Eterno Retorno

Tuesday, June 29, 2004

Hoy la salud se decidió a abandonarme. Envío un ejército de crueles demonios armados con sus tridentes que se posaron en mi garganta, la desgarraron lentamente y una vez que la piel estaba al rojo vivo y en jirones, la atiborraron de sal. Dicho en otras palabras y para andar sin rodeos, desde ayer me duele un chingo la garganta, como hacía mucho no me dolía y en este momento hasta siento algo parecido a las alucinaciones de fiebre. Por supuesto que anoche ya recurrí al bien amado remedio del mezcal oaxaqueño, pero en estos momentos necesito arrojar varias tinajas de ese elixir divino para conjurar mi dolor. En fin, sólo les pido que no me hagan hablar demasiado. Por eso mejor escribo.

Escritores gruexos, hijos de Bukowski y otras rarezas del bestiario.

He leído con atención lo escrito por Nachón en torno a Fadanelli, para muchos el non plus ultra de los escritores gruexos, bukowskianos, nihilistas, malditos.
No sé que decir. Bajo mi humilde opinión, de Fadanelli lo más rescatable es por mucho su personaje Benito Torrentera, que aparece en Lodo.
De Guillermo he leído Más alemán que Hitler, Clarisa ya tiene un muerto y Lodo. Mi opinión sobre este autor se limita únicamente a esos tres títulos. No recuerdo muy bien los cuentos de Más alemán. Tendría que releerlos para opinar. Los recuerdo breves en extremo, clavados en diálogo interno, apenas situacionales.
Clarisa ya tiene un muerto es una novela que si bien me entretuvo, me permito tachar de en extremo pretenciosa y políticamente correcta. ¿Novela negra? Carajo, con todo respeto parece telenovela juvenil de Televisa. Si Torrentera es por mucho el mejor personaje de Fadanelli, Mario (que aparece en Clarisa ya tiene un muerto) es el peor de todos. Mario, se supone, es el malito de la historia, pero su construcción es tan en extremo pueril, obvia y ordinaria, que me recuerda al chico malo de cualquier película adolescente. El argumento de Clarisa ya tiene un muerto y sobre todo su forma de tomarse tan en serio dan al traste con la novela. Un chavo nihilista, vale madre, que se desenvuelve en ambientes de putas y yonquis (uy, uy, uy, que malo ¿dónde he visto eso?) Tiene dos amigas y amantes, ambas bellas por supuesto. Una chica fresa hija de papi que baila en un table dance con la intención de escribir una novela y una darkie-punk marginal de barrio, muy bonita por supuesto, gruexa, astuta, pero de buen corazón, como corresponde a una novela políticamente correcta. El malito, faltaba más, es un hombre rico, pedante, materialista, mentiroso e interesado. Completan el bestiario un atajo de trasvestis, putas y dealers. Clarisa ya tiene un muerto se toma demasiado en serio, lo cual la hace parecer francamente ridícula.
Todo lo contrario sucede con Lodo. Con una mayor economía de personajes y situaciones, aunque no de páginas pues es bastante más gorda, Lodo me parece por mucho la mejor novela que he leído de Fadanelli. Un filósofo viejo, gordo, que se regodea con delicioso cinismo en su fracaso, recibe un día la visita de una jovencita llamada Eduarda, que ha cometido un crimen. El trato es muy sencillo: Escóndeme en tu casa y protégeme de la policía a cambio de mis nalgas. Trato hecho. Más allá del desarrollo de la trama, lo más chingón de Lodo son sus personajes, tan bien logrados y propios de la novela picaresca. Aquí Fadanelli logra burlarse de si mismo y del mundo, con mención honorífica al universo de los intelectuales. Torrentera es la encarnación misma del fracaso de la filosofía. Podrás leer todos los libros del mundo y al final las nalgas de pobre chica ignorante serán siempre mucho más poderosas. Además pone en evidencia como el hombre de letras es un renacuajo sobre pavimento cuando sale de su universo intelectual para ingresar al mundo real.

