmediable de las lavas del superconsciente.
Con esta frase comienza Historia abreviada de la literatura portátil del catalán Enrique Vila-Matas. Cuando un libro comienza así, uno puede afirmar desde este primer párrafo, sin el más mínimo temor a equivocarse, que está a las puertas de un gran libro. Y no por el tamaño, pues mi edición en Compactos Anagrama tiene apenas 122 páginas, sino porque aparte de que el señor Vila- Matas es garantía de buena pluma, Historia abreviada de la literatura portátil tiene cara de libro que me van a dar ganas de releer. Ya quiero releerlo y apenas voy en el primer párrafo.