Eterno Retorno

Thursday, May 06, 2004

Nachón

Me acuerdo muy bien la escena: Corría el otoño de 1990, tenía 16 años de edad y mi amigo Rodolfo Cruz me pidió que lo acompañara a una excursión por las librerías de la ciudad para buscar un libro llamado Diario de un pendejo de un tal Fernando Nachón, que le habían recomendado como irreverente, contracultural y demoledor. Aún me acuerdo de como llegaba el Rodolfo con las empleadas de la librería preguntando con cierta timidez y seriedad al pronunciar el título del libro para que quedara claro que su petición no era un juego o una broma de mal gusto. Batallamos para encontrarlo, pero finalmente dimos con él.
No exagero si digo que el libro de Nachón se convirtió en un ejemplar de culto. Cuentos como el de Psiconalisis Ranchero (por mucho mi favorito), el de Teresa y Carolina con postre homosexual, el del 19 de septiembre de 1985 eran releídos por mí cada que caía a la casa del Rodolfo, lo cual ocurría muy seguido.
Tanto me gustaba el libro, que acabé por expropiarlo de la casa de mi amigo (Rodolfo, si algún día llegas a leer esto, sabrás muchos años después que yo tengo tu libro) He conocido algunas personas, no muchas, que tienen el libro de Nachón en su biblioteca y todos coinciden conmigo en que es un ejemplar de irrepetible.
Y es que no se trata únicamente de un libro que hable de cogidas, borracheras y fumadas bajo el punto de vista del nihilista incomprendido que expone impúdicamente su vicio. Al contrario; se trata de un libro cargado de malicia literaria. No recuerdo una novela que juegue de manera tan inteligente con el psicoanálisis. Tampoco un personaje que aporte semejantes dosis de sarcasmo a la hora de burlarse de si mismo. Hasta Jaques Lacan es citado, con eso les digo todo.
Nachón me recuerda a esas bandas de punk rock o thrash que sacaron un solo disco demoledor (At the Gates, Terrorizer, CroMags se me hacen ejemplos equivalentes) y que después simplemente se escindieron.
Ya dije en un post anterior que su libro Los niños bien me decepcionó, sin embargo, es fecha que sigo releyendo Diario de un pendejo y me sigo riendo con sus párrafos. A mi esposa, psicoanalista al fin, le divierte mucho el juego freudiano de Nachón. Esta mañana, para mi enorme sorpresa, me encuentro con un mensaje de Nachón en mi tag y sólo me resta pensar que la blogósfera ha hecho al mundo muy pequeño y sorprendente. Y bueno, aprovecho para preguntar públicamente: ¿Saben dónde se puede conseguir “De perrito”? Se que Fontamara lo ha editado, pero al igual que sucede con el Necronomicon, “De perrito” es un libro cuya existencia conozco, pero que nunca he visto en mi vida.



Tatuaje culturoso

Con el libro El cazador de tatuajes me pasó lo mismito que con La materia del deseo, del boliviano Paz Soldán.
Son libros similares, pues los narradores en primera persona de ambas novelas, y casualmente los autores en la vida real, son latinoamericanos que trabajan como profesores de literatura en universidades de Estados Unidos. Y ambos se dedican a hablar de sus conquistas amorosas con las anglosajonas. Ambos son insoportablemente culturosos. Bueno, el Paz Solán le tira más a un rollo culturoso editorialista al estilo Sergio Sirviento. El Juvenal Acosta de El cazador de tatuajes es un culturoso marca llorarás, de esos que el Chango 100 mearía con gusto.