Gutiérrez, Nachón y Welsh

Cada día desconfío más de la literatura de los gruexos. Cuando algún teporocho letrado se declara fan de Bukowski en medio de una parranda de cerveza barata de inmediato tiendo a desconfiar de él.
He conocido a mil y un pendejetes que tratan de emular al terrible Hank (y conste que no a Rhon) de la misma forma que mil y un pendejetes que apenas saben rasgar una guitarra o un bajo, tratan de emular a los Sex Pistols. Si Sid Vicious un pobre tecato que no sabía ni tocar el bajo pudo convertirse en el icono del punk ¿Por qué no podré hacerlo yo? Si Bukoswki, un cartero borracho, viejo, gordo y venido a menos pudo transformarse en vanguardia literaria ¿Qué me falta entonces a mí? Y sucede que al pensar semejantes pendejadas el Universo se llena de punks bukowskianos que van por el Mundo escupiendo sus creaciones nihilistas y al final son muy pocos los que valen la pena.
Dentro de los señalados por Fadanelli en Día Siete como ahijados de Bukowski, existen tres escritores que son los que en lo personal más respeto y considero imprescindibles: Pedro Juan Gutiérrez, Fernando Nachón e Irvine Welsh. Los tres comparten un rasgo que me parece fundamental: Sin dejar de ser crudos y decadentes, jamás abandonan su vocación a arrancarte una gran carcajada en el párrafo menos pensado. Lo más importante, creo, es que ninguno de los tres se toma en serio.

De Pedro Juan Gutiérrez me parece fundamental su Trilogía sucia de La Habana. En términos de forma, es el escritor que emana más la peste del cartero Hank, sin embargo le pone un buen toquecito tropical y latino a su narrativa. Para andar sin rodeos, Pedro Juan Gutiérrez me pasa más que Bukowski si por ahí me dan a escoger.
Sexuado hasta la médula (dejaría de ser cubano) pero atrapado por un nihilismo que hace delicioso contraste, Pedro Juan tiene el valor agregado de darte el retrato más crudo y actualizado de la Cuba contemporánea.
La Habana que yo recorrí en mayo de 2002 se parece mucho más a la de Pedro Juan Gutiérrez que a la de Cabrera Infante, Lezama Lima o Arenas.

Nachón fue el primer escritor políticamente incorrecto que leí en mi vida. Si tuviera que incluir aquí la odiosa comparación, diré que Nachón me recuerda un poco a Bukowski en algunos poemas, aunque lo que más disfruto es sin duda su narrativa, que es absolutamente original y puede prescindir de cualquier padrino literario. Es el escritor que mezcla con mayor malicia y habilidad literaria conceptos de lo más elevados en medio de la descripción más burda. La forma en que la teoría psicoanalítica irrumpe en un de repente y su increíble capacidad de burlarse de si mismo sin dejar de mantener un cinismo a prueba de bala, hacen de los libros de Nachón ejemplares irrepetibles. Balzac, Baudelaire y Kundera, irrumpen en medio de una parranda teporocha o un episodio de eyaculación precoz. También es quien destroza de manera más fascinante a los intelectuales y sus costumbres. Nachón es el más auténtico de los escritores malditos de México. Creo que está muy por encima de muchos aspirantes a punk que al tomarse tan en serio, fracasan burdamente en su intento de desparramar maldad.

Tienen todo el derecho del mundo a mentarme la madre por mencionar a Irvine Welsh como uno de mis escritores favoritos. La única diferencia, tal vez, es que después de Trainspotting, Welsh es un producto multinacional que ha sido tomado como gurú por varias tribus de indeseables. Sin embargo, ser un escritor que vende no es sinónimo de ser un escritor vendido. La crítica lo ha entronizado como el gran literato de la cultura rave y por ello tiene muchos adeptos entre los chicos fresas contraculturales adictos a las tachas y la homosexualidad fashion. Sin embargo, Welsh es, para andar sin rodeos, un escritor muy chingón. Las traducciones de Anagrama no son malas, pero cuando lo lees en inglés te das cuenta que tiene una habilidad demoníaca para jugar con las palabras y el slang escocés. Aquí frente a mí, tengo un ejemplar de Ecstasy en inglés y cada que tengo sobredosis de periodismo, abro una página al azar para regodearme.
De entrada, Welsh no es en absoluto un producto de la cultura rave. Si se trata de encasillarlo, diré es un producto proto punk, hecho con la piel de su ídolo Iggy Pop. Al igual que Nachón, tiene la habilidad de hacerte reír como hiena, si bien Welsh suele tomar cierta distancia de sus personajes, mientras que Nachón jamás renuncia a su vocación autobiográfica. Un punto de absoluta afinidad que me hace querer a Welsh, es su amor por el futbol (ya se que el deporte no es motivo para declararte adicto a un escritor, pero comprendo mucho a Welsh, pues toda su vida ha sido fanático de los Hibbies de Edimburgo, un equipo que al igual que mis Tigres, tiene largos años sin levantar una copa)

Fadanelli, aclaro, no me parece ni en sus intenciones ni en su forma un bukowskiano. Es un buen escritor, pero no lo compararía con los arriba mencionados.


Sobre la marcha, todo está dicho en otros blogs y a mí no me queda más que decir.
Si alguien tiene aún dudas sobre las verdaderas intenciones mediáticas del acto, lean la cabeza a ocho columnas del Reforma: Que se vaya AMLO pide IP.
Carajo, colegas ¿No podían ser un poquito menos obvios en sus intenciones?