Frente a mí un ejemplar de Los Hermanos Karamazov del buen compadre Fedor. En mi buró un ejemplar de Macbeth de mi tocayo William. Un par de clásicos que aún no he pasado por las armas.
Hay veces que he tenido la tentación de ponerle un poco de orden a mis lecturas, ser menos anárquico y caótico a la hora de agarrar un libro, pero me es imposible. Leo como cinco o seis libros a la vez y todos de temas y autores contrastantes. Muchas veces he deseado olvidarme de todo vestigio de modernidad en literatura y sumirme un año o dos en la lectura de puros clásicos, únicamente. Leer todo Shakespeare, agotar Quevedo, leer completa La República y Los Diálogos de Platón, los Karamazov de Dostoievski., acabar de una vez por todas Los Cuentos de Canterbury de Chaucer, volver a sumirme en los cuentos del Decamerón, en la Guerra y la Paz de Tolstoi. En gran parte, una de las razones por las que mantengo cierta constancia en la lectura de novedades editoriales es por la columna Pasos de Gutenberg, que si bien no soy tan riguroso en ofrecer únicamente bollos recién saliditos del horno, sí procuro que sean recientes. En fin, tal vez no sería mala idea girar el sentido de Pasos de Gutenberg. En vez de reseñarles el más reciente Premio Alfaguara (que ahí lo tengo y no lo he leído por cierto) qué tal les parecería que en Pasos de Gutenberg apareciera Amadís de Gaula o Tirante El Blanco o El Conde de Montecristo o una comparación entre los tres Faustos. ¿Qué tal?
Pero si de por sí la gente no lee y cuando se acercan al Sanborns lo hacen para comprar Paulo Cohelo o Isabel Allende y a los clásicos llegan de mala gana cuando se los encargan en la escuela, ya me imagino si alguien nomás de huevos se pondrá a leer La Muerte de Iván Ilich. Mis primeras lecturas fueron clásicos, puros clásicos. Ya que ayer hablé de padrinos futboleros, mi madre fue madrina de mis primeras lecturas. Desde los corsarios de Emilio Salgari hasta el mismísimo Amadís de Gaula, pasando por Ivanhoe y la Flecha Negra. Durante mi infancia y pre adolescencia no leí nada que fuera escrito después del Siglo XIX. Creo que mis primeras lecturas relativamente contemporáneas fueron las Herman Hesse allá por 1986 y los cuentos del Cuento Hispanoamericano de Menton. Después me aficioné a la literatura de la Revolución y ello me llevó a Carlos Fuentes y compañía. Mi pasión por Kundera a los 17-18 inauguró mi ingreso a los textos de TusQuets y Anagrama. Desde entonces he leído cualquier cantidad de autores jóvenes, recién publicados. Algunos buenos y muchos prescindibles.
Últimamente traigo un buen prendón con Paul Auster a quien empecé a leer hace unos tres años y en las últimas semanas han llegado a mis manos algunas obras suyas como La habitación cerrada a la que ya le he metido diente. También comenzaré a leer la obra del escritor pakistaní- británico Hanif Kureishi de quien he leído grandes críticas. Bueno, la cuestión es que quiero darme tiempo para leer clásicos. En fin. Sigamos viviendo la intensidad de las letras y el futbol.
Hay veces que he tenido la tentación de ponerle un poco de orden a mis lecturas, ser menos anárquico y caótico a la hora de agarrar un libro, pero me es imposible. Leo como cinco o seis libros a la vez y todos de temas y autores contrastantes. Muchas veces he deseado olvidarme de todo vestigio de modernidad en literatura y sumirme un año o dos en la lectura de puros clásicos, únicamente. Leer todo Shakespeare, agotar Quevedo, leer completa La República y Los Diálogos de Platón, los Karamazov de Dostoievski., acabar de una vez por todas Los Cuentos de Canterbury de Chaucer, volver a sumirme en los cuentos del Decamerón, en la Guerra y la Paz de Tolstoi. En gran parte, una de las razones por las que mantengo cierta constancia en la lectura de novedades editoriales es por la columna Pasos de Gutenberg, que si bien no soy tan riguroso en ofrecer únicamente bollos recién saliditos del horno, sí procuro que sean recientes. En fin, tal vez no sería mala idea girar el sentido de Pasos de Gutenberg. En vez de reseñarles el más reciente Premio Alfaguara (que ahí lo tengo y no lo he leído por cierto) qué tal les parecería que en Pasos de Gutenberg apareciera Amadís de Gaula o Tirante El Blanco o El Conde de Montecristo o una comparación entre los tres Faustos. ¿Qué tal?
Pero si de por sí la gente no lee y cuando se acercan al Sanborns lo hacen para comprar Paulo Cohelo o Isabel Allende y a los clásicos llegan de mala gana cuando se los encargan en la escuela, ya me imagino si alguien nomás de huevos se pondrá a leer La Muerte de Iván Ilich. Mis primeras lecturas fueron clásicos, puros clásicos. Ya que ayer hablé de padrinos futboleros, mi madre fue madrina de mis primeras lecturas. Desde los corsarios de Emilio Salgari hasta el mismísimo Amadís de Gaula, pasando por Ivanhoe y la Flecha Negra. Durante mi infancia y pre adolescencia no leí nada que fuera escrito después del Siglo XIX. Creo que mis primeras lecturas relativamente contemporáneas fueron las Herman Hesse allá por 1986 y los cuentos del Cuento Hispanoamericano de Menton. Después me aficioné a la literatura de la Revolución y ello me llevó a Carlos Fuentes y compañía. Mi pasión por Kundera a los 17-18 inauguró mi ingreso a los textos de TusQuets y Anagrama. Desde entonces he leído cualquier cantidad de autores jóvenes, recién publicados. Algunos buenos y muchos prescindibles.
Últimamente traigo un buen prendón con Paul Auster a quien empecé a leer hace unos tres años y en las últimas semanas han llegado a mis manos algunas obras suyas como La habitación cerrada a la que ya le he metido diente. También comenzaré a leer la obra del escritor pakistaní- británico Hanif Kureishi de quien he leído grandes críticas. Bueno, la cuestión es que quiero darme tiempo para leer clásicos. En fin. Sigamos viviendo la intensidad de las letras y el futbol.